Los aficionados a los géneros extremos somos melómanos por naturaleza. La música no es un entretenimiento más, sino algo muy presente en nuestras vidas. Un estudio releva información de lo más interesante sobre cómo formamos nuestros hábitos y qué los influencia.

Autoconocimiento a través de la música

Si te apasiona el rock y el metal es probable que tus primeros recuerdos sobre este tipo música sean en tu infancia o preadolescencia, ya sea a través de tu familia, de tus amigos, de una canción que suena en la radio, de un vinilo que encuentras por casa o de un concierto al que has ido por casualidad con tus padres. De cualquier manera, es probable que recuerdes aquel preciso momento en el que algo te hizo click y cambió tu percepción sobre la música por completo, ayudándote al mismo tiempo a conocerte más a ti mismo y a descubrir unos gustos musicales que, de base, no se asumen como propios en el caso de estos géneros musicales, especialmente los más extremos.

Descubrir una pasión como esta, en la que no te gusta la música a medias, sino que la vives como algo muy presente en tu vida, es algo que te cambia. Irónicamente, ese cambio consiste en dejar de escuchar lo que se impone, y permitirse salir del carril para aceptar que se tienen gustos diferentes. En definitiva, ese cambio consiste en aceptarse como se es, en ser uno mismo. Puede sonar exagerado, ya que los fans del rock y el metal somos personas totalmente normales, no somos especiales en ningún sentido, pero para un adolescente de 12 o 13 años que se está encontrando a sí mismo, dar un salto así en la formación de su personalidad puede ser un paso importante en su madurez.

Descubriendo a nuestra banda favorita

Un estudio publicado por TickPick a 1.010 personas, padres y aficionados a la música en general, ha revelado datos realmente interesantes sobre este tema, afirmando que, de media, conocemos a nuestra banda favorita alrededor de los 13 años, manteniéndonos firmes con el tiempo en muchos casos. Respecto a nuestra exposición a géneros musicales concretos, habitualmente comienza sobre los 12 años, y haber asistido en nuestra infancia a conciertos con nuestros padres aumenta el vínculo familiar. No es extraño que los padres influencien a sus hijos cuando se trata de gustos tan concretos y pasiones tan arraigadas.

De acuerdo con el estudio, esta influencia es mayor en el caso de los seguidores del indie, el hard rock, el punk rock y el rock y metal clásico, especialmente en el caso de las madres, siendo los padres más propensos a géneros como el jazz o el country. Los motivos de los padres de llevar a cabo esta influencia en sus hijos son diversos, siendo el principal protegerlos de contenido explícito e inculcar que tengan sus propias preferencias.

Es muy probable que, si escuchas rock y metal, algún familiar directo (padres, hermanos…) tuviera álbumes de Pink Floyd o Led Zeppelin cogiendo polvo al lado de un tocadiscos o un loro gigantesco para cintas de casete que no recuerdas sonando desde que eras pequeño. Esa influencia puede parecer insulsa, pero está ahí presente, incluso en los casos en los que no ha sido intencionada. En otras ocasiones pudo haber sido más intencionado, con algún colega prestándote una cinta de Metallica en el instituto o tu hermano mayor prestándote, bajo amenaza de muerte si no vuelven intactos, sus álbumes favoritos. De cualquier manera, haya sido intencionado o accidentado, en el momento en que esa pasión se despierta en nosotros, ya no se marcha.

Afianzando gustos musicales

Echando la vista atrás con la perspectiva que te da la edad, es probable que no te identifiques con aquel adolescente de 13 años que se enamoraba del metal. El amplio abanico de géneros existentes era un mundo nuevo para tu yo adolescente, que todavía desconocía lo que le gustaría muchos años después. Es probable que comenzaras escuchando punk y luego te pasaras al metal a través de los grandes del thrash o del heavy clásico, o tal vez comenzaste con Iron Maiden y más adelante descubriste que te inspira más el rock progresivo. Las opciones son casi infinitas, pero lo que se mantiene es la influencia que tiene en nosotros conocer todo el espectro musical que existe ante nosotros, sumando nuevas bandas a nuestra lista de predilectas y restando en algunas ocasiones a las que ya no nos transmiten.

El paso del tiempo nos permite afianzar nuestras preferencias con un mayor conocimiento. Aunque sigas teniendo la misma banda favorita que a los 13 años, debido al factor nostálgico y sentimental y a que los gustos nunca mutan del todo, es probable que conozcas decenas de géneros nuevos y cientos de bandas que no conocías por aquel entonces, siempre ganando y sumando, y solo restando cuando ya no nos identifica. Ese camino que comienza en nuestra adolescencia nunca termina, siempre seguiremos conociendo nombres nuevos, viendo cambios constantes en nuestra escena, asistiendo a conciertos siempre que se pueda y viviendo la música como parte de lo que somos y, tal vez, ayudando sin darnos cuenta a otro adolescente perdido a identificar unos gustos musicales que todavía desconoce.

Olga Vidal