Cuando los discos los filtran los periodistas de rock
La proliferación de medios amateur y el poco filtro de los encargados de promoción de algunas discográficas da lugar a un cóctel explosivo: fans hiperexcitables con acceso a discos de sus artistas favoritos antes que el resto del mundo. ¿Son los periodistas de rock los causantes de muchas de las filtraciones de discos?
Hace casi seis años, en un día de junio de 2012, llegaba a nuestra redacción un breve e-mail. El responsable de promoción en España de un par de importantes sellos internacionales de una distribuidora discográfica se despedía de todo el mundo y explicaba que quería emprender nuevos caminos profesionales. Nada nuevo bajo el sol, claro. La gente va y viene en este negocio y en todos.
Pero parece que no fue una marcha del todo gustosa. La filtración de un disco de Accept, el aclamado “Stalingrad” editado en abril de 2012, había tenido parte de la culpa. Lo peor es que no fue obra directa del promero. En una muestra de excesiva confianza, esta persona había facilitado sus datos de acceso a varios periodistas de la esfera del heavy metal que necesitaban escuchar el nuevo disco de Accept antes de su edición, ya fuese para realizar reseñas o preparar entrevistas. Algo anómalo, pues los sellos internacionales insisten en que cada periodista debe tener su propio usuario y contraseña para acceder a las páginas donde se pueden descargar o escuchar mediante streaming los nuevos discos de sus artistas.
De ese modo, cada archivo lleva una marca de agua correspondiente al usuario en cuestión que permite identificar el origen de cualquier posible filtración antes de la fecha de edición oficial del disco. Dejar tu usuario y contraseña a cualquiera te sitúa como origen de cualquier filtración que esas personas puedan hacer. Evidentemente, como pasa en estos tiempos, el disco se filtró antes de tiempo a diversas webs y programas de descarga y el origen fue situado en el responsable de promoción antes mencionado. Nadie sabe realmente quien lo filtró en la práctica. Podría haber sido cualquiera de esos periodistas pero no existía una prueba directa.
Demasiados medios, demasiado peligro
No hay que ir tan atrás. Hace unos pocos meses, a principios de septiembre, el sello Napalm Records (hogar actual de bandas como Satyricon, WASP, Alter Bridge, Kamelot y muchos más) envió una circular a todos los medios explicando que sus discos de avance, colgados a través del portal Haulix destinado a distribuir música de manera segura a medios y asociados, ya no se podrían descargar y que la escucha solo se podría realizar en modo ‘streaming’. Así mismo, se reducía el tiempo de margen entre la puesta a disposición de los discos y su fecha de edición en el mercado. Un intento de ponerle puertas al campo pero de escasa utilidad: de entre los cientos -en ocasiones miles- de receptores de esos archivos siempre habrá alguien que terminará distribuyéndolos voluntaria o involuntariamente al público.
No siempre fue así. En los años previos a la popularización del formato MP3, los medios solíamos recibir infinidad de paquetes postales repletos de discos. La mayoría en un formato que se suele llamar promocional, es decir, un sobre de cartón con la portada del disco y el CD dentro con todos los temas. Este tipo de lanzamientos siguió llegando bien entrada la era del MP3. Para muchos medios era el premio a su labor, especialmente para aquellos amateurs -de los que el mundillo del rock duro y el heavy metal está lleno- que veían en los discos promocionales y las acreditaciones para conciertos su única fuente de estímulos.
La popularización de internet a partir del año 2000 en todos los hogares trajo consigo el crecimiento imparable de webs de todo tipo, también las dedicadas a ofrecer noticias y contenidos relativos a este estilo de música. Los promotores de conciertos serían los primeros en ponerle coto a la proliferación de medios de dudoso o escaso alcance y de pobre contenido, limitando el número de acreditaciones que se entregaban a estos o negándolas directamente. Las discográficas, por contra, tardaron en acotar y estuvieron haciendo llegar infinidad de lanzamientos a infinidad de medios de todo tipo, pelaje y color, hasta hace escasamente dos o tres años.
Herramientas de control útiles pero insuficientes
Una vez popularizado el formato MP3, las discográficas optaron progresivamente por distribuir digitalmente sus lanzamientos. Portales como Haulix, DigipromoDelivery, iPool o similares ofrecían herramientas seguras a las compañías. Alojaban los archivos, permitían el control de quien descargaba los mismos al ir todo controlado mediante usuarios y contraseñas e incluso añadían la tecnología de marcas de agua en el audio (patentada en el año 2004 por dos empleados de Microsoft) a los archivos, permitiendo así la localización rápida de quienes subiesen esos mismos archivos a sistemas de descarga P2P, Torrent o mediante enlaces de descarga directa de tipo Rapishare, Megaupload o similares.
Compañías como Century Media, Nuclear Blast, SPV, Season of Mist y muchas otras dejaron de distribuir promocionales físicamente y sencillamente autorizaban el acceso a sus lanzamientos a aquellos medios o periodistas seleccionados. Los usuarios y contraseñas son personales, de modo que cada persona debería tener uno, aunque en la práctica -como en el caso que exponía en el primer párrafo- ese usuario podía circular más de la cuenta. Los sellos, por tanto, limitaron el número de descargar posibles de cada archivo: primero eran cinco, luego dos, en ocasiones tan solo una. Un simple fallo en la conexión durante la descarga obligaba a tener que enviar un email al responsable del sello para que volviese a autorizar la descarga de ese lanzamiento.
Las multinacionales, por su parte, invirtieron en crear sus propios sistemas de distribución segura de archivos. Algunos como PlayMPE, usado por Universal Music entre otros, se basan en un deficiente reproductor de archivos que hace genuinamente complicado hacer reseñas de los trabajos. Por no hablar de los tiempos que se necesitan para pasar de una canción a otra en ocasiones. Hubo una época peor: los sellos enviaban discos promocionales donde cada treinta segundos, una voz en off interrumpía la canción para decir “esto es un CD promocional”.
El crítico y autor americano Douglas Wolk ya decía en 2007 que el no reseñaba nada que solo pudiese escuchar “como streaming en una web” o “en un CD lleno de cortes diciendo que es un disco promocional”. Con la decisión de sellos como Frontiers Records o Napalm Records de permitir únicamente la escucha mediante streaming -algo muy fácil en Spotify pero muy errático en las herramientas de distribución de lanzamientos que emplean los sellos discográficos- cada vez más medios están optando por dejar de lado las reseñas de discos. Otros, anclados en los viejos tiempos, indican que “solo reseñan aquello que les llega físicamente”. El dilema de los sellos es el de publicitar debidamente sus lanzamientos mediante reseñas en medios especializados o permitir que su producto pueda ser distribuido imparablemente muchas semanas antes de su lanzamiento oficial. Algo que afecta a las ventas, al posicionamiento en las ‘listas de éxitos’ y al control de como se presenta la obra del artista en sociedad.
Lo que opinan los profesionales
¿Por qué filtran los periodistas los discos de artistas que reciben, presuntamente en confianza, de los sellos discográficos? No hay una respuesta unificada pero, en palabras de Raul Rolo, de la distribuidora Mastertrax, “esa es la pregunta que todo sello discográfico se hace. Cómo es posible que confiando a alguien el fruto de años de trabajo alguien pueda ser tan inconsciente como para ponerlo a disposición pública”.
“Los casos que yo legué a conocer, en nuestro país, respondieron a un sector en el que sólo dos de cada cincuenta posibles periodistas musicales ejercen realmente como profesionales. El resto siempre han sido aficionados y, peor: fans. Eso hace que la excesiva emoción a veces acabe en archivos inadecuadamente compartidos” explica. El mencionado amateurismo de la prensa musical patria.
Las medidas que pueden tomar los sellos en caso de filtraciones son limitadas y prácticamente inútiles. Una vez se distribuyen los archivos, da igual de quien sea la culpa: los caminos de internet son inescrutables. No obstante, Rolo asegura de que en ciertos casos las medidas son posibles.
“La primera medida obvia es que ese periodista y su medio posiblemente nunca vuelvan a recibir un disco promocional de ese sello” indica. “Lo siguiente son medidas legales contra el infractor. Y pese a leyes tan laxas como las españolas respecto a la pirateria, el periodista tiene un compromiso implicito al recibir esos cds marcados, de modo que, a nivel internacional, las medidas y posible multas sí pueden hacerse efectivas. Te aseguro que filtrar un disco de una banda como Metallica o Iron Maiden no quedaría impune.”
Otra fuente anónima de la industria indica lo mismo, en términos parecidos aunque menos absolutistas. “Al ‘infractor’ le cortan el envío de discos y le llaman o escriben para hablar con él. Dicen que van a denunciar a la persona en cuestión pero no conozco ningún caso que haya recibido denuncia por ello”.
Hace años, en el lejano 2006, Iron Maiden invitaron a miembros de esta web a una casa en Reading, Reino Unido, donde escuchar el nuevo disco de la banda en aquel entonces, “A Matter of Life and Death”. Además de tener que dejar cualquier aparato electrónico en un casillero designado a tal efecto, los reproductores de CD que contenían el nuevo disco de la banda estaban colocados dentro de una caja cerrada con candado y con el logotipo de Iron Maiden. Un encargado de EMI Music supervisaba todo el procedimiento. Solo se podían tomar notas con papel y bolígrafo.
La posibilidad de restituir la perdida al sello no existe. “No se puede. De ninguna forma” indica Rolo. “Sólo que el impacto en las ventas reales es mínimo hoy en día. El problema fue, es y seguirá siendo la inconsciencia de aquellos que no se dan cuenta del trabajo y la cantidad de gente implicada en la grabación de un disco, sea el artista grande o pequeño”.
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