Ahora que una gira por el 40º aniversario de la banda ya no va a ser posible (y esta vez no es por el virus de marras) recordar la validez de la propuesta de Slayer no está de más. Lejos de reivindicar o actualizar su legado, algo que no es preciso, trataremos de refrescar la relevancia de una formación que sabían que eran diferentes, que creyeron ciegamente en sí mismos y que defendían su propuesta ante quienes ni tan siquiera se preocupaban de tratar de entenderla. Dejemos a un lado las controversias y alguna que otra leyenda urbana para sumergirnos en el abismo de Slayer

Quizá en sus sueños menos confesables aquellos chavales californianos, que hacían versiones de sus grupos favoritos y colaban alguna morcilla propia, se imaginaban llenando grandes recintos y copando las partes más privilegiadas de los festivales más prestigiosos del mundo teniendo a sus espaldas una de las discografías más solidas del heavy metal nacido en los años ochenta.

Slayer Resurrection Fest 2019

Slayer (Foto: Jose Antonio Fernández)

Eran diferentes y lo sabían. Más allá de la agitación que provocaba la velocidad a la que ya tocaban, superando lo anecdótico de su devoción por el terror, el gore, el satanismo o la parte más controvertida, y apta para leyendas urbanas, de los temas que tratan en sus canciones, el cuarteto inicial formado por Tom Araya (bajo y voz), Kerry King y Jeff Hanneman (guitarras) y el batería Dave Lombardo aprovecharon la oportunidad que Metal Blade les brindó de aparecer en el recopilatorio ‘Metal Massacre III’ para sobresalir con creces entre la docena de bandas que lo componían con un incipiente “Agressive Perfector”.

Fueron capaces de lograr en sus primeros diez años de existencia de editar tres enormes discos que aún hoy están por derecho propio en el Olimpo de sus grabaciones y que están certificados como Discos de Oro por la RIAA ‘Reign In Blood’ (1986), ‘South Of Heaven’ (1988) y ‘Seasons In The Abyss’ (1990), de aumentar la cantidad y calidad de sus giras en los Estados Unidos y conseguir dar el salto a Europa. Iniciaron ese crecimiento en vivo partiendo desde el mítico circuito californiano de salas en 1983, ampliado a todo el país el año siguiente.

Slayer (Foto: Itsaso Urkia)

Nueva gira en 1985 a nivel nacional con Venom y Exodus, dando al poco tiempo su primer salto a Europa, en el Heavy Sound Festival de Bélgica donde abrieron para UFO y volviendo a EE.UU. para hacer conciertos con Megadeth, Possessed o Metal Church. El remate bien podría situarse en 1988 cuando, en diversas giras, tocaron por Estados Unidos con Judas Priest, Motörhead y Overkill, haciendo lo propio en Europa con Nuclear Assault. Como cierre editan ‘Seasons In The Abyss’ (1990), graban su primer video-single y se lanzan a Europa en la gira “Clash Of The Titans” con Megadeth, Testament y Suicidal Tendencies.

Instinto de superación

Una banda que a lo largo de su existencia tuvo que lidiar con las espantadas del baterista original, Dave Lombardo hasta en tres ocasiones, la primera en 1986, en plena gira con W.A.S.P. : «No estaba ganando dinero. Pensé que si íbamos a dedicarnos a esto, de forma profesional y dentro de un sello importante, quería que me pagaran el alquiler, la luz, el agua, el gas, etc”.

Por suerte en unos meses volvió al grupo hasta que unos años después, en 1992, volvió a largarse, esta vez, además de la consabida queja económica, alegó las tan manidas “diferencias personales y creativas” con el resto de la banda, entre esas “diferencias” podría encontrarse que estaba empeñado a llevar a su mujer de gira con Slayer. Aunque, siendo fieles a Dave, tenía, como es lógico, más interés en estar presente en el nacimiento de su hijo que en girar con el grupo en esos momentos, así lo anunció a sus compañeros al principio del embarazo y se mantuvo firme pese a las presiones de Rick Sales. La tercera fue en el fatídico año de 2013, de nuevo por disputas económicas.

Slayer Reign In Blood

2013, el mal año de Slayer… si la marcha/despido de Lombardo fue mala, no sería nada comparable con lo que venía encima. Los problemas con el alcohol que llevaba arrastrando Jeff Hanneman desde hacía años llegaron a su final cuando una insuficiencia hepática acabaron con su vida el 2 de mayo de 2013. Tom Araya casi auguraba un futuro incierto a la banda, alegando que sería como empezar de nuevo después de 30 años y manifestando sus dudas sobre que los fans aceptasen el relevo de Jeff. Por su parte, Kerry, devastado, declaraba que “Jeff seguirán en nuestros pensamientos durante mucho tiempo. No podemos evitar que hechos desafortunados como este sucedan, pero vamos a continuar, y él estará con nosotros, en espíritu”.

Sobreponerse a los problemas y lidiar con las controversias era una actitud que la banda llevaba grabada a fuego desde siempre. Tras editar “Angel Of Death”, en su disco de 1986 ‘Reign In Blood’, les llovieron acusaciones de apología del nazismo debido a que su contenido lírico se basa en las brutalidades que Josef Mengele llevó a cabo con los prisioneros del Campo de Concentración de Auschwitz. La banda siempre negó esas acusaciones (potenciadas por el interés de Hanneman en la IIGM y su colección de imaginería nazi) con una rotundidad absoluta, como dijo Jeff, trataban de reflejar cómo era posible que alguien involucionase, como Mengele, de médico a asesino carnicero.

 

Tampoco se libraron de enfrentamientos con colegas del mundo musical, se buscaron un duro oponente en Ian MacKaye (Minor Threat, Fugazi) por haber cambiado una frase de su canción “Guilty Of Being White” que aparecía dentro del álbum de versiones ‘Undisputed Attitude’ (1996), cuando al final en vez de cantar «guilty of being white» decidieron decir «guilty of being right”, en un guiño irónico y de mordacidad que les valió recibir acusaciones de supremacistas (de nuevo negadas por la banda) y llegando el propio MacKaye a decir que se había sentido muy ofendido por ese cambio.

Las puntas del pentagrama

Tratar de elegir un puñado de discos entre la docena que la banda editó podrá ser ¡cómo no tratándose de Slayer! controvertido. Haciendo un consciente ejercicio de alejamiento del absurdo “Su discografía de mejor a peor” (¿quién está capacitado para decir que un disco es “malo” o “peor”? Hay que ir cambiando esas feas costumbres) seleccionamos cinco discos como los que ejercieron, y aún ejercen, una mayor atracción en los fans e influencia en otras bandas. Un orden cronológico será el que trate de atenuar, si es que se producen, las controversias. La primera década de creatividad del grupo es, por derecho propio, la más fructífera y brillante, de ahí que cuatro discos editados en esos años merezcan estar en el repóquer de Slayer.

La primera joya que dejaron fue ‘Hell Awaits’ (1985), un disco evolucionado, desafiante, afilado, rápido, desafiante y repleto de furia y rabia. Supone un gran salto respecto al iniciático ‘Show No Mercy’ al que supera en todo: producción, técnica, solidez y visión musical. Indiscutible es reverenciar “At Dawn They Sleep” o rendirse ante “Necrophiliac” o “Hardening Of The Arteries”.

Si parecía que no podía mejorarse la apuesta anterior, un año después descerrajan ‘Reign In Blood’ (1986), quizá el trabajo más completo, complejo, sólido y cercano a la perfección del cuarteto. Pocos discos pueden presumir de tener una concepción tan apabullante y arrolladora como esta. Imposible tratar de desconectarse mientras está sonando: “Angel Of Death”, “Reborn”, «Postmortem» y «Raining Blood», un absoluto ejercicio de fuerza incontenible.

Slayer Reign In Blood

‘South Of Heaven’ (1988) es la demostración de la grandeza creativa de Slayer. Tras el inconmensurable ‘Reign In Blood’ decir que “se frenaron”, o “bajaron el pistón” es simplista. Entregan un ejercicio de autoconfianza que derrocha calidad. Junto a la versión enorme de “Dissident Agressor” (Judas Priest) regalan grandes temas como “Ghosts of War” o “Behind the Crooked Cross”, una bofetada en el rostro de quienes quieran denostar este disco, y para rematar, ahí están “Mandatory Suicide” o “South Of Heaven” como demostración de la calidad del grupo y del disco.

Para quienes digan que ‘Seasons in the Abyss’ (1990) no debería estar aquí, que es un disco asentado en la rutina y alimentado a base de estándares, la réplica sería que supone la revitalización del thrash y la reafirmación de que la banda seguía estando en un nivel creativo muy elevado, un trabajo impecable al que todos los defectos que se le quieran achacar son, en la práctica, virtudes. “Dead Skin Mask” y “War Ensemble” deberían lograr la unanimidad de cualquier oyente mínimamente versado, y a estos se podrán añadir “Spirit in Black” o “Skeletons of Society” para acallar las críticas.

‘World Painted Blood’ (2009) tal vez debería dejar su sitio a ‘Show No Mercy’ (1983), el origen de todo, pero es que este tardío trabajo viene a demostrar que Slayer, cuando parece que no tienen ya mucho que aportar creativamente, pueden soltar un zarpazo que destroza esos convencionalismos paletos. Por tanto entran los dos aquí ex-aequo. Uno es el origen de todo y el otro, quizá, el final. Son las caras de la misma moneda. Dos trabajos para degustar juntos y seguidos en el orden que se desee que no se resentirán.

El legado imborrable

Se abre la sesión. ¿Es Slayer la banda más influyente de las Big Four? Ahora es cuando el abogado defensor dice “Y una de las más influyentes del metal desde de los años ochenta, Señoría”. Si obviamos los rankings “Mejor Banda”, “Mejor Guitarrista”, etc, y descendemos a los infiernos de reconocer las influencias, grandes bandas señalan sin rubor a Slayer como uno de esos artistas que propiciaron su nacimiento y sonido.

La concepción de la estructura de las canciones, los temas tratados -no solo qué sino también cómo-, la propia identidad de su sonido, entre mil circunstancias más, hacen que Slayer deba ser mencionada sin duda alguna cuando se menciona la evolución del metal extremo y evolutivo. Doblando la rodilla y cayendo en la fina trampa de las etiquetas, ¿serían lo mismo que hoy conocemos como black, death, thrash y la infinidad de sus cruces y mixturas sin los discos de Slayer? Deicide, Cannibal Corpse, Sepultura, Lamb Of God, Death, Morbid Angel, Obituary, Mayhem, Darkthrone, Behemoth, Pantera o Kreator son deudores confesos de sus postulados.

Otras bandas a simple vista no tan cercanas al cuarteto californiano reconocen su influencia tales como Lacuna Coil, Gojira, Bullet For My Valentine, SOAD, Foo Fighters o Weezer (¿Weezer?)… después de esto tan solo queda sentarse a escuchar ‘Reign In Blood’ y rendirse a la evidencia. Bueno lo de sentarse es un imposible.

Toni de Lola