Posiblemente el mayor show de rock de todos los tiempos, por dimensión, complejidad y contenido y mensaje.

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Cuando Pink Floyd editaron «The Wall» en diciembre de 1979, en la cabeza de Roger Waters ya hacía tiempo que estaba plantada la idea de levantar un muro entre el público y la banda, a modo de dramatización de la barrera que separa ambos mundos. Pero, como imaginaréis, en 1980 era bastante complicado y costoso organizar un espectáculo de esas características. Ante un precio medio por entrada de unas pocas libras o dólares, el espectáculo multimedia de «The Wall» no era viable y tan solo pudo organizarse en cuatro ciudades, a razón de varias noches por ciudad. Toda una revolución en el modus operandi de las giras de rock hasta la fecha, donde el concepto de residencia todavía no estaba implantado como ahora. 

Pink Floyd desarrollaron su show «The Wall» en Londres (1980 y 1981), Dortmund, Los Ángeles y New York, en un total de 31 shows. No obstante, «The Wall» siempre fue un disco muy propio de Roger Waters, pese a llevar el nombre Pink Floyd. Fue cuestión de tiempo que, en plena negociación por la salida de Waters de Pink Floyd, éste se quedase con el control de la obra y el concepto escénico, algo que ya explotó en el mítico concierto de Berlin en 1990. Pero fue en 2009 cuando Waters comenzó a incubar la idea de devolver «The Wall» a la vida, logrando con ello revitalizar su carrera y hacer una de las giras de mayor facturación de los últimos años. Tras 219 conciertos en todo el mundo y 458 millones de dólares facturados, se puede decir que consiguió su cometido.

La gira se convirtió en un asunto de pabellones, en su mayor parte, aunque en el 2012 y 2013 se amplió a algunos grandes recintos y estadios con una producción aumentada que, en el caso del show de Quebec, se convirtió en la segunda producción de «The Wall» más grande su historia, después de la de Berlin 1990.

En el show, el protagonista era indudablemente el muro que se va construyendo a lo largo de la primera parte del concierto, el cual se usa como un gigantesco mural en el que proyectar todo tipo de mensajes anticapitalistas, anti-guerra, referencias a la película de «The Wall», imágenes de soldados volviendo a casa, fotos de personas desaparecidas en las distintas guerras de la edad moderna y otros elementos diseñados para provocar conciencia social. Las proyecciones son el principal espectáculo a lo largo del concierto, de una precisión espectacular, como sucede en el solo de «Comfortably Numb», cuando todo el muro estalla en una proyección multicolor espectacular.

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No obstante, en un show de este calado no falta ni la pirotecnia (que barre el escenario varias veces en el primer tema del show, «In the Flesh»), una replica de un Spitfire que se estrella contra el escenario y estalla en el primer tema, los inflables de la madre y el profesor y un cerdo volador, una habitación de hotel falsa que aparece desde dentro del muro en «Nobody Home», o las plataformas hidráulicas que llevaban a los guitarristas G.E. Smith y Dave Kilmister por encima del muro en «Comfortably Numb», por no hablar de muchos otros guiños teatrales que quedan totalmente superados por el momento en el que el muro es derruido al final del concierto.

Posiblemente el mayor show de rock de todos los tiempos, por dimensión, complejidad y contenido y mensaje. 

https://www.youtube.com/watch?v=zNeyBYvT63M