Por amor al arte

 

Frank Kozik ha sido uno de los diseñadores de carteles de conciertos más reconocidos, retorcidos e influyentes de los últimos veinte años. Puede que no fuese más que otro de tantos dibujantes underground durante sus inicios, a principios de los años ochenta, pero poco a poco fue fraguándose una reputación que le permitió trabajar para cada vez más clubes y bandas. Kozik, madrileño de nacimiento, emigró a los Estados Unidos con su familia a mediados de los años setenta, siendo un adolescente

Las malas notas, el hecho de que lo echasen de varios colegios y su afición a las drogas, lo llevaron a ingresar en el ejército. No tardó en ser trasladado a la ciudad de Austin, Texas, donde tomó contacto con la escena punk local, de la que quedó enamorado para siempre. Fue entonces cuando colgó el uniforme y empezó a asistir a cuantos conciertos y fiestas le era posible.

 

Durante unos cuantos años, su vida se redujo a trabajos mal remunerados y drogas varias, pero en el transcurso de todo aquello conoció a unos tipos que se dedicaban a diseñar e imprimir flyers en blanco y negro para eventos underground. Aquello fue el comienzo de su carrera. A mediados de los ochenta conoció al dueño de varios clubes de la ciudad, quien le dio un empleo como portero en una de sus discotecas.

El tipo en cuestión, un tal Brad First, era un fanático de los carteles de conciertos, y al ver las octavillas que Kozik solía hacer, le ofreció pagarle por ellas, sólo que las quería algo más grandes y en dos colores. El amigo Frank se sintió en el séptimo cielo. Se puso a dibujar y diseñar pósteres como un loco, y las bandas que tocaban en el Cave Club, que así era como se llamaba el garito de Brad, se mostraban satisfechas con el trabajo de nuestro protagonista

Lords Of The New Church de Stiv Bators y Brian James, Ministry o Sonic Youth, eran algunos de esos grupos.

El reconocimiento por parte de los fans, los músicos y la prensa local, dio alas a un Kozik que, tras ser introducido en varias técnicas de impresión, tales como la serigrafía, comenzó a codearse con el mundillo artístico de la ciudad y a ofrecerse como artista free lance.

Entonces consiguió su primera exposición en la galería de arte La Luz de Jesús, en Los Ángeles, y empezó a producir sus primeros carteles de gran tamaño y en varios colores.

Sin embargo, cosas de la vida, su relación con la gente de la metrópoli californiana no tardó en avinagrarse, y cuando Frank ya estaba convencido de que su carrera artística había llegado a su fin, el destino quiso que conociera a su amigo Kevin Plamandon, con cuyo apoyo Kozik siguió adelante con su particular forma de entender el arte en el mundo del rock.

 

 

  • KOZIK, O EL SIGLO XX EMPAPADO EN LSD

El estilo gráfico de Frank Kozik bebe de variadas y, a veces, casi antagónicas fuentes, desde los dibujos animados de Hanna-Barbera, el manga japonés, el cómic americano más mainstream, el pop art de los años sesenta, la psicodelia de los setenta, el punk más puro y descarriado, el mundo de los dragsters y de las Harley-Davidson, el arte infantil, la imaginería militar fascista y soviética, la imaginería religiosa cristiana, musulmana e hindú, toda la cultura basura estadounidense, los psychokillers, el horror más camp, el tattoo art, dibujantes como Robert Williams o Jack Kirby… Todo ello pasado por una batidora punk y colorista, en la que se plasma una visión del mundo recién finiquitado del siglo XX sumida en la decadencia, la confusión y la tergiversación tanto estética, moral como informativa. Cuanto más cool es considerado algo, mayor es la mentira que se esconde detrás

 

Frank Kozik es permeable a todo, y de todo se aprovecha a la hora de perpetrar sus enfermizos trabajos. En sus obras pueden encontrarse las aberraciones más delirantes: Pedro Picapiedra pasado de vueltas inyectándose heroína; el oso Yogui tumbado borracho en el bosque mientras el guardabosque le echa el sermón; la virgen de Guadalupe con un micro-pene; niños engullendo ácidos y cerveza; elefantes rosas; cerditos a lo Porky blandiendo cuchillos ensangrentados; la cabeza cortada de Jerry García; inocentes conejitos disfrazados de Hitler; el mismo Hitler sudando como un cerdo mientras le mete mano a un perro; el maléfico rostro de Charles Manson sirviendo de fondo para una angelical foto de Sharon Tate; diablesas enfundadas en trajes de baño estampados con esvásticas; Richard Nixon; Marx; Churchill; Lee Harvey Oswald; la mítica portada de Tintín en la Luna con el famoso cohete estrellándose en un cráter…

Indudablemente, hay quien diría que ésa es la obra de un loco peligroso, aunque, realmente, no es sino un modo de criticar la sociedad de consumo, la manipulación global practicada por compañías, medios y gobiernos. Kozik engulle lo que tiene a su alrededor y lo expulsa en una forma más agradable a su maníaco paladar. Manipula y explota lo que tiene a mano y lo retuerce hasta dar forma a una imagen chocante de la que no podemos quitar el ojo, porque no hace sino hipnotizarnos con su delirio

 

Actualmente hay otros grandes artistas como Coop o Shag, también maestros en el arte de la serigrafía, dedicados al negocio del arte en el rock, aunque nadie ha llegado tan lejos como nuestro querido Frank. La lista de bandas con las que Kozik ha trabajado durante todos estos años es realmente interminable. Si bien, al principio, las bandas de rock más subterráneo, ruidoso y alternativo, como Jesus Lizard, Butthole Surfers, Melvins, Killdozer o unos incipientes Red Hot Chili Peppers eran las que demandaban sus servicios, su creciente fama hizo que artistas consagrados o de más éxito, como los Beastie Boys, Iggy Pop, Ramones, Mötley Crüe, Danzig, Nirvana, The Cramps o los legendarios Alice Cooper y Neil Young, también vieran cómo Frank realizaba carteles anunciando sus conciertos.

A mediados de los años noventa, ya se había convertido en el gurú del poster art, y las bandas del momento, como Beck, Pearl Jam, Nine Inch Nails, Marilyn Manson o Green Day no tardaron en convertirse en clientes habituales. La culpa de todo esto, obviamente, no sólo era de las bandas en sí, sino de sus sellos discográficos, de los promotores de los espectáculos y de los propietarios de los locales donde éstas actuaban

A la par, Kozik diseñaba portadas para los discos de sus bandas amigas, aunque, sin duda, su exposición al gran público llegó de la mano de Offspring, quienes reclamaron su arte para su álbum “Americana”, editado por la poderosa Sony. Frank, ojo avizor, sabía que podía sacar tajada de eso, y cedió uno de sus clásicos dibujos por varias decenas de miles de dólares.

En sus propias palabras, no hizo otra cosa que “prostituirse”. Y no fue la única vez, ya que también ofreció su buen hacer a campañas publicitarias de empresas ajenas al mundo de la música, como Apple Computer, Absolut Vodka e incluso Nike, para la que hizo una mega campaña publicitaria a escala mundial que recaló incluso en la fachada de los grandes almacenes de El Corte Inglés.

 

 

  • MAN’S RUIN, O CÓMO ARRUINARSE Y CREAR UN MITO

Ferviente admirador del catálogo de sellos independientes como Alternative Tentacles o Estrus, Frank sabía que su aportación al mundo del rock no podía limitarse a crear carteles y portadas de discos, así que decidió que lo mejor que podía hacer era fundar su propio sello discográfico. Así, en 1994, nació Man’s Ruin Records. El objetivo de Kozik era, en un principio, editar un single de siete o diez pulgadas cada mes, utilizando vinilos transparentes y de colores y siendo él mismo el encargado del arte y el diseño de cada disco. Al igual que sus pósteres y serigrafías, cada referencia tendría una tirada limitada y se convertiría en un objeto de coleccionista, algo que Kozik tenía en mente desde el principio.

 

Evidentemente, el precio de estos vinilos era infinitamente más bajo que la cantidad que solía pagarse por algunas de sus obras gráficas, que iban adquiriendo cada vez un valor más alto, superando en ocasiones los dos mil o tres mil dólares. Si bien Man’s Ruin contaba con distribuidoras en Estados Unidos y Europa, Frank decidió que la mejor manera de publicitar su nueva aventura era mediante Internet. Así, en el ya desaparecido sitio web del sello, uno podía adquirir aquellos singles a partir del irrisorio precio de dos dólares, además de carteles desde cuarenta dólares.

Las primeras referencias del sello estaban dedicadas a bandas que Kozik conocía de la escena de Austin, como Pervis, o bien a otros grupos para los que ya había producido carteles de conciertos durante años, como los Dwarves, los Melvins, o sus benditos Kyuss, padres del stoner rock, que no era sino una vuelta al rock pesado, oscuro y psicodélico de los años setenta. Y, si bien las bandas de punk y música “alternativa” predominaban en un principio en el catálogo del sello, lo cierto es que, casi sin darse cuenta, Kozik fue convirtiéndose, poco a poco, en el impulsador y difusor del mencionado stoner rock y del doom rock más lisérgico y más deudor aún de Black Sabbath.

El hecho de que Man’s Ruin ya fuese considerado un sello discográfico de culto desde su nacimiento, ayudó a que muchas bandas noveles que estaban dando mucho que hablar, como The Hellacopters, Gluecifer o Turbonegro, estandartes del nuevo rock duro escandinavo, cedieran temas inéditos o dejaran en manos de Kozik su entrada en el mercado norteamericano. Así, Frank fue quien editó en Estados Unidos el primer larga duración de los suecos Hellacopters y el aclamadísimo “Apocalypse Dudes” de los noruegos Turbonegro.

Eran los tiempos de gloria del sello, y el éxito que estaba obteniendo, aunque fuese a un nivel bastante underground, provocó que Kozik decidiera comenzar a editar discos compactos, y uno de los primeros fue un EP de los suecos Entombed compuesto por versiones de bandas como Captain Beyond, Bob Dylan, Dwarves o Twisted Sister. También reeditó el clásico del glam “Tokio-New York”, de los anglo-japoneses Vodka Collins, originalmente editado en 1973. Uno de los bombazos llegó cuando los Queens Of The Stone Age de Josh Homme, Nick Oliveri y Alfredo Hernández, todos ellos antiguos miembros de Kyuss, decidieron que fuera Frank el que editara la versión en vinilo de su disco debut, evidentemente con una portada diferente a la de la versión en formato digital (que también había sido diseñada por nuestro protagonista)

El disco contó únicamente con una tirada de unas pocas miles de copias que no tardaron en evaporarse. A día de hoy, sin embargo, siguen haciéndose reediciones piratas de ese álbum, tan bien reproducidas que solamente es posible detectar que son falsas comprobando que el anillo que rodea la etiqueta del disco no contiene el número de serie grabado sobre el vinilo. En lo referente al tema Kyuss, hay que mencionar también que Man’s Ruin editó las primeras grabaciones de los QOTSA, las últimas de los propios Kyuss, el primer disco de los Unida de John García (cantante de Kyuss), el disco en solitario de Brant Bjork (primer batería de… Kyuss, cómo no) y lanzó los seis primeros volúmenes de las ya clásicas Desert Sessions, que no eran sino unas sesiones de grabación que había montado Josh Homme, el guitarrista de las dos bandas anteriormente mencionadas, junto a colegas de Monster Magnet (otros abanderados del heavy psicodélico de la época), Earthlings, Soundgarden, Eleven y el resto de miembros de la banda madre.

En estas sesiones tenía cabida cualquier ida de olla que se le ocurriese al personal, y podíamos encontrar temas pesados y oscuros al uso junto a polkas, bluegrass lisérgico y trallazos punk de dos minutos. Man’s Ruin se había convertido en el sello de referencia del stoner rock y el doom más “sabbático”, así que Kozik decidió dar cancha a otras bandas como Goatsnake (con el guitarrista de los hoy venerados Sunn O)))), los canadienses Sons Of Otis, los suecos Dozer, los japoneses Church Of Misery, los holandeses Beaver, los sureños Alabama Thunder Pussy, Acid King, Suplecs, Fatso Jetson, los Altamont de Dale Crover (batería de Melvins), Nebula, Fu Manchu, Orange Goblin, Electric Wizard, los High On Fire de Matt Pike (antiguo guitarrista de los seminales stoner/doom Sleep) o los argentinos Natas.

Aunque estos grupos se englobaron todos bajo el mismo denominador, lo cierto es que cada uno de ellos era un mundo y poco tenían que ver con Kyuss, salvo algún caso excepcional como Natas, que, en su primer disco, fusilaban el sonido de sus inspiradores. Todas ellas se convirtieron en bandas de referencia para una camada de rockeros que, aunque minoritaria, había encontrado en los herederos de Black Sabbath a sus nuevos ídolos generacionales. Igualmente, el sello seguía editando buenísimos discos de punk rock, como los de los Demonics (hoy en día una banda de auténtico culto que sólo parecen conocer unos pocos cientos de personas en todo el mundo) o los Gaza Strippers de Rick Sims, antiguo miembro de Supersuckers. Parecía que Man’s Ruin iba viento en popa.

Llegó 1999, y con él la época de mayor popularidad para el sello. Durante ese año, las bandas más populares del catálogo recorrieron Estados Unidos y Europa con gran éxito de crítica, aunque la asistencia a los conciertos seguía siendo minoritaria, y las ventas de discos, salvo en contadas ocasiones, no eran las apropiadas. Por aquel entonces, la referencia de mayor éxito del catálogo del sello era sin duda el primer álbum de Unida, un auténtico trallazo de hard rock que se alejaba de las directrices de Kyuss para centrarse en un sonido más propio de los The Cult etapa “Electric”, aunque algo endurecido

Sin embargo, Kozik no supo aprovechar bien la buena fama que le habían proporcionado hasta el momento sus bandas, y llegado el año 2000, comenzó a editar discos a un ritmo más rápido del que era capaz de asimilar, descuidando la promoción (que ya era, de por sí, bastante deficiente) y, en algunos casos, la calidad de los trabajos

Sea como fuere, el caso es que Frank dijo que sí a demasiadas bandas, las ventas no acompañaron y todo ello desembocó en la bancarrota de Man’s Ruin en 2001, dejando a muchos de esos grupos sin sello y debiéndoles dinero. De hecho, las últimas referencias del sello, como los CD’s de Begotten, Suplecs o Trailer Hitch, a duras penas llegaron a distribuirse.

 

Hoy en día, los fanáticos de Man’s Ruin están repartidos por todo el mundo. El afán por conseguir la mayor cantidad de referencias posible hace que la búsqueda de cada compacto o vinilo sea una aventura, aunque también hay que decir que, en muchos casos, el motivo no es estrictamente musical, sino que se busca más un disco por el arte de tapa o, sencillamente, por ir tachando referencias del catálogo.

Muchos de estos seguidores supieron del sello después de su desaparición, y hoy en día solamente pueden adquirir sus referencias mediante EBay y otros sitios de Internet en los que se piden hasta quinientos dólares, por ejemplo, por las ediciones en vinilo de las Desert Sessions o por el disco compacto compartido por Kyuss y QOTSA.

Los que conocimos a Man’s Ruin a finales de los noventa podemos decir, orgullosos, que pudimos comprar la primera referencia, un vinilo de diez pulgadas de Experimental Audio Research (el grupo de ambient de Sonic Boom, mitad de los legendarios Spacemen 3), a sólo dos dólares por Internet, o los vinilos de las Desert Sessions a setecientas pesetas en la ya desaparecida tienda 7 Pulgadas de Barcelona.

Muchas de las bandas del sello fueron a parar a discográficas independientes como Small Stone o Relapse y gozan hoy en día de la repercusión que merecen. Man’s Ruin llegó a editar más de doscientas referencias, entre vinilos y compactos, y Kozik, hasta el momento, ha publicado tres libros (el último de 2002), con sus ilustraciones y carátulas, en la editorial Last Gap de San Francisco, además de crear una serie de dibujos animados, Inferno, hecha mediante el programa Flash para wildbrain.com.

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