Anton Maiden era simplemente otro fan más de Iron Maiden en Suecia. Pero la exposición al odio en internet terminaron con su vida a una pronta edad.

En el marco de la era digital, la expansión de las tecnologías ha dado voz a numerosos individuos con talentos y aficiones singulares, abriéndoles las puertas a la fama y todas sus consecuencias a través del vasto universo de internet. Si bien existen innumerables historias de personas que han aprovechado esta oportunidad, hay una que destaca por su conmovedor desenlace: la de Anton Gustavsson, más conocido como Anton Maiden.

Anton era un adolescente sueco con una pasión insaciable por Iron Maiden. En Suecia, más si cabe que en otros territorios, Iron Maiden son más grandes que la vida. Cuando en toda Europa Iron Maiden tocaban en pabellones, en Suecia ya tocaban en estadios. Su influencia en las maneras de entender el heavy metal en Suecia y el resto de Escandinavia es evidente escuchando a cualquier grupo de los últimos 30 años.

Gustavsson, aunque tenía una voz común, destacaba por su ardiente entusiasmo y entrega por la banda. En aquellos tiempos, pre-Youtube, pre-redes sociales, el chaval usaba su primitivo ordenador de la época para crear versiones MIDI tremendamente simples de los temas de la banda y luego las interpretaba con un fervor que podría rivalizar con el del mismísimo Bruce Dickinson, pero sin la técnica vocal. Sus amigos, testigos sufridos de este peculiar talento, le sugirieron la idea de compartir estas interpretaciones en la red, sin sospechar el impacto que tendría en la vida de Anton a medio plazo.

Una serie de catastróficas desdichas

Lo que comenzó como un simple hobby se transformó en un fenómeno en la red en una época en que los foros y las secciones de comentarios más rudimentarias de las viejas webs construidas en phpnuke dominaban la red.

Las versiones de Anton, aunque lejos de ser perfectas desde el punto de vista técnico, poseían un encanto único que cautivaba. Era como ver un tren descarrillando o un accidente de tráfico en proceso: no podías apartar la mirada en ningún momento aunque sabías lo que iba a pasar.

Sin embargo, la fama trajo consigo una doble cara. Por un lado, tenía un séquito de seguidores que lo alentaban y se divertían con sus grabaciones, desde un prisma positivo. Por otro, se convirtió en blanco de críticas y burlas por parte de una creciente legión de haters y trolls de la red que encontraron en un vulnerable Anton el blanco perfecto para verte su odio. Y en aquel momento la discusión sobre la salud mental y la influencia perniciosa de las redes no era siquiera algo a plantear. Internet era el salvaje oeste.

Impulsado por el aluvión de atención, Anton decidió producir un álbum de edición limitada titulado “Anton Gustavsson Tolkar Iron Maiden”, editado informalmente en 1999 con solo mil copias lanzadas al mercado. A pesar de sus habilidades básicas en diseño gráfico, creó una portada que reflejaba su amor por la banda, aunque de una manera un tanto rudimentaria. El álbum, a pesar de las burlas, solo incrementó su fama. Su foto de portada con una mueca horrenda no sabemos si buscaba emular a Eddie, si era síntoma de auto-burla o si era absoluta inconsciencia adolescente. Anton se convirtió en un meme antes de que existiesen los meses.

Las sombras de internet

Con la fama vinieron también las sombras. Internet, con su inherente anonimato, puede ser un lugar cruel. Anton, que tenía una web donde compartía muchos aspectos de su vida personal, se volvió blanco de ataques. Muchos se escondían detrás de sus pantallas para insultar y ridiculizar no solo a Anton, sino también a su familia. A medida que su alter ego, Anton Maiden, crecía en popularidad, la presión sobre Gustavsson en la vida real se intensificaba. A cada mes que pasaba, el acceso a internet llegaba a más personas en todo el mundo y la cantidad de gente que centraba su atención sobre “frikis” como Anton crecía exponencialmente.

Con el paso del tiempo, la popularidad de Anton no mostraba signos de disminuir. Sin embargo, para este joven ya universitario de 23 años, el peso del escrutinio público se volvía cada vez más inaugantable. Trágicamente, el 31 de octubre de 2003, Anton desapareció, y una semana después, su cuerpo fue encontrado sin vida, siendo el motivo aparente de la muerte el suicidio. Internet había matado a Anton Maiden y éste a Anton Gustavsson.

La historia de Anton Gustavsson es un recordatorio desgarrador de los peligros que pueden surgir en el espacio digital sin control, especialmente en redes muy orientadas al trolleo como puede ser Twitter, donde la suplantación o ocultación de identidad son mucho más comunes que en redes como Facebook o Instagram.

Su legado nos invita a reflexionar sobre la importancia de actuar con empatía y respeto en línea. En un mundo donde las conexiones digitales pueden tener un impacto profundo en el mundo real, la historia de Anton nos enseña la importancia de tratar a los demás con respeto.

Como dice un usuario en un comentario de YouTube de uno de sus videos: “Anton, eras pequeño en habilidades vocales, pero grande en espíritu”.