Cuando los periodistas nos íbamos de viaje pagado con Iron Maiden, Sepultura o Limp Bizkit
Pagarle viajes a la prensa para que hablen de algo que a ti te interesa es tan viejo como la prensa y los viajes. Profundizamos en el asunto.
Hubo una época en que las discográficas tenían grandes presupuestos y pagaban a la prensa viajes por todo el mundo con bandas grandes y pequeñas como Iron Maiden, Sepultura, Metallica, Limp Bizkit o Avenged Sevenfold. Por mucho que a partir de la llegada de Napster y las descargas ilegales hubiese una enorme afectación en las ventas de discos y vinilos, lo cierto es que en el año 2004 o 2006 aún se vendían cantidades obscenas de ambos formatos, especialmente si lo comparamos con el momento actual. Un artista de heavy metal europeo de cierta importancia puede vender como mucho 200 o 300 copias físicas de su disco en España.
Pero no son malos tiempos, en general, ya que la música está más presente que nunca en nuestras vidas gracias a multitud de formatos físicos y diferentes opciones digitales que hacen el acceso a la música mucho más fácil y conveniente. Según el IFPI Global Report, la recaudación por música grabada creció un 9% global. El streaming incrementó su facturación en un 11,5% hasta los 17.500 millones de dólares, mientras que el formato físico creció un 4% con 4.600 millones de dólares recaudados.
Pese a los datos estadísticos positivos, lo cierto es que ya no existen discos que vendan diez millones de copias en formato físico. Una sola canción puede alcanzar, eso sí, mil o dos mil millones de streams en Spotify y YouTube y generar mucho dinero a un coste mucho menor gracias a la democratización y abaratamiento de la grabación profesional de música. Gracias a las redes sociales, los artistas y las discográficas pueden llegar fácilmente a los fans de manera directa, segmentada y precisa, con cálculos muy afilados de retorno de la inversión.
Pero hubo un momento en que el canal de comunicación hacia los seguidores eran los medios y, en particular, la prensa especializada. Una hegemonía que duró décadas y que dio lugar perversiones (la “payola”, mismamente en el caso de la radio comercial) y al ensalzamiento de determinadas figuras periodísticas que ejercían como prescriptores de contenido. Filtros humanos de producto musical que determinaban lo que había que escuchar desde sus atalayas mediáticas. Si un determinado locutor o redactor decía que un disco era bueno, la gente salía a comprarlo.
Las discográficas siempre tuvieron en mente que los medios eran la mejor manera de acceder a los potenciales compradores de sus lanzamientos. Más allá del viciado intercambio de la publicidad, donde la discográfica compra espacio publicitario en un medio y dicho medio ofrece visibilidad a sus lanzamientos, con el tiempo emergió una operativa que era mucho más delicada y sucinta. Se trataba de invitar a determinados periodistas a viajar, con todos los gastos pagados, a diferentes actividades con una determinada banda a sabiendas de que eso se reflejaría en el medio de comunicación y, habitualmente, con luz muy positiva.
Así pues, ya en 1977, Kiss se llevaron a un contingente de periodistas norteamericanos a Japón para que observasen de primera mano el desembarco de la banda en tierras niponas y la histeria colectiva que generaban en aquel lejano territorio. Kiss no estaban girando por Estados Unidos en ese momento, lógicamente, pero su presencia en los medios era constante. Y los periodistas, encantados de hablar de las maravillas de la banda en aquellas tierras.
Durante los años 80, la cosa se fue sofisticando. Las discográficas se fueron especializando a la hora de organizar auténticas excursiones para los periodistas con la esperanza de que luego hablasen bondades de la banda o el disco de turno. A veces los viajes eran para escuchar en el estudio un disco mucho antes de su puesta a la venta y ofrecer primeras impresiones a los lectores, lo que se conoce como listening session.
Habitualmente, tras ella, el músico o banda realizaban entrevistas con la prensa, que serían las primeras en aparecer. Un win-win: el medio tenía contenido exclusivo, la discográfica y el management del grupo se aseguraban que ese contenido hablaría positivamente del lanzamiento porque la propia experiencia era algo positivo que todo lo impregnaba, generalmente.
En otras ocasiones, los viajes eran para ver un concierto de un grupo y entrevistarles en exclusiva, buscando generar visibilidad en determinados países donde el grupo iba a actuar en el futuro o sencillamente para mantener el interés en el artista en determinados territorios. Todo ello cosas que, hoy en día, son fácilmente salvables con un reel promocionado a un determinado territorio o una buena campaña de marketing digital bien segmentada.
Págame unas botas de nieve
Como redactor o director de varias revistas pude vivir, en primera persona infinidad de viajes, pese a estar viviendo los últimos momentos de dichas prácticas. Entre 2004 y 2019 – la pandemia y zoom lo hicieron todo mucho más aburrido y nunca nos recuperamos de ello- pude cenar fish & chips con Saxon, ir a 300km/h en un coche de carreras con Victor Smolski de Rage en el circuito de Nurbürgring, ver a periodistas inundar taxis de vómito, dormirme inexcusablemente durante una listening session de un grupo de death metal, cenar en churrasquerías brasileñas con Sepultura, tomar un té con Iron Maiden en Canadá o irme al Círculo Polar Ártico con Lordi.
Precisamente ese viaje con Lordi es útil para poner todo en contexto. Era el año 2004 y, en aquel entonces, escribía para Metal Hammer. La discográfica -en aquel momento y, si no recuerdo mal, era BMG Finlandia / Drakkar – quería invitar a un periodista español a presenciar un concierto de Lordi en su ciudad natal, la lejana Rovaniemi. El encargado de promoción de la distribuidora en España, K Industria Cultural, era Richard Royuela, conocido por su trabajo como periodista musical en Rockzone o Rock Hard entre otros. Royuela propuso a Joan Singla de Metal Hammer el viaje, Metal Hammer me lo propuso a mí -nunca decía que no a ninguno- y listos. La discográfica se ocupaba de los vuelos (Barcelona – Helsinki, Helsinki – Rovaniemi, Rovaniemi – Helsinki y Helsinki-Barcelona, unos 650€ de la época) y de un hotel de cuatro estrellas en el centro de Rovaniemi. El momento era especialmente idílico: el mes de diciembre, cuando apenas hay dos horas de luz en aquellas latitudes y todo está nevado. Y a veinte grados bajo cero.
Por mi experiencia en estas cuestiones, expresé mi preocupación a Royuela sobre los otros gastos derivados del viaje. Taxis, comidas, cenas…y botas de nieve. Y una buena chaqueta, claro. No entraba en mis planes ir a la nieve y los escasos 180€ que me pagaría Metal Hammer por mis seis páginas de reportaje no iban a cubrir el desembolso de todos aquellos conceptos. Llegué a un acuerdo con el sello: quería 600€ de presupuesto para gastos, que luego justificaría mediante tickets. El sello, aunque dubitativo al principio, no se negó. Mi economía era la de una persona de 20 años y no estaba para grandes dispendios.
Gracias a aquel viaje pude conocer a Papa Nöel, al que tenían recluido en un parque temático navideño de la zona. Pero más allá de eso, pude ver en directo a Lordi en una pequeña sala de 300 personas en su ciudad natal, con suficiente pirotecnia como para hacer el ambiente irrespirable. Al día siguiente del concierto, en una habitación del hotel, Mr. Lordi en persona me recibiría totalmente montado para hacer una entrevista de una hora. El error fue que Kiss salió a colación en los primeros compases de la entrevista. Mr. Lordi era el presidente de la Kiss Army finlandesa, el mítico club de fans de Kiss. Prácticamente la hora entera de entrevista versó sobre asuntos variopintos de la historia de Kiss que nada tenían que ver (o si, indirectamente) con Lordi.
En cierta ocasión, pude ir a la antigua mansión de David Gilmour en South Oxfordshire, conocida originalmente como Hook End Manor y de la que Gilmour huyó tiempo atrás sin motivo que haya trascendido públicamente. Trevor Horn de The Buggles adquirió la mansión tiempo después y la renombró Sarm West Studios. Allí, Iron Maiden grabaron su controvertido “A Matter of Life and Death” en 2006 y allí pude ir a escucharlo un 23 de Junio de 2006 en medio de estrictas medidas de seguridad en lo referente a los aparatos reproductores de música.
La banda, además, había organizado varias carpas con maquinas de videojuegos y un despliegue más propio de un antiguo arcade que de una mansión inglesa. Junto con unas cuantas chicas voluptuosas a modo de azafatas, la prensa pudo escuchar el disco, comer algo durante el tedioso rato que implica esperar tu turno de entrevista y respirar aire puro muy británico. Allí pude entrevistar a Steve Harris para Metal Hammer y, curiosamente, a Nicko McBrain y Janick Gers -de rebote- para un artículo de la revista Play Station.
El problema vino a la vuelta. Todos los periodistas volaban desde Heathrow excepto quien suscribe estas lineas, que tenía el vuelo desde Gatwick, algo en lo que nadie reparó a la hora de organizar los transportes de vuelta y de lo que nos dimos cuenta a medio viaje en taxi hacia Heathrow. Una vez bajaron del taxi los periodistas que volaban desde Heathrow, salimos pitando en taxi hacia Gatwick. El vuelo salía a las 18:25 y eran las 17:00. 50 kilómetros separan ambos aeropuertos, pero en Viernes por la tarde, la M25 es un drama en cuanto a tráfico y el viaje se alargó casi hora y media. De algún modo, el vuelo se fue retrasando por motivos operativos y pude llegar a tiempo pese a todo. El coste del ticket de taxi: casi 300 libras. Pagado sin problemas por la discográfica, claro. En aquella época, Iron Maiden vendían más de 50.000 copias de sus discos en España.
¿Qué hago en una churrasquería con Sepultura?
En otra ocasión, Sepultura decidieron invitar a un periodista español, a través de su discográfica SPV, a un viaje a todo trapo a Brasil con motivo de la edición de “Dante XXI”, su disco de 2006. El compromiso era el de darles una portada en Metal Hammer y sacar la entrevista a lo largo de tres números distintos para estirar el chicle de la exposición mediática.
Sepultura siempre habían sido populares en España y las ventas seguían siendo respetables, pese a que se observaba la debacle progresiva del formato físico tras la irrupción de las descargas a través de programas P2P y servidores de descarga directa. Era octubre de 2005 y quien suscribe estas líneas cogió un vuelo a Lisboa y, por los pelos, cogió otro con destino a Sao Paulo. Allí esperaban otros compañeros de medios europeos y estadounidenses en el aeropuerto y todos fuimos juntos al hotel Sheraton de Sao Paulo, donde dormiríamos las siguientes cinco noches, con cinco días llenos de actividades con la banda.
El primer día comeríamos con ellos e iríamos al estudio a escuchar su nuevo disco, con una sesión de entrevistas al acabar. El segundo día iríamos al estadio Morumbi a ver un partido de fútbol desde el palco entre el Paulista FC, del que Andreas Kisser era forofo, y otro equipo. Tras ello, iríamos a una popular churrasquería de aquellas en que has de marcar con un pequeño disco de colores si quieres que sigan cortando carne directa al plato o si estas ya a punto de vomitar. Al tercer día visitaríamos un centro comercial en el centro de Sao Paulo donde estaba situado el club de fans de Sepultura en un local y cenaríamos todos juntos junto con los hijos y esposas de algunos miembros de la banda. Era bastante evidente a lo largo del viaje que algo pasaba con Igor Cavalera: la banda y él se comunicaban poco y apenas vino a las actividades planteadas. Poco después se anunciaría su salida del grupo.
Al día siguiente, día libre, todo se basaba en recargar pilas en la piscina del hotel antes de la vuelta a España. Se nos recomendaba explícitamente no salir del hotel a pasear en solitario dados los altos índices de criminalidad de la ciudad brasileña. Allí donde íbamos, íbamos todos juntos en monovolúmenes y nos íbamos todos juntos. Si no recuerdo mal, nos acompañaba personal de seguridad.
Hubo muchas historias más: desde escuchar un disco de Brainstorm en una mina a treinta metros bajo el suelo en invierno, a visitar museos de historia con Threshold, ver como Tom Angelripper de Sodom se duerme en plena entrevista de la borrachera que llevaba, ver DVD’s de Manowar en un cine del centro de Frankfurt con la propia banda o plantarte en Phoenix, Arizona, para que no estés en la lista de invitados de un festival al que te han invitado, con todo pagado, Avenged Sevenfold.
“Fred Durst no ofrece entrevistas”
Más salvaje fue la historia que vivió el periodista especializado Mariano Muniesa, conocido por sus libros de infinidad de artistas y su trabajo en La Heavy, Kerrang, Rock Hard y el programa de radio Rock Star de Los 40 Principales. Muniesa vivió algunos grandes greatest hits de los viajes de promoción desde su privilegiada posición mediática en los años 90 y buena parte de los 2000’s. Pero si un viaje destacada por encima de los demás, ese fue el que hizo con Limp Bizkit.
“Fue en primavera de 1999” recuerda. “Nos invitaron a Los Angeles durante cinco días para entrevistar a Limp Bizkit. La compañía no solo invitó a Metal Hammer, a Heavy Rock, a Kerrang y a Popular 1. También invitaron al crítico de música de El Mundo, al crítico de música de El País… fuimos doce periodistas. Cada uno con habitación individual. Cinco noches en un hotel de Los Ángeles, con todos los gastos pagados de comidas, desplazamientos y demás. El representante de la compañía en aquel entonces era Josep Puig, que creo que tras aquella aventura abandonó la música” explica entre risas.
Las actividades con la banda tendrían lugar en los míticos estudios Oceanwave de Los Ángeles. “Yo creo que con pisar aquella moqueta ya me temblaban las piernas” recuerda.
Pero si a alguien le acabaron temblando las piernas no fue precisamente a Muniesa.
“Lo primero que sucede al llegar allí es que el de la compañía nos dice que Fred Durst se niega a dar entrevistas” dice entre risas. “Que él no habla con la prensa. Puig comienza a hablar con los de la compañía americana y nos deja allí un rato. Sale absolutamente demacrado. Este chico envejeció diez años en cuarenta y cinco minutos. Nos dijo “no hay entrevistas con Fred, las hace todas Wes Borland”. Bueno, vale. ¿Y cuanto tiempo tenemos? “Tenéis quince minutos cada uno con Wes Borland”.
“El tío debía estar pensando “nos acabamos de gastar tres millones de pesetas en todo esto” (18.000€ de entonces) para que los periódicos y medios saquen a la banda y Fred Durst pasa de hacer entrevistas y Wes Borland, que es el segundón del grupo, solo ofrece quince minutos” explica. “Era una de esas cosas absolutamente kafkianas. No se como Universal Music siguió con Limp Bizkit tras una experiencia como aquella. Ahora, eso sí, para mí fue algo cojonudo porque aunque ya conocía Los Ángeles fue genial estar allí cinco días con todos los gastos pagados, toda una pasada”.
Hubo una lectura positiva inesperada. “Afortunadamente estaba en el estudio Terry Date. Y a quien entreviste sin pensarlo, evidentemente, fue a Terry Date.”
Una exhibición ecuestre con Matchbox 20 y Bo Derek
Richard Royuela, veterano periodista que ha pasado por muchas de las capas de la industria (desde promoción a producción, distribución y director de medios) aún vivió la época en que no se escatimaba en gastos y sucedían cosas tan absurdas como que Matchbox 20 te invitasen al rancho de su manager para, aproximadamente, no hacer nada en varios días.
“Mi viaje con Matchbox 20 fue lo más increíble de la vida” relata por teléfono. “El primer disco de la banda había vendido una barbaridad en Estados Unidos, algo así como diez millones. Fue un boom”.
En aquellos tiempos, a finales de los 90 y principios de los 2000, los discos vendían cantidades astronómicas. Napster era un nubarrón oscuro en el horizonte y la tormenta aún no había llegado del todo.
“Cuando sacaron el segundo disco imagínate cuánto dinero había para gastar” explica. “Eran cantidades indecentes de dinero. Supongo que en España el grupo no había funcionado, porque ese perfil de banda no solía funcionar mucho aquí”.
“Nos llamaron desde la discográfica a Rockzone” relata. “Imagínate si era poca la trascendencia del grupo en España que el tío del sello se acordaba de una crítica que había salido del primer disco y que había firmado yo. No dejaba mal el disco, porque ese rock moderno a mí no me desagradaba y aquello era algo novedoso en la época”.
“El tío de la discográfica me dijo que había un viaje con Matchbox 20 a Estados Unidos y yo pensaba “¿Matchbox 20 y Rockzone?”. Pero mira, el caso es que me fui con un periodista de Radio 3, Santiago Alcántara, que era bastante popular”. El responsable del sello en España era ni más ni menos que Dani Mezquita, conocido por su trabajo en Hombres G, que aún no habían materializado su reunión. Desde Dro/Warner gestionaba el lanzamiento de Matchbox 20.
Ya en Los Ángeles, Royuela recuerda que les vinieron a buscar directamente en limusina.
“Nos llevaron a Santa Barbara, que está a una hora y pico de trayecto” recuerda. “Era un complejo, un resort. Pero llegué tan cansado que caí dormido inmediatamente. Si que recuerdo entrar a la habitación y pensar “hostia, esto parece muy grande”, pero estaba tan cansado que no pensé más. Cuando me desperté me di cuenta de que la habitación era más grande que mi casa. Abro la ventana y tenía vistas al mar. Algo super bonito.”
“Aquel día teníamos una comida con el grupo y no se qué actividades con el grupo. Nos llevaron al rancho del manager, que era una pasada. Había barbacoa, mariachis tocando cuando llegamos y una exhibición ecuestre donde la presentadora era Bo Derek. Imagínate. Había gente famosa por todas partes y era todo una auténtica barbaridad”.
“Por la noche teníamos una cena en un restaurante mexicano y el grupo tocó a pelo siete u ocho temas. Cenamos todos y nos volvimos al hotel. Al día siguiente teníamos día libre en Los Ángeles con todo pagado y a todo trapo. El tío del sello pagaba todo. Yo me fui a comprar discos, fuimos a comer sushi a un sitio de puta madre…y bueno, al día siguiente vuelvo a Barcelona y hago una entrevista telefónica con la banda”.
Porque evidentemente, Matchbox 20 en ningún momento se sentaron a hacer entrevistas con las decenas de medios en los que se habían gastado una millonada invitando a semejante viaje.
“Evidentemente el disco no llegó a ninguna parte en España” ríe el periodista. “Pero yo me pegué el viaje de mi vida”.
Si bien los viajes por Europa podían ser algo menos glamourosos “normalmente, cuando ibas de viaje a Estados Unidos todo era bastante sobrado” explica Royuela.
“Recuerdo ir a ver un concierto con Marilyn Manson, Hole y Monster Magnet en el Forum de Los Ángeles. Fue el famoso bolo donde Marilyn Manson se subió a una tarima, se bajó los pantalones y al querer andar, se cayó y al octavo tema se acabó el concierto”.
“Aquel viaje también fue a todo trapo. Una bestialidad. Los presupuestos que se manejaban eran brutales. Pero lo de Matchbox 20 nunca lo superaré”.
Viejos buenos tiempos
Parecen crónicas de otra época pero, hasta 2014 o 2015 eran ocurrencias relativamente frecuentes. A día de hoy tan solo aparecen un manojo de estas oportunidades de viaje y se suelen centrar en los medios en papel que aún quedan en pie, que las discográficas suelen asociar al público que aún compra formato físico, el más rentable. Si bien las condiciones de dichos viajes se fueron precarizando con los años (se intentaba evitar pagar comidas o se ponía a dos periodistas a dormir en la misma habitación de hotel para ahorrar costes) lo cierto es que eran herramientas útiles para que los músicos y la prensa intimaran de algún modo y se superase la barrera que siempre ejercen managements y discográficas, más allá de la intención última que era la de conseguir visibilidad en los medios.
Hoy todo sucede en Zoom o por Skype, en el mejor de los casos. Los músicos, ocasionalmente, realizan entrevistas presenciales en las salas de conciertos cuando están de gira pero es menos común que antes. Las entrevistas ya no venden igual. El artista dice lo que quiere decir en sus redes sociales y stories sin pasar el filtro de los medios. Son otros tiempos. Pero más allá de las notas de prensa hiperrevisadas por los managements y los posts en redes repletos de paja por parte de los artistas, aquellos momentos compartidos entre prensa y músicos daban lugar a una crónica de su historia mucho menos dada a revisionismos interesados y mucho más fiel que ahora, en pro de la eficacia empresarial, se ha perdido.
Sergi Ramos
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