COCAINA Y ROCKSTARS DE CLASE HUMILDE
Una pequeña reflexión sobre como la blanca sustancia se carga las economías de muchos artistas de nivel medio-bajo.
No hace mucho tiempo, durante un concierto, andaba intercambiando historietas y anécdotas como es habitual con algunos colegas y conocidos de este negocio. A fin de cuentas, el heavy metal y el rock duro es un negocio reducido y más en España, donde todos nos conocemos. La cuestión es que hablábamos de como uno de los músicos de la banda que había actuado previamente, una imponente figura en el mundo del heavy metal europeo, le había venido apenas diez minutos antes a uno de esos colegas y le había pedido, no sin cierta urgencia, que si podía conseguirle cuatro gramos de cocaína. Estamos hablando de un artista aparentemente limpio, idolizado por muchos gracias a sus discos que hablan sobre la superación, la libertad, los sueños y demás conceptos galvanizadores. Sin embargo, ahí estaba el pobre hombre, dejándose 240 Euros, para ser exactos, en la blanca sustancia en una triste noche de media semana. Cada uno con sus vicios, lógicamente, pero no deja de ser irónico que muchos artistas de bandas de popularidad media-baja, aquellos que tan mal están económicamente por culpa de la piratería y la baja asistencia a los conciertos, sean los que llegan a casa tras las giras sin un solo euro porque se les ha ido todo en cocaína a lo largo del mes o dos meses que han estado de tour. Es obvio que cada uno puede hacer con su dinero lo que quiera, pero ¿por qué tantos artistas y sus entornos acaban metidos en el asunto?
Habitualmente, se achaca el consumo de cocaína (y bien, muchas otras sustancias) a la presión que suponen las giras, a los continuos cambios de entorno y humor que se viven en estas y a la necesidad de prolongar el subidón del directo hasta unas horas después, cuando no queda más remedio que dormir ante el aburrimiento y monotonía que proporcionan kilómetros y kilómetros de carretera.
Tampoco es sorpresivo que algunos organizadores de conciertos, tanto en nuestro país como en otros territorios, cuenten con su camello de confianza, encargado de solventar eventualidades en el día del show. La mayoría de artistas intentan no viajar con mercancía a cuestas, conocedores de que un control de policía en la carretera o en la frontera de turno podría suponer un registro inesperado del autocar, por no hablar de los riesgos de acarrear drogas cuando se viaja en avión. En resumidas cuentas, por lo general, los músicos dependen de sus contactos en cada ciudad o del entorno local de cada show si quieren conseguir algo.
En el caso del artista del que hablaba al iniciar el artículo, su posición en el mundo de la música le hace poder permitirse ese desembolso de manera más o menos desahogada. No deja de ser un gasto considerable a lo largo de una gira de uno o dos meses, pero que demonios, "las estrellas del rock somos así", como cantaban GIGATRÓN hace unos cuantos años. Pero la cuestión es que lo mismo sucede con otros muchos artistas que salen de gira con márgenes de beneficio muy escasos o nulos, incluso aquellos de bandas teloneras que apenas ganan nada en la gira o incluso tienen que pagar por participar en la misma.
Siempre recordaré la ocasión en la que estaba en camerinos con un artista americano, vocalista de una banda de heavy metal de tercera fila de los años 80. Dicho vocalista no es ni el líder ni el compositor de la banda, así que solo podía estar ganando lo que le estuvieran pagando por día por sus labores de vocalista. Dada la escala, seguramente no más de cien euros por noche, si llega. Desde aquel día se convirtió en "la aspiradora" ante mis ojos. Que pasión por la drogaína. Estamos hablando de que era un concierto de apenas 60 personas en el público. Para nada una buena noche en la que el dinero floreciera gracias a un buen porcentaje de beneficios de la taquilla. Nada, apenas habría dinero para pagar la sala y cuatro cosas más. Pero aquel señor se metió el equivalente al salario mínimo interprofesional de España por la nariz en el transcurso de unas cuantas horas. Y sorprendentemente, tenía un chorro de voz tremendo sobre el escenario, lo cual no deja de ser elogiable, teniendo en cuenta la manera en que el consumo de coca afecta a los vocalistas.
En otro caso, una mítica banda de thrash metal europea vino de gira por España. Nada del otro mundo, nuevamente. Apenas 170 personas en un concierto, pero aproximadamente el 50% de lo que ganaron limpio, se les fue en cocaína. Es obvio que cuesta mantener en pie una banda cuando mucho de lo que ganas en las giras -hoy en día prácticamente lo único que les aporta ingresos- se va en vicios.
El caso de MOTORHEAD es tan público que no importa mencionarlo. Coca y speed, en cantidades industriales. Son una banda de señores que bordean los 60 años y que siguen disfrutando de sus vicios a una escala épica. Profesionales consumados e incansables animales de la carretera, los de Lemmy y cia son una de esas bandas que se lo pueden permitir. Siguen metiendo cifras muy decentes en sus conciertos por todo el mundo y generan los suficientes ingresos como para mantener los hábitos y seguir adelante en este mundillo.
Siempre recordaré la ocasión en que, con 13 años, me encontraba en el camerino de una veterana banda local del área de Barcelona. Unos muertos de hambre, que estaban tocando para 30 personas esa noche. Difícilmente eran Axl Rose en el mítico video de Muchachada Nui, viviendo una vida de excesos y groupies mientras le traen carros de cocaína al camerino. Pues, como auténticas estrellas del rock, ahí estaban, metiéndose por la nariz el equivalente a lo que recaudarían en taquilla con 3 o 4 conciertos como el de aquella noche. Lo más indigno es que tuvieran los santos cojones de ofrecerme si quería un poco. Pero si estaba en segundo de la ESO, diantres!
Es a escala nacional también donde se ve un uso desmesurado de la sustancia. Durante una ronda de entrevista con cierto grupo nacional, la tónica habitual era entrevista de veinte minutos, excursión al lavabo de cinco minutos, entrevista de veinte minutos, excursión al lavabo de cinco minutos más…Durante una tarde entera. Contabilicé siete visitas al baño en el transcurso de la jornada de promoción. Y ya no hablamos ni de una noche de show, donde puedes llegar a comprender el rollo festivo-celebratorio del asunto y como la coca juega un papel en ello. Pero nada, una simple tarde de mierda haciendo entrevista entre semana. Ni me quiero llegar a imaginar como serían los días de show. Bueno, miento, eran incluso más destroyer que eso.
La próxima vez que escuchéis a ciertos artistas de tamaño medio lloriquear en la prensa sobre lo mal que va todo y como tiene que trabajar el resto del año para alcanzar unos ingresos dignos ya que la música no da para vivir, desconfiad. No todo el mundo es igual, pero cuando vuelves de una gira sin un solo euro en el bolsillo, algo no funciona bien en alguna parte.
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