Mal olor, viviendo entre contenedores, parasitos y un gran disco de hard rock a cambio de un millonario contrato de Warner. ¿Quién demonios era Stanley?

Todo estaba inventado en 1992. Todo estaba hecho. W.A.S.P. le habían lanzado bistecs de ternera crudos a su público. Mötley Crüe había visto morir y revivir en la misma noche a su líder Nikki Sixx. Gene Simmons escupía fuego y sangre. AC/DC sacaban cañones en directo. Ozzy le mordió la cabeza a un murciélago.

¿Qué más se podía hacer para sorprender al público? Si bien Marilyn Manson reeditaría muchos viejos trucos adaptados a los nuevos tiempos poco después, en aquel momento el rock and roll se encontraba en un proceso de recuperar la austeridad. El simplismo del grunge hizo que los excesos (escénicos, de marketing, de imagen) fuesen vistos con cierto desdén por parte del público. Ahora todo eran amplis, guitarras e ir vestido como el trabajador de una fábrica metalúrgica de Illinois.

El hard rock y el heavy metal se consolidaron sobre el exceso: musical, visual y, en última instancia, comercial. También sobre un machismo exacerbado fruto de la masculinidad tóxica exigida en aquella época a los músicos. Tratar a las mujeres como objetos dejó de ser cool a principios de los 90 y con ello, desapareció mucha de la idiosincrasia lírica y de imagen en el rock duro.

El declive del género era impepinable. Donde Judas Priest llenaban arenas en 1986, allá por 1990 el “Operation Rock & Roll Tour” junto a Alice Cooper y Motörhead fue un completo fracaso (en plena gira del ‘Painkiller’). Iron Maiden andaban en horas bajas con ‘No Prayer for the Dying’ -aunque cogerían impulso con ‘Fear Of The Dark’ en una pirueta inesperada-. Kiss no sabían si querían ser glam o tipos duros. Y en medio de todo eso, desde Seattle llegaba la nueva corriente del grunge auspiciada por una industria que de un día para otro cambió a Nelson, Tuff y Winer por Nirvana, Pearl Jam y Screaming Trees. Todo lo que no fuese eso, lucía tremendamente ridículo ante la opinión pública.

De todo aquel batiburrillo de grupos con diferentes sensibilidades y maneras de ver el rock duro, emergió uno particularmente curioso. Desde la zona de Chicago y Los Angeles aparecería una banda llamada Life Sex & Death, compuesta por tres solventes músicos (batería, guitarra y bajo) y un tipo totalmente fuera de lugar llamado Stanley que hacía las veces de vocalista. Con un lenguaje corporal absurdo, bailes propios de un esquizofrénico y vestido como un ejecutivo de cincuenta años que malvive bajo un puente tras ser despedido de su trabajo, Stanley tenía mucho de indigente en su imagen y muy poco de estrella del rock. ¿Realidad o ficción?

La historia de la banda situaba a un grupo de rock duro ochentero en búsqueda de un vocalista. Un buen día, Stanley – en toda su gloria homeless- apareció en el local de ensayo buscando alcohol y acabó fichado por la banda. En realidad, Stanley era Chris Stann, un glam-rocker amigo del guitarrista de Life Sex & Death Alex Kane. Nadie tenía claro qué era real y qué no: aparentemente quienes conocían a Chris Stann localmente explicaban que era un adinerado inversor que se hacía pasar por vagabundo para cumplir penitencia por una vida de excesos y lujos.

Life Sex & Death lograron editar tan solo un disco, titulado ‘The Silent Majority’, una suerte de clásico de culto que sirve para rememorar un tiempo muy extraño para el rock. Una vez que la banda consiguió salir en programas como «Headbangers Ball» y sonar en la radio, la realidad es que Stanley se lanzó por completo a vivir como un indigente.

Existen testimonios en foros de Internet que hablan de cómo el olor de Stanley era insoportable en los conciertos de la banda en aquellos años. El vocalista llevaba ropa sucia, no se duchaba, tenía parásitos y durante las entrevistas balbuceaba, gritaba y se escondía. A veces se plantaba en medio del público y se quedaba en blanco mirando al infinito durante minutos. Poca broma: se rumorea que Warner/Reprise pagó alrededor de un millón de dólares por fichar a una banda que, poco tiempo después, se desvanecería.

Antes de eso dejarían como único legado el mencionado trabajo ‘The Silent Majority’. Un disco extraño, repleto de hard rock contundente propio de principios de los 90 con tintes de arena rock ochentero en algunos casos. Canciones como “Tank” (con la inmortal letra “soy un tanque, soy un tanque, soy un tanque, soy un tanque”) o “Fuckin’ Shit Ass” (que comienza con Stanley murmurando insultos mientras busca algo y se le van cayendo cosas hasta que sus insultos cogen ritmo) son tan fuera de lo común que enganchan.

El disco, no en vano, comienza con una balada grabada en directo titulada “Blue Velvet Moon”, el colmo del anticlimax. Pero en “The Silent Majority” hay himnos de hard rock como “School is for Fools” o “Raise a Little Hell”. Otras, como “Guatemala” son una oda al sinsentido, con riff blueseros y comentarios sin sentido de Stanley. Para cerrar, el disco ofrece un tema en directo titulado “Big Black Bush” (arbusto negro y grande…) y una balada a piano titulada “Rise Above”. Un sin sentido salpicado con algunas grandes canciones de corte hímnico.

Si uno observa los comentarios de diversos videos de YouTube encuentra a numerosos nostálgicos de la banda, especialmente aquellos que les vieron en directo y recuerdan lo real que era Stanley. El usuario Will Gragido posteaba: “eran muy populares en Chicago antes de irse a LA y que Chris se convirtiese en Stanley (…) Recuerdo estar en el Thirsty Whale y que Chris me diese un gran abrazo vestido de mendigo. Ese olor, amigos, era totalmente real”.

Otro usuario llamado MrJclove01 explica: “trabajé para esta banda durante un año y estuve ahí mientras grababan ‘The Silent Majority’ ) […] En todo ese tiempo nunca vi a Stanley salirse del personaje, si es que era un personaje lo que hacía”.

El usuario aaronbergAPB, que realizó un video documental en YouTube, explicaba que “tuve la fantástica fortuna de estar alrededor de este músico radical (Stanley) después de la ruptura del grupo original. Mientras le conocí, nunca le vi ducharse, cambiarse la ropa y, aunque intentó afeitarse falló miserablemente. Pero más allá de la peste, era un placer conocerle”.

Si bien Life Sex & Death grabarían algunas demos más, nunca más se supo nada más de la banda. El guitarrista de la banda, Alex Kane, se mudó al Reino Unido y puso en marcha el grupo AntiProduct. Cuando un periodista hizo una mala crítica de uno de sus trabajos se ocupó personalmente de enviar un paquete de heces a dicho periodista. Menuda pandilla.

Sergi Ramos