El 24 de septiembre de 1994, Bad Religion vivió un concierto trágico en la discoteca Erne de Guipuzcoa, cuando el suelo se derrumbó, dejando 15 heridos.

El 24 de septiembre de 1994, la discoteca Erne de Oiartzun, Guipúzcoa, fue el escenario de uno de los sucesos más impactantes en la historia de la música en vivo en España. Aquella noche, el concierto de Bad Religion, junto a las bandas Hamlet y Jingo de Lunch, estuvo a punto de convertirse en una tragedia cuando el suelo de la pista de baile colapsó, causando multitud de heridos . Una noche en la que, como el propio bajista de Bad Religion recuerda «fue un milagro que nadie muriese».

Bad Religion en su mejor momento

La discoteca Erne era uno de los lugares más transitados de la escena nocturna en Oiartzun. A lo largo de los años, se había convertido en un destino de peregrinación para locales y visitantes franceses, atraídos por su vibrante programación musical. Sin embargo, la noche del 24 de septiembre de 1994 cambió para siempre su historia.

Bad Religion estaban de gira y presentaban “Stranger Than Fiction”, el disco con el que -teóricamente- se vendieron a la industria de la música, tras firmar por Atlantic Records. Pese a crecer en Epitaph Records, la banda tenía expectativas de seguir ampliando su público pese a perder cierta independencia y credibilidad en la escena de aquel momento. Los fans se les echaron encima, pero el disco era un pepinazo. No había cuestión y ahí sigue 30 años después para quien lo quiera comprobar. La popularidad de Bad Religion, sin duda, estaba en un punto ciertamente álgido. 

Dentro de la gira europea del disco, la banda anunció tres conciertos en España, producidos por la promotora La Iguana, luego parte de Gamerco y finalmente integrada en Live Nation. Era una promotora independiente, dirigida por Roberto Grima, hoy uno de los grandes actores de la música en directo de nuestro país a través del coloso Live Nation con el que sigue estrechamente vinculado. 

Los conciertos de Bad Religion no revestían más riesgo que el de un público propio del punk, de aquellos que le dan bastante trabajo a los equipos de seguridad de una sala. El grupo venía de tocar en la sala Zeleste de Barcelona el 22 de septiembre de 2024, al día siguiente en la sala Canciller 2 de Madrid y su gira terminaba la discoteca Erne de Oiartzun. De ahí la banda seguía hacía Italia y Alemania con su gira.

Tras la actuación de los grupos invitados, Bad Religion salió a escena a las 23:15. Pero durante la primera canción de Bad Religion, “Recipe for Hate”, el suelo de la pista de baile cedió, creando un agujero de ocho metros de diámetro y enviando a casi 200 personas a una caída de tres metros hasta el garaje de la discoteca. La situación rápidamente se tornó caótica, con escenas de pánico y confusión mientras los presentes intentaban comprender la magnitud de lo ocurrido.

La entrada del concierto

Jay Bentley de Bad Religion: “No tenía sentido”

Jay Bentley, bajista de Bad Religion, recordó esa noche con un profundo desconcierto en una entrevista inédita con The Metal circus. “Mi recuerdo es que nada tenía sentido. Has visto algo que estás efectivamente viendo, pero tu cerebro no lo procesa. Estás intentando entender qué acaba de pasar y qué está pasando. No fue algo que sucedió y luego terminó. Estaba pasando en tiempo real”, explicó Bentley a Sergi Ramos. La pista de baile estaba dividida en dos partes, y mientras la gente en el lado de Bentley permanecía en pie, aquellos en el lado de Greg Hetson desaparecieron en cuestión de segundos.

Bentley describe la confusión inicial: “Cuando Greg Hetson vino corriendo hacia mi lado del escenario, no entendía por qué estaba corriendo, y había una nube de polvo que se levantaba de la multitud. Pensé que había un incendio o que alguien había lanzado una bomba de humo”. Solo cuando vio a su técnico de batería saltar al agujero se dio cuenta de la gravedad de la situación. “Ahí fue cuando empecé a procesar que esto era realmente grave”.

El caos continuó mientras Bentley intentaba evitar que el equipo de luces cayera al agujero, actuando por instinto en medio del pánico. “Todavía no veía a la gente en el fondo porque era solo polvo. Pero recuerdo que agarré ese equipo de luces diciendo: ‘Esto no puede caer ahí porque aplastará a la gente’”, relató el bajista aún visiblemente afectado por el recuerdo. 

Las consecuencias

El derrumbe dejó a 15 personas hospitalizadas, cuatro de ellas en estado grave. Los servicios de emergencia, incluidos la Cruz Roja y la DYA, atendieron a más de un centenar de jóvenes por contusiones y otras lesiones. Afortunadamente, no hubo víctimas mortales, algo que Bentley considera un milagro dado el estado en el que quedó la estructura de la discoteca. “El hecho de que nadie fuera atravesado por las barras de refuerzo realmente fue asombroso para mí. No podía creer lo afortunados que fuimos. Fue totalmente trágico, pero podría haber sido mucho peor”, recordó Bentley.

El momento posterior

La respuesta inmediata de la banda fue de completa confusión y obediencia a las instrucciones de las autoridades. “No controlamos la situación en absoluto. Nos dijeron qué hacer, y lo hicimos”, recordó Bentley. “Nos dijeron: ‘Necesitáis iros de aquí. Tenéis que iros. No podéis estar aquí’”. La banda, al igual que los organizadores y el público, se encontró completamente abrumada por los acontecimientos.

“Personalmente, yo solo estaba esperando escuchar: “Aquí está el número de personas que murieron”. Eso era lo que seguía pensando que iba a pasar. “Esa fue la parte que me causó más temor, esperar a escuchar eso. Y cuando finalmente dijeron: “Nadie murió. Muchas piernas rotas, muchos huesos rotos, pero nadie murió”. Si hubieras visto la cantidad de barras de refuerzo que sobresalían de todo, el hecho de que nadie fuera atravesado realmente me dejó atónito.”

La investigación posterior reveló que el accidente fue causado por un fallo en el forjado del suelo, que no soportó el peso de la multitud. Aunque la sala tenía toda la documentación en regla y había pasado las revisiones de seguridad pertinentes, el desastre evidenció las fallas en la infraestructura. Las autoridades no pudieron determinar si se había superado el aforo máximo permitido, pero la magnitud del siniestro dejó claro que algo había salido terriblemente mal.

Tras el incidente, la discoteca Erne nunca volvió a ser la misma. A mediados de los 90, el local se reconvirtió en un espacio dedicado a la música electrónica, atrayendo a un nuevo público, especialmente después de la explosión de ETA en la discoteca Txitxarro en Itziar. Sin embargo, la sombra del desastre de 1994 persistió, y en 2017, la discoteca fue finalmente demolida para dar paso a un concesionario de una marca de coches, marcando el final de una era.

La seguridad en los conciertos 

El trágico concierto en Oiartzun dejó a Jay Bentley y a los demás miembros de Bad Religion con una lección difícil sobre la seguridad en los conciertos. “Lo triste es que, como banda de gira, llegas a la conclusión de que estás a merced de los clubes y los festivales”, reflexionó Bentley. A pesar de este aprendizaje, Bentley admite que prefiere no vivir en un estado constante de miedo. “Yo, personalmente, no vivo en un mundo de miedo y temor. No pienso: ‘Oh, ¿es seguro este lugar?’. Simplemente asumo que lo es, lo cual probablemente sea estúpido por mi parte”, confesó.

El trágico incidente en la discoteca Erne es una de esas noches que queda grabada en la memoria de todos los involucrados. Para los asistentes, fue una experiencia aterradora que algunos nunca olvidarán. Para Bad Religion, fue un recordatorio de lo frágil que puede ser la seguridad en eventos masivos, y una noche que los marcó profundamente. En Facebook, se pueden encontrar incluso grupos de usuarios que rememoran el suceso con humor. Lo cierto es que aquella noche en Oiartzun las cosas podrían haber salido muy, muy mal.