La popularidad está plagada de incómodos compañeros de viaje. Gente que quiere ser tu amiga por mero interés, gente que te traiciona y gente que quiere ser tú. En ese último ámbito, existe gente que -literalmente- quiere ser tú. Tanto que termina pensando que lo es.

El mundo del rock está plagado de casos donde presuntos impostores han llegado demasiado lejos. No hace falta ser la mayor estrella del mundo: incluso gente como Mike Portnoy (Dream Theater, etc.) han tenido su sana dosis de tipos más o menos enajenados que se hacían pasar por ellos por diversos motivos. Pero dentro de la mitología del rock, no exenta de leyendas urbanas más o menos agradables de creer, existen casos en los que el impostor había acabado -de facto- formando parte de la banda.

Durante décadas ha circulado el rumor de que Paul McCartney había muerto en 1966, siendo sustituido por un clon que habría mantenido la ilusión durante todo este tiempo. Un rumor que incluso fue reconocido y comentado por los propios Beatles ya desde 1967. De la misma manera, Elvis no habría muerto en agosto de 1977, sino que habría cambiado de identidad para llevar una vida relativamente anónima. En noticias relacionadas, la tierra es plana y lo de la llegada del hombre a la luna fue un montaje. Y casi como una mezcla de todas esas variables, en 1988, Mötley Crüe descubrieron el zenit de la popularidad cuando, oficialmente, llegó el impostor de Nikki Sixx.

Nikki no era Frank

Pocas bandas eran más famosas que Mötley Crüe en 1988. Capitalizaron el hedonismo y la decadencia del hard rock de los años 80 llevándola a un nuevo nivel y generando un aura de tipos sin ley que fue casi tan importante como su propia música a la hora de construir su leyenda y potenciar su legado. Recién editado “Girls Girls Girls”, con la banda totalmente carcomida por las drogas y enfrascados en inacabables giras por todo el mundo que buscaban explotar al máximo su capacidad para generar ingresos, el grupo era una fuente de noticias continua.

Cuando no era una pelea, era que Nikki Sixx había resucitado tras una muerte clínica por sobredosis de heroína. Cuando no, era que Mick Mars había dado como excusa “la nieve en los techos de los pabellones europeos” para cancelar una gira europea de invierno. Y para coronarlo todo, un buen día estalla la historia de Matthew Tripe.

Matthew John Trippe fue adoptado de pequeño y creció en Eerie, Pennsylvania. Con una infancia complicada y muchos conflictos derivados de su relación con unos padres estrictamente católicos, Trippe quedó fascinado por el satanismo y llevó una vida donde los pequeños hurtos y crímenes salpicaron su reputación.

Trippe dejaría Pennsylvania en 1982, marchándose a Los Ángeles en verano de aquel mismo año. Tras comprar un coche de segunda mano en el que a menudo dormía, Trippe comenzó a pasearse por la escena de LA y los garitos del Sunset Strip. Según explicaría Trippe más adelante fue ahí, durante una noche en el Troubadour,  que un hombre llamado Mick Mars se presentó. Mars era el guitarrista de Mötley Crue, por entonces una banda en fulgurante ascenso en la escena angelina y en el rock duro en general. Según Trippe, Mars le invitó  a un bebida y le indicó que le acompañase a un espacio más discreto del bar para hablar en privado.

Mars le explicó que el bajista de la banda, Frank Ferrana, conocido públicamente como Nikki Sixx, había resultado herido en un accidente de coche. Y la banda, recien contratada por Elektra Records, no podía permitirse fallar. Con compromisos discográficos y de gira por todas partes, el grupo necesitaba cumplir. Y la similitud física -con bastantes reservas- entre Trippe y Ferrana le dio a Mars la idea.

Trippe, según parece, le dijo a Mars que podía tocar el bajo. Del Troubadour ambos se fueron a ver a Doc McGhee a su oficina en Los Angeles, donde Matthew Trippe realizó una prueba ante el mítico manager, tocando varios temas de heavy metal. Allí mismo, McGhee le dijo que estaba fichado para convertirse en Nikki Sixx durante una temporada. En camino estaba el que sería el primer gran clásico de Mötley Crüe: el seminal “Shout at the Devil”.

Según explicó Trippe en su día – y aquí es donde las cosas toman un cariz más dudoso- McGhee llevó a Trippe a un apartamento junto a Tommy Lee. Entre drogas y alcohol, Lee ayudaba a Trippe con sus movimientos escénicos. A su vez, McGhee le insistía a Trippe con que a partir de ahora siempre tenía que firmar como “Nikki Sixx” en todas partes, aunque fuese un ticket de parking.

La banda comenzó a trabajar en lo que sería “Shout at the Devil”, el sucesor del exitoso “Too Fast For Love” de 1981. Con ayuda y ánimos de Doc, Trippe conseguiría componer dos temas: “Danger” y “Knock ‘Em Dead Kid”. El disco se editaría en Septiembre de 1983 y treparía hasta el top 20 de las listas Billboard. Trippe se convirtió en una estrella del rock, haciéndose pasar por Nikki Sixx. Pero en abril de 1984, Frank Ferrano -el Nikki Sixx real- ya recuperado de su accidente volvió a la banda y Trippe fue enviado a la cola del paro.

El ocaso

Trippe volvió a vivir con sus padres, ésta vez a Florida. Allí comenzó a frecuentar compañías de dudosa reputación y a meterse en follones. Un buen día acabó arrestado por robo y, tras pagar la fianza, llamó a Doc McGhee, que nunca le retornó la llamada. En el juicio, Trippe tuvo un abogado de oficio y fue sentenciado a dos años de arresto domiciliario.

Poco después, en 1985, cuando Mötley Crüe editaron su tercer disco, “Theatre of Pain”, Mathew reconoció una canción. Se titulaba “Save Our Souls” y, aparentemente, la había compuesto él. Estafado por la banda y sin recibir el pago de ningún royalty y ahora bajo arresto domiciliario, Trippe comenzó a valorar hacer pública su historia.

Tuvo que ser un oficial de inteligencia del ejercito estadounidense, Michael Aquino, quien le abrió los ojos a Trippe. Aquino había fundado el culto satánico del Templo de Seth, tras haber formado parte de la Iglesia de Satán de Anton LaVey. Trippe se había unido a la orden satánica de Aquino, quien le recomendó que buscase un abogado para demandar a Doc McGhee y a Mötley Crüe. En lugar de buscar un abogado, Trippe buscó un investigador privado, llamado Jerry Rollins Oglesby. Éste comenzó a reunir evidencias y un buen día éstas acabaron sobre la mesa de Kerrang, la mítica revista británica de heavy metal.

Kerrang publicaría un reportaje de cinco páginas titulado “Trippe or Cheat?” en Febrero de 1988. Si bien la historia tenía miga, las fotos que acompañaban a las alegaciones generaban más preguntas que respuestas. El caso es que Trippe finalmente buscó a un abogado y denunció a McGhee Enterprises Inc en Florida. El interés mediático creció inmediatamente y Trippe decidiría capitalizarlo poniendo en marcha una banda llamada Sixx Pakk, que no duraría demasiado.

Finalmente, el 10 de diciembre de 1993, la demanda contra McGhee Entertainmente fue desestimada. Debido a un retraso, un plazo legal expiró  y Trippe nunca pudo declarar ante el juzgado, quedando para siempre en suspenso su sueño de demostrar que él había sido Nikki Sixx en Mötley Crüe durante un breve lapso de tiempo.

Tras eso, Matt desaparecería, relocalizandose en Florida y dedicándose a reparar relojes. El 1 de diciembre de 2013 moriría con sólo 51 años por fallo multiorgánico tras años de abusar del alcohol. Años después, en una entrevista con la web Chronological Crue, Doc McGhee se referiría a la historia de Matthew Trippe. “Era alguien que quería sus quince minutos de fama” diría el manager. “Me costó un dineral, porque no denunció a la banda, me denunció a mí”.

“Tuve que defenderme. Cuando entró el día que hicimos una declaración en la que estuvo presente me suelta ‘hey Doc’ como si me conociese. Y le dije ‘tío, estás enfermo’. Fue muy bizarro. He tenido a gente haciéndose pasar por mi y pidiendo limusinas o intentando fichar a bandas (…) pero nunca nadie lo había llevado a este nivel. Y que un juez o un abogado lo permitiesen”.

Sergi Ramos