No habría Stratovarius, Gamma Ray, Primal Fear, Kamelot o Rhapsody de no ser por Helloween. Treinta y cinco años después de la edición del segundo y triunfal “Keeper of the Seven Keys” repasamos la historia que dio lugar a los dos discos que crearon una nueva manera de entender el heavy metal.

A mediados de los años 80, el heavy metal reducía su expresión a una serie de bandas que se podían separar entre lo que hoy conocemos como ‘heavy metal clásico’, capitaneado por Judas Priest, Iron Maiden, Saxon y otros herederos de la NWOBHM y por otro lado, el hard rock de Van Halen, Ratt, Motley Crue o Kiss. En la época, conocido también como heavy metal pero con obvias distancias hacia las primeras bandas mencionadas. La histeria etiquetadora de años posteriores terminaría de colocar las fronteras de cada género. El thrash metal, por su parte, era incipiente pero estaba claro que venía una tormenta y en algunos sitios se escuchaban truenos.

Uno de los sitios más improbables donde escuchar esos truenos era Hamburgo. Mientras que el thrash metal más puro y acelerado se estaba fraguando en San Francisco y Los Ángeles de la mano de bandas como Exodus o Metallica, en Europa las cosas iban a otro ritmo. No había una escena continental de heavy metal, como tal, con las honrosas excepciones germánicas de Accept y Scorpions, que actuaban como principales exportadores del género a Estados Unidos y Asia. Pero con “Walls of Jericho”, unos chavales llamados Helloween habían conseguido hacerse un hueco inmediato en la escena europea que estaba capitaneando el sello Noise Records y su mandamás, Karl Ulrich Walterbach. Walterbach sería quien dotase de cara y ojos a la hoy tan prolífica escena del metal europeo, fichando a Celtic Frost, Kreator, Running Wild, los propios Helloween, Sabbat, Gamma Ray y muchos más.

El salto al éxito

Después de la edición de “Walls of Jericho”, un disco veloz y agresivo en su ejecución pero lleno de melodías mucho más positivas que las que hacían los grupos ‘agresivos’ que salían de la Bay Area, Helloween estaban en el momento idóneo para dar el salto. Tan solo había un problema: que su guitarrista y ‘padre’, Kai Hansen, no podía seguir cantando a un nivel decente mientras tocaba la guitarra a la vez como un demonio. Entra en juego un jovencísimo Michael Kiske, que ficha como vocalista de la banda y con apenas mayoría de edad se enfrenta a algo nunca visto en el mundo del heavy metal de aquel momento: un disco doble. En efecto, Helloween tenían mucho material preparado para su próximo disco y querían mostrar a su nuevo vocalista con un disco doble tildado de conceptual pero que realmente no tenía concepto.

“Keeper of the Seven Keys” vería la luz finalmente no como disco doble, sino como dos discos por separado que se editarían en Mayo de 1987 y Agosto de 1988. El dueño de Noise Records se negó a editar un disco doble, asegurando que dos discos por separado se venderían mucho mejor. Además, la banda no tenía tantos temas finalizados y era la mejor decisión para no retrasar aún más el nuevo trabajo de los alemanes.

Un productor novato que definió el sonido de la banda

En un primer lugar, el productor del disco iba a ser Harris Johns, ya conocido en la órbita de Noise por haberse ocupado de bandas como Grave Digger, Coroner, Kreator o los propios Helloween en “Walls of Jericho”. Finalmente, y bajo consejo de Frank Bornemann, el dueño de los estudios Horus, la banda optó por Tommy Newton, el guitarrista de Victory. Los “Keepers” supusieron su debut como productor pero estaba claro para Bornemann que Newton tenía oído y buenas ideas. Junto al ingeniero Tommy Hansen dieron forma al sonido que definiría a Helloween en primer lugar, y al power metal como género después. Algo que llega hasta nuestros días.

La primera parte de los «Keepers» fue responsabilidad de Hansen ya que Weikath sufrió una operación en la que le retiraron un testículo

La grabación de “Keeper of the Seven Keys Part I” no fue fácil. A la volátil mezcla de personalidades que formaba Helloween, había que sumar que los problemas de salud obligaron al guitarrista Michael Weikath a dar un paso al lado en los meses previos al disco. Una operación en la que le retiraron un testículo y una posterior crisis nerviosa hicieron que fuese Kai Hansen quien llevase el peso de la composición en la primera parte.

Uno para Hansen, otro para Weikath

Las canciones de Hansen, melódicas y pegadizas, dominan el primer volumen, con piezas muy destacadas como “I’m Alive”, “Future World” o “Halloween”. Para el jefe de Noise, Hansen siempre fue el niño bonito, algo que Michael Weikath no compartía precisamente. Por eso y a la vista de los acontecimientos relativos a su salud, dejó mucho del peso del primer disco a Hansen, con quien Karl Ulrich Walterbach se entendía mucho mejor en cuestiones como la selección de temas y la secuencia del disco. Tal fue la frustación de Weikath en alguna ocasión que se tuvo que marchar del estudio más pronto de la cuenta, como cuenta el libro “Damn the Machine : The story of Noise Records”. Tampoco le fue fácil a Hansen trabajar con su compañero de banda, decidido a dejar a Hansen con todo el peso y reducir su presencia a ‘hacer los solos que se me pidan’, en sus propias palabras.

Por su parte, Kiske estaba exultante y dejó asombrados a todos quienes trabajaron con él en el disco, especialmente al duo de productores formados por Tommy Newton y Tommy Hansen, quienes se encontraron con un vocalista que podía cantar seis o siete horas seguidas sin sufrir problemas de voz. El control de la voz de Kiske era impresionante para la edad que tenía y para venir de un entorno de bandas totalmente amateur.

Una combinación ganadora

La combinación entre la voz lírica y poderosa de Kiske, los temas de doble bombo y guitarras stacatto bien afiladas como “Twilight of the Gods” y el enfoque semi-pop de las melodías en el hit atemporal “Future World” es lo que ha servido para dar forma a lo que se conoce como Power Metal europeo. Desde Stratovarius a Gamma Ray, pasando por Rhapsody, Kamelot e infinidad de bandas han absorbido lo que Helloween hicieron en los ‘Keepers’ y lo han llevado a su propio terreno.

La primera parte de los «Keepers» vendió más de medio millón de copias inicialmente

El disco vendió más de medio millón de copias en su momento, elevando a la banda y a su discográfica a alturas hasta entonces desconocidas. Una gira americana junto a Armored Saint y Grim Reaper supuso grandes réditos para la banda aunque también provocó las primeras grietas en la armadura. Fue Kai Hansen quien más fuera de lugar se encontró durante la larga gira americana, donde encontró a faltar habitualmente a sus amigos, su novia y su familia en Hamburgo. Su actitud fiestera durante la gira le provocó un grave caso de hepatitis que le supuso un ingreso de un mes en un hospital de Hamburgo. Fue ahí donde comenzó a replantearse si quería ser otra estrella del rock que se pierde por el camino por culpa de la presión y las largas giras.

Interferencias y discusiones

Durante la gira americana, Sanctuary Management, responsables del éxito de Iron Maiden y con Rod Smallwood y Andy Taylor a la cabeza, sedujeron a Helloween. Se especula con que fue un movimiento para controlar el desarrollo y alcance de una banda que muchos veían como sucesores naturales de unos Iron Maiden que ya habían alcanzado su pico en 1984-1985. Con un management dividido entre Sanctuary en Estados Unidos y Limb Schnoor en Europa, las cosas pintaban confusas para unos Helloween que estaban tan divididos internamente como sus propios managers, a menudo sin saber de quien fiarse o a quien creer.

La típica foto en la ducha.

Entre mayo y junio de 1988 tuvieron lugar las grabaciones de “Keeper of the Seven Keys Part II”, dentro de un clima enrarecido en el que Kai Hansen y Michael Weikath decidieron no trabajar juntos en el estudio, con Hansen grabando de día con Tommy Newton y Weikath de noche con Tommy Hansen. Las duplicidades entre Newton y Hansen daría lugar a airadas discusiones respecto a las mezclas del disco, donde Weikath buscaba imponer algunas de sus ideas más controvertidas trabajando con Tommy Hansen, mientras que Tommy Newton intentaba que Helloween fuesen Helloween, ya que es lo que les había encumbrado en primer lugar. Como consecuencia, ambos “Keeper of the Seven Keys” tienen un sonido bastante distinto, siendo el segundo “Keeper” el que disfruta de un sonido más completo y corpulento, especialmente gracias a la batería demoledora de Ingo Switchtenberg. Si bien Kai Hansen prefería la producción del primer “Keeper”, claro.

La formación más clásica de Helloween. Atención a la cara de resaca de Michael Weikath.

El sello de Weikath se encuentra a lo largo de todos los temas del segundo “Keeper”, con “Dr. Stein” o “Rise and Fall” como principales muestras de su curioso sentido del humor. “Eagle Fly Free”, por su parte, es uno de los clásicos más reconocidos de la banda, completado con una sección solista donde cada miembro tiene espacio para brillar brevemente, casi como si de un combo de jazz se tratase. Sin embargo, es “I Want Out” el tema más conocido de todos. Una carta de despedida de un Kai Hansen cada vez más desencantado con Helloween y con lo que suponía estar en el ojo del huracán en el intenso mundo del heavy metal de finales de los ochenta. Aunque la banda era conocedora de sus discrepancias, tan solo el productor Tommy Newton sabía de sus intenciones de dejar la banda.

Un single curioso

Cuando “Dr. Stein” se editó como primer single del nuevo disco, Helloween contaron con el apoyo inmediato de Noise Records, que editó cinco o seis versiones distintas del single, optando por dedicar sus esfuerzos económicos a destacar su lanzamiento en las tiendas en lugar de dejarse un dineral en anuncios y en prensa.

El single de «Dr. Stein», clásico indiscutible de Helloween

El tema en cuestión no era del agrado de Karl Ulrich Walterbach de Noise Records y en el libro “Damn the Machine” asegura que una canción “como esa” podría haber “matado a la banda”. En su opinión el single inicial debería haber sido “I Want Out”. “Dr. Stein”, una historia sobre el doctor Frankenstein produciendo diferentes versiones de su legendario monstruo, no parecía la temática más adecuada o la canción más ortodoxa para llegar al público del heavy metal.

Un millón de copias vendidas y un líder fuera de la banda

El disco sería finalmente editado el 29 de agosto de 1988, coincidiendo con la aparición de Helloween en el festival de Donington de aquel año. Telonearían a Iron Maiden en los meses venideros como parte de la gira “Monsters of Rock” y el tour “Seventh Son of a Seventh Son” de los británicos, una de sus cúspides de popularidad. Pero en Helloween las cosas seguían su curso y Kai Hansen ya tenía un pie fuera. Su última gira, el “Pumpkins Fly Free” a lo largo de Alemania y UK serviría como despedida efectiva, tocando su último concierto con la banda el 8 de noviembre de 1988 en Birmingham. Sería sustituido por Roland Grapow, hasta entonces guitarrista del grupo Rampage y, en sus propias palabras, “un amateur total”. Con el finalizarían la gira en Junio de 1989, con el “Keeper II” pasando el millón de discos vendidos y certificado como disco de oro en múltiples territorios como Alemania y Japón.

Sería el último gran momento de Helloween en mucho tiempo. Lo que vendría después (los decepcionantes “Pink Bubbles go Ape” y “Chameleon” junto con la salida de Kiske de la banda) sellarían un futuro incierto para unos Helloween que no supieron o no pudieron surfear la ola del éxito cuando estaban en el zenit de sus capacidades.