BREVE HISTORIA DE LA MÚSICA METAL – TERCERA PARTE
LA ERA DE LOS REVIVALS
Si hubiera que establecer un paralelismo entre la historia del metal y la historia del arte, podría equipararse la época de los inicios, desde los 70 hasta 1990, con la época de los clásicos; la década de los 90 equivaldría al Renacimiento, donde todas las leyes establecidas por los clásicos se malean y reciclan hasta configurar un nuevo planteamiento que sirve de punto de inflexión a las corrientes venideras. También en este periodo se da un fenómeno semejante al del Barroco, al alcanzar un punto de saturación en el que se agotan hasta el límite las posibilidades del arte en cuestión. Y al final está la década del 2000, que me atrevería a comparar con la etapa del neoclasicismo: en esta época no se plantean géneros realmente innovadores, sino que se aprovechan o revisan los anteriores, dando lugar a hibridaciones y variaciones no carentes de interés. No hay más que ver la variedad de estilos que se encuentra hoy entre los autores de metal moderno, eso sí, cada uno de ellos claramente circunscrito a algún estilo o tendencia que ya tuvo su apogeo en algún momento del pasado, del mismo modo que en el siglo XIX en una misma avenida se construían iglesias góticas, edificios renacentistas y casas barrocas en perfecta armonía.
Pero este tipo de analogías no son del todo aconsejables, y su uso es más ilustrativo que profético. Lo cierto es que cada género posee una historia y una vida propias, unas raíces y límites determinados, más aún en el ámbito de los estilos musicales contemporáneos. Como tal, la comparación de la historia del metal con la historia del arte es un tanto desproporcionada, pues las épocas mencionadas representan movimientos culturales complejos que abarcan todos los campos de la experiencia humana, mientras que un género musical como el metal responde a un orden evidentemente inferior en la escala de relevancia histórica.
En la primera parte de esta historia del metal, señalé que la falta de apoyo por parte de la intelectualidad es una de las causas por las que el metal es todavía un género intrascendente. Y es natural que así sea. ¿Por qué nadie iba a apoyar a una serie de autores que vomitan parrafadas de rabia y odio, si no es por el puro cinismo de ser la “mosca cojonera” del corral?… En efecto, puede pensarse que este mundo ya es lo bastante siniestro y terrible para que unos melenudos vestidos de tachuelas vengamos a anunciarlo con desaforados alaridos de ultratumba. La actitud irreverente y cáustica puede ser efectiva hasta cierto punto, e incluso han existido movimientos artísticos y culturales basados en tales actitudes, pero su discurso se consume pronto, como una llama que prende demasiado deprisa y con un fogonazo cegador. Un analista con serenidad entre las sienes podría alegar que la actitud del metal es frecuentemente efectista, engalanada de fuegos artificiales muy coloridos y deslumbrantes, pero vacíos de contenido. Nadie vio nunca que Igor Stravinski o Charlie Parker (hombres que sólo con su trabajo cambiaron para siempre la historia de la música moderna) se enfundaran en cotas de malla o lucieran cruces invertidas… Lo cual no quita la existencia de bandas que se toman en serio la labor de expresar discursos con criterio y enjundia verdadera. Para contrarrestar un poco esta autocrítica a la actitud “irresponsable” del metal, tal vez sirva de consuelo señalar que, en sus inicios, el mismísimo rock’n’roll atesoraba cualidades parecidas, y esto no impidió que con el tiempo una porción importante de la modernidad abrazase este género como buque insignia de la contracultura.
La historia del metal, como el resto de historias de la actualidad, permanece en un estadio de incertidumbre. Lo cierto es que tratar de interpretar sus últimos acontecimientos es una tarea ligeramente imprudente, pues no habría que establecer un juicio sobre algo que todavía no ha sido. Durante los últimos años parece que el metal ha llegado a sus cimas más complejas y desarrolladas; se ha vuelto la mirada una y otra vez hacia las posibles relecturas del metal, y se han experimentado otras tantas posibles combinaciones. La música electrónica, por inquietante que pueda parecer a los puristas, terminará comportando una faceta más del metal (si es que no lo ha hecho ya, desde la introducción de baterías electrónicas tan frecuentes en el death y el black metal o las hibridaciones electro-punk que ya se dejan escuchar…). Pero todo este discurso no es más que una forma de afrontar el hecho de que, de un tiempo a esta parte, no hay demasiado que decir sobre el metal, aparte de las consabidas habilidades de sus iconos que cada poco regresan a nuestros escenarios para cantar las viejas glorias del pasado… (brindo por ello, no lo duden). En fin, paréceme que la década del 2000 es la hora de los revivals (no sólo en el campo del metal, sino en el de las otras músicas también). Para deleite de muchos, en los últimos años han aparecido cantidad de bandas (cierto que buenas también) de puro thrash metal, de puro death metal, de puro Heavy metal, de true black metal… Pero lo cierto es que de este modo se generan pocos hitos musicales, esas grabaciones fenomenales que con el tiempo crean escuela… Tal vez por ello algunos personajes destacados del metal, aquellos que ya no tienen fuerzas para seguir lustrando su busto en un escenario, los que poseen un espíritu más inquieto, se deciden a dar el salto y de repente vienen a la carga con algún tipo de experimento alternativo, formaciones originales, cambios bruscos de estilo… De un modo u otro, los metaleros actuales empiezan a revolverse y buscar un nuevo rumbo, tal vez aquejados de la misma fatalidad que aquejara a los músicos de jazz durante los años 60, cuando, ensordecidos por el miasma de nuevos géneros y tecnologías, dejaron de ser los modernos para convertirse en clásicos… ¿Es posible que éste sea también el destino del metal?… En mi opinión, todo el jazz imprescindible se encuentra antes del año 1960; y pronostico un límite similar para el metal en los años siguientes (y conste que la noción de un límite no implica que se pierda la calidad o la cantidad entre las bandas actuales; al contrario, el metal atraviesa un momento de gran actividad, pero esto no quita que sus hechores no hayan encontrado hasta la fecha un estilo capaz de tomarle el relevo al Heavy, al thrash, al death, etc…).
No es posible decidir qué música, con el tiempo, habrá de durar. Poco importan las tendencias de moda o la canción del verano que nos marquen en la emisora de turno. El único signo de ello, tal vez, pueda ser ese fortuito chisporroteo que se produce en nuestro interior cuando agarramos una guitarra y juntamos una serie de acordes que por algún motivo nos conmueven; cuando abrimos la boca para recitar los versos o palabras de una canción improvisada la noche antes, entre los vaivenes del vino. Los antiguos hablaban de las Musas y de la inspiración, pero alguien dijo que en verdad se parece más a una exhalación. Eso es la música: un profundo aliento interior que surge de nosotros bajo el hastío o el divertimento.
Buena suerte, amigos.
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