En 1997 Kiss hicieron casi doscientos conciertos como parte de su gira de reunión “Alive Worldwide”. Tras la vuelta de Ace Frehley y Peter Criss a la banda, Kiss eran la banda más popular del momento. Pero uno de ellos, en Belgrado, casi acaba de manera funesta.

Pocas cosas motivan más a Kiss que un buen puñado de dólares. No es ningún secreto que la banda siempre ha orientado su carrera en pro del beneficio económico incluso cuando este les salía por las orejas. Con la gira de reunión de 1996/1997, Kiss se habían puesto -literalmente- las botas. Gene Simmons y Paul Stanley recuperaron a Ace Frehley y Peter Criss como músicos a sueldo que, con más o menos dramas implicados,  sacaron adelante un tour que se convirtió en una de los que más facturaron en aquel año.

Pero, pese a realizar casi doscientos conciertos en aquel periodo, Kiss decidieron jugarse el tipo con tal de no fallar a un concierto en Yugoslavia. En 1997, el clima político en la zona no era precisamente estable. Tras las guerras de Yugoslavia y los cruentos conflictos armados que se dieron en la zona, muchas bandas habían decidido cancelar sus conciertos en Belgrado.

Un clima de creciente tensión y protestas contra Slobodan Milošević hizo que más de uno se pensase si poner un pie en la zona, incluso Kiss. Pero tras analizar las pérdidas que la banda podría tener en caso de cancelar su show en Belgrado, debido al contrato existente con el promotor del show, Kiss decidieron ir adelante con el concierto, pese a ser de alto riesgo.

Michael “Danny” Francis, que había sido jefe de seguridad de Led Zeppelin, Bon Jovi en su cúspide de popularidad o Cher, era el jefe de seguridad de Kiss en aquel momento. En su biografía “Star Man – The Right Hand Man of Rock N’ Roll” relataba con un tono entre humorístico y post-traumático la concatenación de decisiones que llevaron a Kiss a quedar a merced de un posible secuestro en el aeropuerto de Belgrado tras su concierto del 4 de Junio de 1997 en el Sajam Hall 1 de Belgrado junto. Die Ärtze y Moonspell.

“Después de muchas discusiones, la banda escoge seguir adelante con el concierto. Hay mucho dinero en juego”, relata en el libro. “Llamo al promotor y le digo que necesitamos más seguridad: un equipo garantizado de ocho personas  estará con nosotros en todo momento desde que bajemos del avión”, explica. “También pido dos habitaciones en el mejor hotel adyacente el aeropuerto que la banda podrá usar como camerinos para el show. Quiero que pasen el menor tiempo posible en el recinto. De este modo pueden prepararse en el hotel y ser conducidos al recinto justo antes de salir a tocar”.

Un equipo especial de seguridad

Francis le hace saber al promotor claramente que si no se cumplen esas condiciones la banda no actuará en Belgrado. El promotor, poco después, le llama para confirmarle que se han hecho gestiones para que la banda cuente con un equipo de seguridad de alto nivel, tal y como se ha requerido.

El avión privado de Kiss llegó al aeropuerto de Belgrado a las seis de la tarde del 4 de junio de 1997. A pie de avión se encontraba el equipo de seguridad que la banda había requerido. Francis reconoció a uno de ellos, un tipo de unos cuarenta años, bien afeitado, “con pinta de poder valerse por sí mismo”, como explicaba en su libro. “Bienvenidos a Belgrado, estáis en buenas manos” le dijo al jefe de seguridad de Kiss.

La banda, junto a su jefe de seguridad y el equipo de seguridad local, se dirigieron al Hotel Intercontinental de Belgrado en una furgoneta de doce plazas con un Land Rover delante y un Land Rover detrás. El jefe de seguridad comenzó a relajarse y a pensar que quizá todo iba a ser más fácil de lo que parecía. Los vehículos ni siquiera paraban en los semáforos en rojo. “En pocas ocasiones he encontrado equipos de seguridad con esa clase de poder” explicaba en su libro.

Ya el hotel, la banda se desplaza a la decimosegunda planta, donde un guardia armado está sentado a la entrada de cada habitación. El personal de la banda, entre ellos las chicas de vestuario y el encargado de las pelucas, no podía esperar el momento de la llegada de la banda y tampoco podían esperar a largarse de aquel lugar.

Una vez asentada la situación en el hotel, Francis se fue al recinto a despachar con los responsables de seguridad del concierto, acompañado por “su nuevo amigo”, el encargado del equipo especial. “No puedo dejar de analizar cómo todo el mundo le muestra el máximo respeto” recuerda.

Una atmósfera tensa

En el recinto, recuerda “la atmósfera es tensa”. Hay gente con pistolas en el recinto y todo tipo de rumores corren por el recinto, entre ellos, que el Sajam Hall había sido usado para ejecuciones en un pasado reciente. Pero los fans esperan ansiosos el show de Kiss. Con algo de tiempo que matar antes del show, Francis y el encargado del equipo especia de seguridad se van al hotel, donde comen algo y conversan animadamente. Pero el momento del show se acerca y la banda baja de sus habitaciones mientras los coches están aparcados en la puerta del hotel. Tal como la banda sale del ascensor, cuatro personas a cada lado marchan a su mismo paso.

“Nadie dice nada pero la imagen debe ser bizarra”, explicaba Francis en su biografía. “Cuatro tíos con trajes negros y plateados con pelos de loco y maquillaje marchando en fila india con dos filas de tíos de aspecto sombrío. Parece que estuviésemos yendo ante el pelotón de fusilamiento y si hubiésemos sabido quienes eran esos tios, podría haber sido cercano a la realidad”, ironiza.

La banda llegó al Sajam Hall justo cuando la canción introductoria estaba comenzando. En el foso, los miembros de seguridad estaban armados y vestidos con uniformes paramilitares. “Nunca vi a la banda tocar el show tan rapido: se ventilaron un concierto de dos horas en apenas hora y media”, recuerda el jefe de seguridad. Pese a que los fans dan una tremenda recepción a la banda, nadie quiere quedarse allí más minutos de los estrictamente necesarios. Todo el mundo baja del escenario, directo a las furgonetas y camino al aeropuerto. En menos de una hora, Kiss deberían estar en el aire y fuera de Belgrado.

Cuando las furgonetas llegaron al aeropuerto, Francis observó que el aeropuerto tenía las luces apagadas. La furgoneta aparcó al lado de un pequeño edificio y el jefe del equipo especial de seguridad indicó a todo el mundo que entrase. Allí dentro también estaban los pilotos del avión privado. “En cuanto cruzamos el umbral de la puerta del edificio, la atmósfera amigable desapareció y todo pintó muy negro de repente” aseguraba.

Las cosas se ponen feas

Francis es acompañado a la pista de despegue, lejos del edificio, por el jefe de seguridad. El aeropuerto está cerrado, le indica. Necesita 5.000 dólares americanos para poder abrirlo y permitir el despegue del avión de Kiss. No es dinero para él, se disculpa, sino para los avariciosos que controlan aquella infraestructura. “Pero en la oscuridad, la sonrisa ha desaparecido de su cara y su expresión es amenazante”, relata. “No pasa desapercibida la manera casual en la que sujeta su pistola. Sabe que nos tiene a su merced».

“No es una situación en la que quiera tener a la banda”, recuerda. “No quiero morir en una pista de despegue oscura de los Balcanes por el caché de un concierto». Francis pidió un minuto para hablar con el manager de Kiss, Doc McGhee. Ante la prerrogativa, McGhee reaccionó rápidamente: “le daremos todo lo que tengamos”.

Paco Zimmer, el contable de la banda, saca 2.000 dólares, todo lo que llevaba encima. La banda no ha vendido merchandise en el show y no tienen más liquidez en ese momento. “Se lo di a mi amigo esperando que fuese suficiente y aparentemente la cantidad fue suficiente”, rememora Francis. “La sonrisa de cocodrilo volvió a su cara  y pude relajar mis nalgas de nuevo”.

En diez minutos, Kiss estaban a bordo del avión y despegando de Belgrado. “Nunca he visto tanto alcohol desaparecer en la primera media hora de un vuelo”, recordaba. Un tiempo más tarde, cuando el jefe de seguridad de Kiss ya había vuelto a New York, se encontró la imagen en televisión de su “amigo extorsionador”. Se trataba de Arkan, el líder de una fuerza voluntaria paramilitar serbia conocida como los Tigers. “Para la mitad de su país es un héroe nacional, para la otra mitad es un criminal de guerra, implicado en las masacres de bosnios y croatas”, explica Francis.

Arkan había sido abatido a tiros por unos ladrones en el mismo hotel donde Kiss se habían alojado y donde Francis y él habían cenado juntos antes del concierto. “Los 2000 dólares mejor gastados de nuestra vida”, concluye.

Sergi Ramos