Lleno en Burgos, a medio gas en Barcelona: las capitales de provincia se rebelan
Hace veinte años, un concierto fuera de las grandes capitales podía ser un desastre logístico y técnico. Hoy en día, salas y recintos de diversas capitales de provincia reciben la visita de grandes estrellas internacionales del rock y el heavy metal que han entendido que no todo el pescado se corta en Madrid y Barcelona. A veces toca adentrarse un poco más allá en la España de provincias para cuadrar los números.
En España viven 47.000.000 personas aproximadamente. Pese a las grandes cifras que le gusta exhibir a los festivales de nuestro país, en el fondo, el rock duro y el heavy metal tiene un interés relativo. Cuando una banda llega al primer puesto de las listas de Promusicae se exhibe como un gran triunfo pero la realidad es que, más allá del golpe en el pecho (como queriendo decir “veis, somos vigentes”) uno puede llegar al codiciado primer puesto con apenas 600 copias vendidas en una semana sin lanzamientos muy mediáticos, como un nuevo disco de Taylor Swift, Rosalía o similares. En resumen, el rock duro es asunto de minorías por mucho que tu tío escuche a AC/DC cuando lleva su camión de reparto con Rock FM sintonizada.
Más allá de las perogrulladas -el heavy metal difícilmente ha formado parte de la conversación social desde 1990- lo cierto es que, para ser un país tan grande, las bandas le suelen sacar poco provecho a la enorme extensión de territorio que supone España. Es evidente que las grandes concentraciones de población de Madrid y Barcelona -y en segunda linea Bilbao, Sevilla, Valencia, Málaga o A Coruña– son las que ponen más fácil cuadrar los números y la logística. Así pues, todos los grandes eventos pasan por las dos principales ciudades o, al menos, por una de ellas. Pero, como resultado, éstas ciudades se ven a menudo saturadas de evento y el público, soberano, tiende a tomar decisiones. No se puede ir a todo, y menos instalados en el clima actual de incertidumbre económica que condiciona las decisiones de gasto.
¿Y si no fuese la decisión más inteligente actuar en Madrid o Barcelona donde cualquier concierto es otro concierto más? España está llena de capitales de provincia mucho más receptivas. Bandas como Testament, Machine Head, WASP y otras muchas han realizado giras en la última década donde han logrado mejores números en una sala de Málaga que en una de Barcelona, por poner un ejemplo.
No es un fenómeno nuevo: ya hace quince años que promotores independientes se llevaban a Stryper a tocar a Palencia y llenaban. El secreto reside, como bien saben algunos promotores, en llevar los artistas allí donde su presencia “es un evento” y no una actuación más de las muchas que suceden noche tras noche.
Un apunte: dentro de la gira reciente de Amon Amarth junto a Machine Head, una de las ciudades con más público y mejor ambiente fue A Coruña. Barcelona tuvo una asistencia menor de la esperada (con downgrade de Sant Jordi Club a Razzmatazz) y Madrid aguantó relativamente el tipo aunque con números inferiores a los esperados considerando la proporción poblacional.
Otro apunte: la reciente gira anunciada por Madness Live para Iron Maiden en 2023 incluye una sorprendente fecha en un estadio de Murcia que es, a todas luces, la más grande de la incursión hispana con un recinto para más de 25.000 personas. Si uno compara la reacción de público y medios ante el anuncio de Barcelona en Twitter versus la reacción al anuncio de Murcia, es evidente que la percepción del público sobre el concierto dista mucho entre una ciudad y otra.
Las grandes capitales, elitistas y cada vez menos conectada con el entorno de clase obrera en el que se forjó el rock duro y el heavy metal, comienzan a ser un hueso duro de roer para nuestro género.
Ahí entran en juego, a mucha menor escala, promotores y grupos que debido a sus menores costes logísticos, se pueden permitir (y necesitan permitirse) extensas giras por el territorio hispano. Kivents organiza la próxima gira de los británicos Quireboys, que visitará lugares como Zaragoza, Vitoria, Gijón, A Coruña, Valladolid, Murcia o Sevilla. No, evidentemente que no están tocando en Motilla del Palancar, pero es una realidad que una actuación de Quireboys en Valladolid es, proporcionalmente, mucho más destacada que en Barcelona o Madrid.
“En sitios menos habituales del circuito de conciertos hay menos público, pero suele ser más entusiasta y valora más el concierto que pasa por su ciudad. Es evidente que hay menos oferta y la que llega hay que aprovecharla”, explica Javier, responsable de la promotora Kivents, quien programa regularmente giras de artistas como Firewind, Ross The Boss, Striker, Master, Serious Black, Brainstorm, Liv Sin o Thundermother.
“También depende de la sala que lo hace”, prosigue. “Hay varias salas que dinamizan a su gente, mueven al público y hacen que ir a un concierto siga siendo especial”.
El reciente cierre de salas como Nana en Ciudad Real pasa totalmente desapercibido para el público de las capitales, donde colosos como La Riviera o Razzmatazz tienen la agenda copada con primeras, segundas y terceras opciones de fecha por los promotores de todo el país. Pero el caso de la sala Nana es el de un lugar que, como recuerda Javi, “se vive realmente la música en directo».
“Hablo de Nana como otras tantas que te encuentras en Estepona, Vitoria, Vigo, Valladolid, Zaragoza, Pamplona, Sevilla… y tantas que puedo enumerar, que programan habitualmente conciertos de rock y metal, que viven por y para la música en directo y que de verdad hay que apoyar”.
Después del parón pandémico, la agenda de conciertos en Barcelona y Madrid es poco menos que insultante en éste otoño, donde han cristalizado muchos de los aplazamientos de 2020 y 2021 una vez superada una exitosa temporada festivalera. Solamente en octubre y noviembre hemos visto -o veremos- giras de Powerwolf, Sonata Arctica, Volbeat, Paradise Lost, Sepultura, Eluveitie, Gun, In Flames, Alter Bridge, Amon Amarth, Machine Head, Arch Enemy, Behemoth, Gluecifer, Opeth, Stick To your Guns, Frank Carter, Clutch, Finntroll, The Hu, Amaranthe, Lordi y muchos más. Y esto no es Suecia ni Alemania.
La saturación en las dos co-capitales del estado es una realidad tangible. “Sumaría Bilbao o Euskadi en general”, apuntan desde Kivents. “Pasan todas las giras por las grandes ciudades y el público no da oportunidades a los grupos que empiezan”, se lamenta. “Es verdad que la saturación influye en muchos factores como la economía que nos impide pagar las entradas de todos los conciertos, pero la sobreoferta de eventos resta público”.
Nadie consideraría Burgos como la capital mundial del rock duro, pero lo cierto es que en lugares como la capital castellanoleonesa una banda puede encontrar mucha mejor fortuna que en los lugares habituales. Huelga decir que la aritmética de grandes eventos es de aplicación más compleja en estos casos, pero el rock duro no se compone de grandes eventos: es un 60% conciertos de sala, un 30% festivales y un 10% grandes conciertos de estadio, a ojo de buen cubero.
Burgos Rock City: un caso aparte
En Burgos opera la Asociación Burgos Heavy Metal, una bienintencionada iniciativa que se constituyó hace una década por parte de un puñado de adicionados al género que querían dar visibilidad a un estilo musical y traer conciertos del estilo a la zona. Como ellos, una gran cantidad de entidades desarrolla una labor altruista a lo largo y ancho de la península para mantener vivo el género en lugares donde Live Nation, Madness Live o Doctor Music no suelen pensar demasiado por las propias dinámicas del género.
Pero a veces suceden pequeños milagros. La gira de los suecos H.E.A.T, celebrada el pasado mes de mayo, logró meter en Burgos a más del doble de la cantidad de gente que consiguió reunir en Barcelona. “La fecha se movió en dos ocasiones debido a la pandemia”, explica uno de sus portavoces, Iñigo Ortuñez. “Finalmente en 2022 pudimos llevar a cabo el concierto y fue un salto muy importante respecto a lo que habíamos hecho hasta ahora. El público y las bandas quedaron emocionadas por lo vivido en Burgos”.
“Para H.E.A.T, creo que nos acercamos a las 750 personas”, explica respecto a la asistencia de la gira. “Hablando con los miembros de la banda, estaban flipando, porque decían que ninguno conocía la ciudad, que pensaban que venían a tocar delante de 200-300 personas… y que era de los sitios de la gira dónde más gente había ido. No pudieron irse más contentos, porque el evento fue brutal y la gente disfrutó muchísimo”.
Con todo, no fue el concierto más grande del año para la asociación. “Sabíamos que la gente del Resurrection andaban moviendo una gira de Testament y Exodus”, explica. “Hubo un primer intento de cerrar una fecha en Burgos, pero no con la Asociación BHM. Al final no salió, pero nosotros dejamos ver nuestro interés en que si salía de nuevo, contaran con nosotros. Y así fue, cuando volvieron a activar la gira, nos ofrecieron una fecha y aunque tuvimos dudas por el ‘tamaño’ del evento, que era mucho más grande de lo que habíamos organizado nunca, le echamos narices y nos metimos”.
“Lo de Testament fue otro nivel”, dice emocionado Ortuñez. “Pusimos a la venta 1.100 entradas, que era el límite y varios días antes tuvimos que retirar algunas entradas de los puntos de venta porque pensábamos que nos pasábamos de aforo. Vendimos todo y tuvimos al menos otras 100 peticiones de entradas que no pudimos satisfacer. Vino gente de muchísimos puntos de España, muchos atraídos por el cartel y muchos también, como nos dijeron, para apoyarnos en esta súper aventura”.
“Fue un sueño. Ibas por la sala y te cruzabas a músicos como Dave Lombardo, Alex Skolnik, Gary Holt… algunos de los mejores músicos de la escena en nuestra pequeña ciudad!”. A nivel técnico, las condiciones que encuentran los músicos no tienen nada que envidiar a las de salas de Madrid y Barcelona. Los conciertos grandes se celebran en la mítica Andén 56 de Burgos, cuyo gerente, Cholo, tiene una relación muy fluida con la asociación. “De hecho, el concierto de H.E.A.T lo montamos a medias”, explica Ortuñez.
“Todas las bandas flipan con la sala, pues es un antiguo hangar de trenes, muy bonito y que tiene un sonidazo increíble”, relata.”A nivel técnico, todos salen muy contentos. Luego nosotros nos volcamos con las bandas”, prosigue. “Les llevamos a ver nuestra ciudad, a comer y cenar por Burgos si quieren… Flipan con nuestro trato y dicen que en casi ningún sitio les tratan así de bien. Tenemos muchas manos en la Asociación y somos unos grandes amantes de la música, así que lo hacemos con mucho gusto y mucha pasión”.
Igual que en el caso de Kivents, Iñigo percibe una mayor implicación del público fuera de las grandes capitales. “Entre las dos asociaciones que hay nos movemos mucho. Hacemos muchos eventos y procuramos ayudarnos. La gente que nos conoce se enamora de nuestra labor y por eso a estos conciertos grandes ha venido gente de otros puntos de España”.
Un dato importante: lo hacen sin ninguna subvención pública, totalmente por su cuenta y riesgo. “No será porque no hemos pedido ayudas”, se lamenta. “A nosotros nunca nos han dado nada: ni el ayuntamiento de Burgos ni la Junta de Castilla y León”.
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