Nos escapamos a uno de los muchos cines Yelmo que proyectaban anoche el nuevo film en directo de David Gilmour grabado en la anciana ciudad de Pompeya.

La gira de David Gilmour presentando “Rattle That Lock”, su última obra de estudio, ha dado lugar a uno de esos necesarios recordatorios de su vigencia como artista en directo. Ya con “On an Island”, en 2006, tuvo a bien editar un triple CD y DVD titulado “Live in Gdansk” donde interpretaba la totalidad de aquel disco y una selección de conocidos – y no tan conocidos- clásicos de Pink Floyd. Puede que Roger Waters tenga un muro que pasear, pero Gilmour tiene la voz y el sonido de guitarra que para muchos representa lo que es el universo Floyd. Especialmente para todos aquellos que se subieron al carro a finales de los 80 y mediados de los 90 con los últimos lanzamientos del grupo británico, cuando Gilmour era ya el capitán general de la banda y Waters se ocupaba de su errática carrera en solitario.

El 29 de septiembre se edita en todo el mundo “Live at Pompeii 2016”, un lanzamiento en multitud de formatos que recoge lo mejor de los dos conciertos que el guitarrista británico y su banda dieron en julio de 2016 en el anfiteatro de la anciana ciudad de Pompeya. Una localidad no exenta de simbolismo hacia la que miles de fans de Pink Floyd peregrinaron para ver los dos únicos shows de Gilmour en tan cotizada localización. Fue en 1971 cuando Pink Floyd filmaron en aquel emplazamiento una película titulada “Live at Pompeii” que tenía la peculiaridad de reflejar un concierto del grupo ante un acongojante anfiteatro totalmente vacío, a excepción de amplificadores, batería, focos y un eterno gong que dio lugar a algunos de los planos más salvajes de la banda, muchos de los cuales están grabados en nuestra retina.

 

Pompeya, 45 años después

Volver a Pompeya, pues, tiene un significado tremendo. Una especie de cierre del círculo para Gilmour, quien vuelve a actuar acompañado de una banda que nada tiene que ver con los Floyd clásicos, pero si con los más recientes, pues Guy Pratt le acompaña como bajista. El resto de músicos son en algunos casos habituales de Gilmour: el baterista Steve DiStanislao es un ejemplo. Otros como Chuck Leavell, Chester Camen o Joao Mello sustituyen a algunos músicos que si que estuvieron en la anterior gira o en el primer tramo de la gira: Phil Manzanera no estuvo en Pompeya. Tampoco lo estuvieron Jon Carin, quien compartió la última época de Floyd con Gilmour, o el saxofonista Dick Parry, otro clásico de la historia de la banda. En cualquier caso, se trata de una banda más que solvente aunque se echen en falta algunas caras más conocidas del universo Floyd. Si tenemos en cuenta que en la anterior gira, Rick Wright era el teclista, es evidente que falta algo sobre el escenario, aunque musicalmente la ejecución sea intachable.

Los cines de todo el mundo estrenaron en la noche de ayer miércoles el filme, que es la piedra angular del lanzamiento. Pese a que el audio del doble CD debe ser genial, la experiencia de Pompeya se debe visualizar a la vez que se oye. En esta ocasión el anfiteatro no está vacío, pero solo se llena la arena central, mientras que las caveas están totalmente vacías, para más efecto dramático. Toda la parte superior del anfiteatro esta coronada por pequeños pebeteros con llamas encendidas que le dan más encanto al asunto.

El escenario del concierto es sencillo. Una simple plataforma para los músicos y una estructura metálica de la que colgar la eterna pantalla circular luminosa que todos relacionamos con Pink Floyd. La pantalla es, prácticamente, el único artificio del sobrio escenario, más allá de un sugestivo juego de luces y la ocasional -e inesperada- pirotecnia.

Una versión reducida pero efectiva

La versión que se pudo ver en los cines es un resumen de algo menos de dos horas que omite algunas canciones menos conocidas de Pink Floyd, especialmente en la segunda parte. No hubo “Astronomy Domine”, ni “Fat Old Sun”, ni “Coming Back to Life”. Mientras que la primera parte incluyó la mayoría de selecciones del primer volumen del DVD, con varias canciones nuevas como “Rattle That Lock”, “Faces of Stone” o “In Any Tongue” y varios clásicos de Pink Floyd como “Wish You Were Here” o “High Hopes”, la segunda se limitó a cinco canciones de Floyd: “Shine on you Crazy Diamond”, “Sorrow”, “Run Like Hell”, “Time / Breathe (In the Air)” y “Comfortably Numb”.

Lejos de la espectacularidad y acción documental del “The Wall” de Roger Waters que vimos en los cines hace un par de años, lo de Gilmour es quizá excesivamente sobrio, pero al final es su guitarra y su música los que hablan por él. Ni cerdos voladores ni plataformas hidráulicas son necesarios para que Gilmour transmita emociones por vía intravenosa incluso cuando estás simplemente sentado en la oscuridad de un cine, en lugar de en un concierto abarrotado. El Yelmo Icaria, donde pudimos ver la proyección, contaba con dos salas prácticamente llenas donde el público aplaudía cada canción, se veían puños en el aire en determinados momentos y la gente se retorcía ocasionalmente en su asiento siguiendo alguno de los solos de Dave. Una experiencia más interiorizada que la del concierto al uso pero no por ello menos intensa.

 

El film, en sí mismo, tiene una calidad increíble. La selección de planos, los contraluces que oscurecen a Gilmour en las partes más violentas de “Sorrow”, la muestra de humanidad y expresiones de los músicos en diversos momentos y la espectacular dotación de planos aéreos mediante drone que reflejan la inmensidad del anfiteatro con la ciudad de fondo…todo ello contribuye a enriquecer una experiencia que va más allá de lo meramente musical. Cuando en “Run Like Hell”, el anfiteatro entero estalla en pirotecnia y llamas al final del tema, es inevitable tener la piel de gallina y en gran parte es gracias a la selección de planos escogida para reflejar el momento.

Una noche para revivir el legado de Pink Floyd en un lugar tan poco habitual como una sala de cine. Algo que, gracias a las distribuidoras y los propios cines, se está volviendo cada vez más común, puesto que en breve se proyectarán films de Slipknot y Black Sabbath en multitud de cines. Una manera de volver a disfrutar de la música como se solía hacer antes: focalizando nuestra atención en una sola cosa y en condiciones: nada de unos absurdos auriculares de ínfima calidad reproduciendo archivos digitales de peor calidad si cabe. Sonido e imagen a la altura de las circunstancias.