Después de la borrachera de conciertos reprogramados fruto de las restricciones pandémicas, se avecina una resaca que pinta dura de gestionar. Algunos promotores consultados coinciden en que el otoño de 2023 será mucho más tranquilo. “Y falta que hace” apostilla uno de ellos.

Tan solo hay que darse una vuelta por la programación anunciada de la mayoría de promotores habituales de metal en nuestro país. Si uno visita las webs de Madness Live, RRS Promo, Bring the Noise e incluso los todoterreno como Live Nation o Doctor Music, observará que hay pocas giras a la venta para el próximo otoño. Madness Live!, el principal promotor de metal por volumen de eventos en la actualidad, apenas tiene un tour de The Aristocrats y otro de Sanctuary. En otras ocasiones, pre-pandemia, la primera mitad del año era una cascada de confirmaciones de giras para la segunda. Y la segunda para la primera del año siguiente. Y así.

No en este caso

“No hay mucha cosa para otoño”, explica un veterano promotor con cierto desdén. Si bien muchas de las giras reprogramadas tras la pandemia han resultado ser un éxito (tras prácticamente cuatro años vendiendo, devolviendo, volviendo a vender, devolviendo y volviendo a vender las entradas de los espectáculos en cuestión) lo cierto es que los tours de nuevo cuño están siendo complicados de vender, especialmente aquellos que se alejan del halo de macroevento y del asistente más casual.

En otras palabras, siempre vas a encontrar a alguien que quiere ir a ver a Iron Maiden por lo espectacular y legendario pero no tanta que quiera ver a Amon Amarth otra vez más, por décima vez en los últimos veinte años. Ni tienen el tirón mediático ni el componente mainstream. Dependen de los fieles. Y los fieles no están comprando entradas en muchos casos o están postergando su compra hasta el último momento.

Amon Amarth (Foto: Dani Bueno)

Apenas mil y pico personas vieron a Dream Theater en Barcelona en enero. Unas 1.500 acudieron a ver a Arch Enemy con Behemoth en la misma ciudad el pasado otoño, ya lejos de restricciones y complicaciones pandémicas. Lo mismo sucedió con Amon Amarth y Machine Head o Airbourne junto a Blues Pills. Y nadie puede criticarlo realmente: fans viendo crecer el moho en sus entradas durante años esperando el definitivo levantamiento de las restricciones y la reprogramación de las giras han cambiado muchos hábitos de compra.

“Antiguamente tenías un pico de venta al principio, tras anunciar la gira, y una venta ‘sin prisa pero sin pausa’ que tomaba velocidad en las semanas previas a la celebración de los conciertos”, explica otra fuente de la industria. “Ahora la gente no termina de fiarse de que el concierto se vaya a llevar a cabo y vemos picos de venta muy acusados en los días previos al concierto, cuando está comprobado que la gira va a llegar a nuestro país y que los conciertos están sucediendo”, incide. Algo en lo que son de mucha ayuda, sin duda, las redes sociales que muestran casi en tiempo real la marcha de cualquier tour, ya sea por las publicaciones de la banda o de los fans que acuden a los conciertos.

Kreator (Foto: Sergi Ramos)

Era fácil hacer cálculos. “Sabías lo que un artista metía en cada ciudad pero eso ha saltado por los aires después de la pandemia”, explican desde una conocida promotora. Algunas giras que han estado al borde de la cancelación por la baja venta de entradas han recuperado interés en los 20 o 25 días antes de la celebración de los conciertos, llenando dignamente las salas y dejando al promotor de turno con un ligero tic en el ojo y un surtido de nuevas canas.

De fondo existe otro problema endémico: el de la falta de relevo en el mundo del metal y la enorme diferencia que existe entre el poder de convocatoria de los artistas clásicos y consagrados y el de las bandas aparecidas en los últimos veinticinco años, que a duras apenas rozan el status de las grandes arenas. Sabaton, Ghost o Volbeat alcanzan ese nivel con dificultades en nuestro país si bien logran buenas cifras en el resto de Europa y Estados Unidos.

Iron Maiden, AC/DC o Kiss, bandas consagradas desde el punto de vista del marketing y el tiron intergeneracional, no tienen problemas para vender decenas de miles de entradas en cualquier caso. Y algo que a nadie se le debe olvidar: la vertiente extrema del metal, tal y como entendemos hoy el género, no llega a la misma cantidad de gente que las bandas melódicas de antaño. A la vista está cómo bandas comerciales como Bring Me the Horizon -que no dejan de ser Scorpions con guturales, teclados y algún breakdown- logran cifras muy respetables en nuestro país, como su última gira ha demostrado.

Pero, dinámicas musicales a un lado, la realidad es que la difícil tesitura post-pandémica ha hecho que muchos grupos prefieran quedarse en casa antes que pagar auténticas burradas por gasolina, sueldos de técnicos, hoteles o autobuses de gira. No sale a cuenta, salvo que alcances un determinado nivel. Para una banda mediana europea -el tipo de bandas que toca en el Razzmatazz de Barcelona o en La Riviera de Madrid- “es mucho más cómodo para ellos tocar en festivales, cobrar 50.000€ por traerse a cuatro técnicos y actuar una hora para al día siguiente tocar en otro festival a 900 kilómetros”, explica un especialista en contratación de artistas.

Por si fuera poco, una de las mayores fuentes de ingresos para las bandas, la venta de merchandise en los conciertos, está en el centro de la discusión después de que los altos porcentajes comandados por las salas y recintos diezmen innegablemente los ingresos de los artistas, ya muy tocados por el contexto inflacionario. Grupos como Architects, Igorrr y otros han elevado la discusión a las redes incluso abogando por dejar de vender merchandise en las salas donde tocan si los recintos no les ceden también un porcentaje de las ventas de la barra que genera su actuación.

 

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En el horizonte, como decíamos, un otoño con poca densidad de conciertos. Algunas giras se anunciarán de aquí a verano pero “es muy caro salir de gira y más difícil aún vender entradas”, explica un promotor de contrastada experiencia. “2019 era época de bonanza y muchas cosas se anunciaron por entonces y se han llevado a cabo ahora”, apunta. “Pero estos son otros tiempos”.

La situación económica aprieta. Mientras la gente sigue sufriendo los efectos de la inflación y el encarecimiento de alquileres e hipotecas, prevalecen las necesidades básicas y el ocio sale por la ventana. O mejor dicho: el público se vuelve mucho más selectivo con su dinero. Y con infinidad de bandas peleando por los mismos euros a lo largo de 2022 y la primera mitad de 2023, en la segunda se impone cautela en el mundo del rock y el metal, un mundo mucho más dependiente que otros de la escena de salas.

“No hay dinero para todo”, sentencia un booker independiente. “Las bandas se están concentrando más en la temporada de enero a abril de 2024 y apostando por el invierno, supongo que para separarse de lo que se pueda hacer en otoño”, elabora. “La prioridad de los agentes y los promotores ahora mismo es cerrar los festivales de 2024 por encima de cualquier otra cosa. Pero aun quedan giras de verano de 2023 por anunciar y en el otoño incluso habrá alguna de pabellones”, revela. “Pero sí, será una temporada mucho más tranquila”.

Sergi Ramos