Descubriendo a… Rob Zombie: «El hombre de las mil caras»
ROB ZOMBIE, a lo largo de los años ha retado continuamente a su audiencia, estrechando las fronteras entre música y cine. Lejos de quedar encorsetado en una parcela artística concreta, es un icono de la cultura americana. Un artista convertido en todo un ídolo de culto a nivel mundial, capaz de impresionar a la propia Alaska o al mismísimo Enrique Bunbury, que se declaró fan suyo al publicar el disco “Hellville De Luxe” (2008). Con su incursión en el mundo de la música ya demostró sus credenciales, ocupando un lugar en la historia del rock, y como director, se ha ganado el respeto de un público underground que sabe muy bien discernir el grano de la paja.
ROB ZOMBIE, es un polifacético artista norteamericano que ha estado creando, durante más de treinta años, un riquísimo patrimonio cultural, abarcando el mundo del rock, el del celuloide, el del cómic, y el del entretenimiento en general. Fuertemente atraído por Alice Cooper, y por el chorro de sangre que salía de la boca de Gene Simmons (KISS), fue a mediados de los ochenta cuando formaría WHITE ZOMBIE, junto a la bajista Sean Yseult. Debutó con “Gods On Voodoo Moon” (1985), y desde ese momento no ha parado de cosechar éxitos, fabricando música para asustar a la gente, mismamente como el cine de terror que tanto adora.
El estilo de WHITE ZOMBIE en este primer disco es puramente rockanrolero. Poca distorsión en las guitarras y un bajo muy marcado acompañan a la desgañitada voz de Rob en su estreno como vocalista, a sus veinte añitos. La música está ejecutada con la sencillez del punk de VOID, e influida por el psychobilly de THE CRAMPS. Sin duda, “Gods On Voodoo Moon” nada tiene que ver con el álbum que les catapultaría definitivamente a la fama: “La Sexorcisto: Devil Music Vol.1” (1992). Su debut con la multinacional Geffen Records, se grabó durante seis semanas de trabajo, en los 321 Studios de Nueva York, y fue producido por Andy Wallace. Es un disco registrado con muy pocos recursos, durante las noches, cuando los miembros del grupo no trabajaban, y que continúa por la vertiente del rock más duro, que ya emprendió WHITE ZOMBIE en “Make Them Die Slowly” (1989) y que perfeccionaron en el single “God Of Thunder” (1989). Cuatro hijos bastardos de la cultura popular anglosajona, rompían moldes con su agresiva estética y su particular forma de hacer música: tan amenazadora como sugestiva. Una imagen desquiciada y excesiva, nada alejada del término freak, influida por las películas de terror, el cine de serie B, las revistas de ciencia ficción, la cultura basura y el mundo de los cómics más truculentos.
El incomparable estilo visual de ROB ZOMBIE y su banda se hizo único: explosivos conciertos al más puro estilo circense, inspirados en aquellos grandes circos norteamericanos de tres pistas de los años cuarenta, originales portadas en cada disco, y transgresores vídeos musicales, dirigidos en su mayoría por el mismo Rob. Por desgracia, “Astro-Creep: 2000, Songs Of Love, Destruction And Other Synthetic Delusions Of The Electric Head” (1995), sería el último disco de estudio de WHITE ZOMBIE. Para la ocasión, ROB ZOMBIE preparó unas letras verdaderamente satánicas, inspiradas algunas en el asesino en serie Charles Manson, incluso incluye la voz real de la asesina Patricia Krenwinkel, en el apocalíptico “Real Solution #9”. El disco fue mejor acogido, incluso, que el anterior. Ascendió hasta el Top Ten del Billboard, y permanecería más de un año en las listas de ventas de la revista. Paradójicamente, a pesar de estar en su mejor momento de popularidad, WHITE ZOMBIE se separaban tras trece años en activo.
Como muchos/as sabréis, el mayor éxito de ROB ZOMBIE en solitario ha sido “Hellbilly Deluxe: 13 Tales Of Cadaverous Cavorting Inside The Spookshow International”, editado el 25 de agosto de 1998, con Geffen Records. Lo que significó su debut como ROB ZOMBIE, dio como resultado un álbum que es WHITE ZOMBIE elevado a la enésima potencia. Otro salvaje periplo musical por el enloquecido mundo del terror y lo sobrenatural, a través de los trece cortes que lo conforman. Se grabó en los estudios Chop Shop de Hollywood, con el productor, programador e ingeniero, Scott Humphrey, a los mandos, uno de los productores imprescindibles en la carrera de ROB ZOMBIE. Esta nueva extravagancia, salida de la mente de un artista referencial, al contrario de lo que muchos pensaban, arrancaba por todo lo alto, cosechando incluso más éxitos que WHITE ZOMBIE. “Hellbilly Deluxe”, entró en las listas de Billboard en el número cinco. La gira que ROB ZOMBIE emprendió, exhibió uno de los más grandes shows escénicos de la música rock/metal, añadiendo luces, sonido, vídeo y pirotecnia de vanguardia. Cómo no, haciendo honor a su mentor: Alice Cooper.
El famoso ilustrador, Basil Cogos, es el autor de la portada de “Hellbilly Deluxe”. En ella muestra a un ROB ZOMBIE como pintado al óleo, más fantasmagórico y espeluznante que nunca, con la cruz escarificada en la frente y las lentillas blancas. Hay que decir que gran parte del éxito de su debut como solista radica precisamente en la espectacular estética que supo explotar muy bien en los videoclips promocionales del disco. “El hombre de las mil caras” mutaba para dar a luz su estética más icónica y representativa. En “Educated Horses” (2006), otro de sus trabajos destacados, en cambio, se dejó de sobreproducciones (apenas hay samples con diálogos ni partes electrónicas), regresando a la palestra con una actitud más rockera y con una banda remodelada al cincuenta por ciento. Ahora, de la formación original, solo quedaban Rob y el bajista Blasko, mientras que el seis cuerdas John 5 sustituía a Riggs y el batería Tommy Clufetos hacía lo propio con John Tempesta.
Con toda premeditación, “Educated Horses” significaba un comenzar de cero, dejando al margen la parafernalia estética a la que nos tenía acostumbrados ROB ZOMBIE. Llegado este punto, vio oportuno salir al natural en las fotos del disco, sin rastas, sin disfraces y sin maquillaje, algo que la gente no entendió del todo. En cierto modo, este álbum es lo que en su día fue el “Lick It Up” (1983) de KISS. En el anterior disco, “The Sinister Urge” (2001), el aspecto del músico ya se había recatado un poco, por decirlo de algún modo, pero es en su tercer disco cuando se muestra definitivamente más “convencional”. Parece Frank Zappa. El concepto global del CD es visualmente menos atractivo que cualquier otro de los lanzamientos de ROB ZOMBIE en solitario, con un libreto menos colorido que de costumbre, recurriendo más a las fotos de la banda en el estudio que a esas pequeñas obras de arte inspiradas en el cómic norteamericano y en la serie B.
Generalmente ninguneado y despreciado por la crítica cinematográfica, y habitualmente venerado en su faceta como músico, ROB ZOMBIE, impregna toda su obra con esa particular visión sobre lo oculto y lo fantasmal. Ahí está su gracia. Es algo así como un artista total del género; todo lo que hace forma parte de un mismo corpus artístico. Su arte posee esa particularidad tan especial que lo hace único. Ya consagrado como músico, fue en el año 2003 cuando pudimos verle debutar como director. En su ópera prima, “La Casa De Los 1000 Cadáveres” (2003), inspirada en clásicos del género como “La Matanza De Texas” (Tobe Hooper, 1974), o su posterior secuela de 1986, pudimos ver esa marca de autor que tanto cuesta encontrar hoy en día. Su música, de repente, se hacía imágenes, como si hubiera cobrado vida. Desde la banda sonora, hasta el tratamiento de los colores, pasando por la fotografía y la escenografía, todo olía a ese mundo abigarrado e intrincado de ROB ZOMBIE.
Su material más reciente como director pasa por “31” (2016), estrenada en la pasada edición del “Festival De Cine Fantástico De Sitges”, e inspirada en el libro “The Most Dangerous Game” (Richard Connell, 1924), así como en la prensa de sucesos: parece ser que, coincidiendo con el día de Halloween, mucha gente desaparece misteriosamente en América. “31”, no atrapa tanto como lo hiciera “The Lords Of Salem” (2013) en su estreno, una película que sorprendía porque ROB ZOMBIE rompía con todo lo hecho hasta la fecha. En este caso, era su arte el que mutaba. Aprovechado todo ese oscuro imaginario fanático/religioso/inquisidor patente en la mitología de Salem (Massachusetts), el director dio rienda suelta a su talento y dotó al film de una atmósfera visual atrayente, casi hipnótica, que te sumerge en la pantalla, sobre todo en los últimos coletazos del metraje. En cambio, el argumento de “31” es mucho más predecible, con un guion que no ahonda demasiado en los personajes, y con una puesta en escena frenética, que se deleita con secuencias donde la sangre lo tiñe todo de color rojo, al igual que sucede en películas del estilo “Saw” (James Wan, 2004) o “Cube” (Vincenzo Natali, 1997).
En cuanto a música, el pasado 29 de abril de 2016, ROB ZOMBIE regresaba con nuevo material discográfico, de inacabable título: “The Electric Warlock Acid Witch Satanic Orgy Celebration Dispenser”, publicado por T-Boy y Universal Music Enterprises. Grabado y mezclado en los Goathouse Studios, este resulta su sexto álbum de estudio, producido por Chris “Zeuss” Harris. El disco está realmente bien. Ofrece un sonido tremendo, incluso puede que en la producción recuerde a su exitoso “Hellbilly Deluxe”. Sigue la senda del anterior “Venomous Rat Regeneration Vendor” (2013), en el que ya se apreciaba un gradual estancamiento compositivo. Al parecer, ROB ZOMBIE se siente cómodo con esa forma de hacer canciones, cortas y efectivas.
De nombre original Robert Bartleh Cummings, ROB ZOMBIE nació el 12 de enero de 1965, en Haverhill (Massachusetts). Creció entre carpas de circo, escuchando en la FM a grupos que iban desde Alice Cooper hasta Diana Ross o los ALLMAN BROTHERS, jugando con sus muñecos de Frankenstein y La Momia, y leyendo cómics de fantasía o superhéroes de la Marvel (“El Capitán América”, “Los Vengadores”, “La Patrulla X”…). Ahí recae precisamente el secreto de su potencial. Y esto siempre lo acostumbro a remarcar: ROB ZOMBIE, es lo que es porque a sus espaldas tiene un bagaje cultural que no ha salido de la nada. No se trata solo del rockero que quiso probar suerte en el cine. Robert Bartleh Cummings, es el niño que creció entre carpas de circo y ferias ambulantes, que devoraba películas de cine mudo y series de ciencia ficción sin descanso, que sentía devoción por Alice Cooper, KISS y BLACK SABBATH, que estudió diseño y, finalmente, se forjó una carrera como músico. Gracias a su perseverancia y empeño, más tarde triunfaría en solitario, haciéndose un hueco en el mundo del celuloide, unificando imagen y música de manera magistral, como ya hiciera David Lynch, a mediados de los ochenta, en “Terciopelo Azul” (1986). Todo ese cúmulo de vivencias ha forjado a este “hombre de las mil caras”.
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