En 1988, Celtic Frost sorprendió a sus fans con “Cold Lake”, un giro hacia el glam metal que dejó perpleja a la comunidad del metal extremo.

En 1988, Celtic Frost, una de las bandas más influyentes del metal extremo europeo, lanzó “Cold Lake”, un álbum que marcaría un punto de inflexión en su carrera y que, aún hoy, sigue siendo uno de los discos más polémicos en la historia del heavy metal. Tras el éxito experimental de su aclamado álbum “Into the Pandemonium” (1987), la banda suiza dio un giro radical hacia el glam metal que era más popular en la época,  alejándose del sonido oscuro y vanguardista que los había colocado en el panteón del metal extremo. Esta transformación drástica no solo confundió a sus seguidores, sino que también puso en riesgo la continuidad de la banda. Tom Gabriel Fischer pasó a ser un mindundi cuando había sido uno de los colosos del género desde el aterrizaje de Hellhammer.

Los años previos a “Cold Lake”

Para comprender el impacto de “Cold Lake”, es necesario contextualizarlo dentro de la discografía de Celtic Frost. La banda, liderada por Thomas Gabriel Fischer (conocido como Tom Warrior) y el bajista Martin Eric Ain, había sido pionera en la escena del metal extremo desde sus primeros lanzamientos. Álbumes como “Morbid Tales” (1984) y “To Mega Therion” (1985) sentaron las bases del black metal y death metal, estilos que influirían profundamente en generaciones futuras de bandas extremas en décadas venideras.

Sin embargo, fue con “Into the Pandemonium” que Celtic Frost llevó su sonido a un nivel completamente nuevo. Este álbum representaba un paso atrevido hacia la experimentación, fusionando elementos del metal con géneros tan dispares como la música industrial, la ópera y la música sinfónica. Temas como “Inner Sanctum”, “Babylon Fell” y “Mesmerized” mostraban una paleta sonora muy diversa, mientras que el cover de “Mexican Radio” de Wall of Voodoo era un movimiento poco esperado para una banda de metal con las credenciales de los Frost.

Este espíritu experimental, sin embargo, vino acompañado de tensiones entre la banda y su discográfica, Noise Records. Según  explicó Fischer en su momento, el sello nunca comprendió completamente la dirección artística que Celtic Frost estaba tomando, y el proceso de grabación de “Into the Pandemonium” estuvo lleno de obstáculos financieros y creativos. Karl Walterbach, fundador de Noise Records y figura controvertida de primer orden por sus curiosas tácticas de negocios, llegó a decirles que volvieran a un sonido más tradicional, similar al de bandas como Exodus o Slayer, algo que Fischer rechazó categóricamente. Esta falta de entendimiento sembró las primeras semillas de discordia entre la banda y el sello, que luego se manifestarían durante la creación de “Cold Lake”, época en la que las disputas alcanzarían un punto de ebullición.


La creación de “Cold Lake”: Un cambio radical de estilo y estética

Después del éxito creativo (aunque tenso) de “Into the Pandemonium”, la banda comenzó a fragmentarse. Reed St. Mark, el baterista de la banda, y Ron Marks, el guitarrista que había sido reclutado para mejorar el sonido en vivo, se fueron, dejando a Fischer y Ain sin una formación demasiado clara para continuar. Fue en este contexto que Oliver Amberg, un guitarrista conocido por haber sido miembro inicial de los también suizos Coroner, se unió al grupo, trayendo consigo una nueva dirección que sería fundamental para el desarrollo de “Cold Lake”.

La idea detrás de este nuevo álbum era alejarse de la oscuridad y el peso experimental de “Into the Pandemonium”. Fischer, que había pasado por un periodo difícil tanto personal como profesional, admitió: “En 1988, simplemente no podía seguir con algo oscuro. Después de todo el drama y las dificultades, quería divertirme. Quería ver color, experimentar el placer. Pero no debería haberlo hecho como Celtic Frost.” 

Tom se acababa de casar, estaba enamorado y la formación «oscura» de Celtic Frost ya no existía, tan solo una banda nueva con la que no tenía la misma necesidad de crear obras oscuras y densas. En resumen, el Tom G Warrior de 1988 no tenía nada que ver con el de 1984 y evidentemente la música iba a ser quien mas lo sufriese.

El cambio no solo afectó el sonido, sino también la estética de la banda. Las fotos promocionales de la época mostraban a Fischer y Amberg con el cabello gigante, ropa ajustada y enseñando pelito en pecho, y una imagen mucho más cercana al glam metal que imperaba en el Sunset Strip de Los Ángeles que al metal extremo que habían representado hasta entonces. El propio Karl Walterbach reconoció más tarde su sorpresa al ver la dirección que había tomado el grupo: “Debería haber detenido la producción en seco, pero no lo hice. Fue un error.”

 

La recepción de “Cold Lake”: Críticas y decepción entre los fans

Cuando “Cold Lake” fue lanzado en septiembre de 1988, la reacción no se hizo esperar. Los fans de Celtic Frost, acostumbrados a la brutalidad y la experimentación de sus discos anteriores, se encontraron con un álbum completamente diferente. Las canciones tenían una estructura más sencilla, con riffs menos agresivos y letras que distaban mucho de la profundidad lírica que había caracterizado al grupo. Temas como “Seduce Me Tonight”, “Cherry Orchards” y “Dance Sleazy” eran ejemplos claros del nuevo enfoque de la banda, más cercano al glam metal que dominaba las listas de ventas en Estados Unidos.

El propio Fischer, con el tiempo, se mostró profundamente arrepentido del álbum: “Cada componente que define a Celtic Frost, desde la portada hasta la producción, las letras y la imagen de la banda, está mal. Todo es una basura. Es una abominación.” Con los añso, Tom llegó a hablar de «Cold Lake» como «el peor disco de la historia del heavy metal».

El álbum fue duramente criticado por la prensa especializada. Sal Treppiedi, responsable de relaciones públicas de Noise Records en Estados Unidos, recordó la dificultad de promocionar el disco: “Fue muy difícil. MTV le dio un poco de atención al vídeo de ‘Cherry Orchards’, pero más allá de eso, no obtuvo mucha cobertura. Los fans simplemente no estaban preparados para algo tan radical.”

El impacto en la carrera de Celtic Frost

“Cold Lake” no solo fue un fracaso comercial, sino que también tuvo un impacto devastador en la carrera de Celtic Frost. La banda, que había sido pionera en el metal extremo, perdió gran parte de su credibilidad y base de seguidores debido a este cambio de dirección. Antje Lange, actualmente manager de Accept y figura clave que trabajaba en Noise Records en ese momento, afirmó: “La gente esperaba algo como ‘Into the Pandemonium II’, y lo que obtuvieron fue ‘Cold Lake’. Las críticas fueron muy duras, especialmente porque los discos anteriores eran únicos.”

La situación dentro de la banda también se deterioró rápidamente. Oliver Amberg, quien había sido en parte responsable del nuevo enfoque musical, fue despedido a mediados de 1989. Amberg recordaba con amargura: “Todavía, después de tantos años, recibo mensajes de fans que me culpan de haber arruinado Celtic Frost. Es triste que, treinta años después, todavía necesiten a alguien a quien culpar.”

Fischer también reconoció que el álbum fue un error, aunque no dudó en culpar en parte a las circunstancias externas, especialmente a su complicada relación con Noise Records: “Cold Lake nunca habría sucedido si las cosas con Karl Walterbach hubieran sido diferentes. Es el resultado directo de todo el caos y la presión bajo la que estábamos.”

A pesar de estos esfuerzos por explicar lo sucedido, el daño ya estaba hecho. Celtic Frost intentó redimirse con el lanzamiento de “Vanity/Nemesis” en 1990, un disco que, aunque mejor recibido, no logró borrar la sombra de “Cold Lake”.

El regreso de Celtic Frost y la redención parcial

Tras el fiasco de “Cold Lake”, la banda pasó por una etapa de reflexión. Fischer y Martin Eric Ain volvieron a unir fuerzas, esta vez acompañados por Curt Victor Bryant en la guitarra y bajo, y con la participación de Stephen Priestly en la batería. El objetivo era recuperar parte de la credibilidad perdida y volver a las raíces más oscuras y pesadas de la banda. El resultado fue “Vanity/Nemesis”, un álbum que intentaba equilibrar los elementos más comerciales de “Cold Lake” con el sonido oscuro que los fans esperaban.

Aunque “Vanity/Nemesis” fue un esfuerzo más cercano al sonido clásico de Celtic Frost, el daño ya estaba hecho. La banda no logró recuperar el mismo nivel de popularidad y respeto que había tenido antes de “Cold Lake”. El propio Fischer admitió que, para él, el grupo había perdido su “magia” después de 1987: “Perdimos nuestro camino, y eso dañó demasiado a Celtic Frost. Aunque el ambiente para ‘Vanity/Nemesis’ era bueno, simplemente no pudimos recuperar nuestro impulso.”

Después de una última gira en 1990, la banda se separó, dejando atrás una carrera marcada tanto por éxitos revolucionarios como por fracasos estrepitosos. Celtic Frost se disolvió oficialmente en 1993, aunque su influencia en la escena del metal extremo perduraría, con muchas bandas citándolos como una influencia clave en su desarrollo.

El legado de Celtic Frost más allá de “Cold Lake”

A finales de los 90, y tras varios años de silencio, Celtic Frost comenzó a trabajar en la reemisión de sus álbumes clásicos. Bajo la supervisión de Fischer y con la ayuda de Antje Lange, Noise Records relanzó versiones remasterizadas de discos como “Morbid Tales”, “To Mega Therion” y “Into the Pandemonium”, con nuevas portadas y material adicional. Este proceso de revalorización del catálogo de la banda ayudó a restaurar parte de su legado, aunque Fischer decidió no incluir “Cold Lake” entre los álbumes reeditados, afirmando que no consideraba que ese disco fuera parte de la verdadera esencia de Celtic Frost.

Sergi Ramos