Si alguna banda tiene en su haber giros de volante y si siguen en ruta a buen seguro que seguirán dándolos esos son por derecho propio los suecos Meshuggah, dueños de una carrera compleja, complicada y desconcertante que dificulta seleccionar un puñado de canciones y darles un orden.

Esas son las características por las que el consenso en cualquier lista de Meshuggah será imposible y conociendo cómo se las gastan, dentro de unos años será, tal vez, algo o bastante diferente pues son también dueños de algunos lanzamientos no tan plausibles como otros.

Dejar fuera el contenido de discos como ‘Contradictions Collapse’ o ‘Rare Trax’ tal vez no sorprenda a nadie pero no seleccionar nada de ‘Destroy Erase Improve’ quizá suscite reticencias. Además puede chocar que trallazos incontestables del estilo de “Rational Gaze”, “Born In Dissonance” o “Future Breed Machine” se caigan de la lista de reproducción.

La selección contiene temas que no deberían faltar en ninguna lista y si bien es cierto que la mayor parte se centra en su etapa ‘ObZen’ y posterior (no debería dudarse que es la más fructífera en cuanto a creatividad) abre sus puertas a los trabajos anteriores que forjaron y cimentaron esa creatividad. Estas son (de momento) las 10 mejores canciones de Meshuggah en orden cronológico y de aparición en sus discos.

“New Millennium Cyanide Christ” (‘Chaosphere’, 1998)

Un tornillo gigantesco de acero penetrando en el cerebro y traspasándolo mientras se dispersa por toda su superficie. Las guitarras escupiendo metralla, la base rítmica volando muros y esa voz furiosa, llena de brío reflejo y herencia de ‘Destroy Erase Improve’ hacen de este tema un ejemplo a seguir y a señalar cuando de intensidad se habla.

“Perpetual Black Second” (‘Nothing’, 2002)

¿Desbanca este tema a “Rational Gaze”? Más que eso, esta bestialidad posee la cualidad innata de la contundencia y la complejidad. El bajo mantiene una presencia más que interesante junto a las sempiternas guitarras mientras que la batería, cuando se eleva por encima de todos ellos, abre los oídos a quien quiera dejarse sorprender por su concepción.

“Disenchantment” (‘Catch Thirty Three’, 2005)

Tal vez no sea la canción más popular de este disco, pero es un reflejo de cómo estaban Meshuggah en esa época pre-ObZen. Aquí ya se huele el brutal estallido que va a suceder. Cortante, poderosa, cambiante, repetitiva, es más atractiva que bella porque la belleza se diluye con el tiempo y el atractivo aumenta, como lo hace este brevísimo ejercicio de inteligencia musical. Heavy. Sin más.

“Combustion” (‘ObZen’, 2008)

Llegamos a la piedra de toque del grupo. El disco que podría estar aquí entero y no suscitar batallas. Este tema, el que lo abre, tiene la virtud de ser la puerta que franquea el paso al resto de joyas. Abrasador y despiadado parece que no va a poder ser superado, uno de esos temas que acojonan al resto de los del disco. Sus cambios de ritmos se alejan de la gratuidad o la banalidad para concentrarse en el momento exacto y con la duración ideal. Furia y calma unidas sin chirriar.

“Bleed” (‘ObZen’, 2008)

Tratar de alumbrar algo nuevo para justificar que este tema esté en una lista es absurdo, tan solo escuchar la batería ya serviría para generar consenso, pero es que además la  conjunción entre guitarras y voz es tan deliciosa que esta casi parece un instrumento más. Y de repente un magnífico bucle que sirve para tomar fuerza y seguir percutiendo. Tiene la virtud de ser bestialmente repetitiva sin que repita y eso es un logro que muy pocos temas pueden presumir de poseer de forma tan digna en el metal. Eso sin olvidar esos detalles que flotan sobre el tema para hacerlo aún más grande.

“ObZen” (‘ObZen’, 2008)

Más de lo mismo, otro tema que discutirlo es perder el tiempo. Sin él la redondez de “ObZen” no serían tan perfecta. Dotada de una velocidad contenida, de una furia controlada y de una bestialidad latente, esta canción, en su gravedad, se convierte en un poderoso martillazo en la nuca que despierta la atención y aclara por qué, cuando quieren, Meshuggah son tan poderosos.

“The Demon’s Name Is Surveillance” (‘Koloss’, 2012)

Como un tren de alta velocidad atravesando un paisaje montañoso. Así es este tema, un acelerado ejercicio de control musical que no corre nunca el riesgo de descarrilar hacia la cacofonía. La voz, inmensa, controlada, flota sobre las guitarras y la base rítmica a un tempo que casi parece desconcertar pero que es una cierto absoluto. Haber cantado a la misma velocidad que el tema habría restado puntos a su potencia.

“Demiurge” (‘Koloss’, 2012)

El mejor tema de ‘Koloss’ y al nivel de “Bleed”. Podrá parecer demasiado absoluto, pero es que este tema es así. Absoluto. Sin fisuras. Sin peros. Aquí el grupo agarra al oyente y lo zarandea a derecha e izquierda, arriba y abajo. Golpean contra el techo con la voz y la batería mientras las guitarras azotan hacia todos los lados cabalgando, en ocasiones, sobre esa atmósfera que parece no estar ahí pero que guía el tema durante todo su minutaje.

“Clockworks” (‘The Violent Sleep Of Reason’, 2016)

Otro tema de apertura… engañoso. Es un brutal muro gigantesco e infranqueable cuyas fisuras no lo hacen más endeble sino que sirven para a través de ellas nos arrojen la voz y esas guitarras que podrían derribarlof pero que en realidad aportan aún más solidez a su construcción. Sentir cómo se enredan entre sí y atraen hacia su ritmo al bajo y a la batería sin que estos pierdan su personalidad es un acto capaz de hacer brotar lágrimas de placer.

“Monstrocity” (‘The Violent Sleep Of Reason’, 2016)

Otro tercer tema dentro del disco en que está ¿y van…? Es uno de esos temas que podríamos llamar tapados u ocultos, ese que cuando alguien lo nombra todo el mundo asiente y dice “¡Sí, claro! ¿Cómo pudimos olvidarlo?” Su construcción es como una tortuosa escalera que desciende hacia los infiernos de cada uno azotando esa caída con unas guitarras tan afiladas que cortan hasta el hueso hasta que de repente no hay más peldaños y comienza la caída libre hacia la oscuridad.

Toni de Lola