Anthrax llevó el thrash metal de Nueva York al siguiente nivel con Spreading The Disease en 1985. Un álbum decisivo que fusionó velocidad, melodía y la energía underground de la costa este.

En 1985, el thrash metal comenzaba a extenderse por todo el mundo con gran fuerza. Aunque su principal epicentro se hallaba en la costa oeste de Estados Unidos, concretamente en la zona de la bahía de San Francisco, Anthrax rompía con esta hegemonía desde Nueva York. El grupo, formado a comienzos de la década, llevaba varios años puliendo un sonido que fusionaba la contundencia del metal tradicional con la velocidad propia del incipiente thrash. En este escenario, lanzaron Spreading The Disease, un álbum que marcó un antes y un después en su trayectoria.

El contexto musical de aquel entonces era una lucha constante entre las diversas corrientes del rock y del metal. Por un lado, la escena del glam y el hard rock seguía dominando la MTV y las listas comerciales. Por otro, empezaba a surgir una oleada de bandas que adoptaban una estética y un sonido más agresivos, deseosas de gritar su inconformismo. Anthrax supo colocarse en un punto intermedio: no eran tan rudos y oscuros como Slayer o Exodus, ni tan comerciales como los grupos de glam de Los Ángeles. Su identidad radicaba en riffs veloces, una batería martillante y, sobre todo, una energía que se desbordaba tanto en estudio como en directo.

Un productor acorde

Para Spreading The Disease, Anthrax contó con el productor Carl Canedy, una figura clave que ya había trabajado con grupos cercanos al movimiento del metal y que entendía el potencial de su propuesta. Este álbum supuso el debut de Joey Belladonna a la voz y de Frank Bello al bajo, completando una formación que se volvería fundamental en la historia del grupo. Con Belladonna, la banda adquirió un matiz vocal más melódico en comparación con otros exponentes del thrash, algo que les otorgó una seña de identidad inmediata.

El estudio elegido fue Pyramid Sound en Ithaca (Nueva York). Allí, Anthrax buscó una producción contundente pero clara, para que la rápida ejecución de la guitarra y la base rítmica no se perdieran en la mezcla. Así, los temas se grabaron con gran detalle en la ecualización y se optó por un sonido más definido que en el thrash más crudo. Este enfoque favoreció la accesibilidad de la banda a un público más amplio, sin renunciar a la velocidad y agresividad propias del estilo.

Una gira definitoria

El recibimiento de Spreading The Disease fue muy positivo en la escena. Si bien Anthrax no contaba todavía con la popularidad que alcanzaría más tarde, quedó claro que estaban destinados a grandes cosas. Muchas revistas empezaron a reseñar el disco como un soplo de aire fresco, subrayando la combinación de riffs afilados y una voz que se aventuraba a incluir tonos más limpios y melódicos. El público, especialmente en la costa este de Estados Unidos, acogió muy bien el lanzamiento, y poco a poco el nombre de Anthrax fue sumándose a la lista de grupos indispensables dentro del thrash. Canciones como “A.I.R”, “Madhouse”, un himno a día de hoy, y “Medusa” pasaron a ser clásicos indispensables en la carrera de la banda. 

La gira de promoción del álbum fue clave para afianzar su posición. Aunque no disponían de grandes presupuestos ni de la infraestructura de las bandas consolidadas, recorrieron varios estados y compartieron escenario con otros exponentes del metal. El boca a boca desempeñó un papel decisivo, y el disco empezó a venderse de forma constante. Más de cincuenta conciertos en aquel 1985, junto a bandas como Anvil y TT Quick en algunos casos, afianzaron su posición como una de esas bandas “de los fans”. Lo que había en el escenario y ante él era lo mismo: sin divos ni grandes ínfulas. 

El Big Four definitivo

Con el tiempo, Spreading The Disease se ha convertido en un referente del thrash metal de la costa este. Su carácter desenfadado y la fuerte presencia de elementos más melódicos influyeron en la manera en que otras formaciones de thrash se aproximaron a la composición. Además, este álbum sentó las bases para el crecimiento de Anthrax, que pronto entraría a formar parte del llamado Big Four junto a Metallica, Slayer y Megadeth.

El disco sigue siendo un capítulo imprescindible para entender la escena de los 80 y la vertiente más variada del thrash. Anthrax demostró que no era necesario sacrificar la melodía para ser fieles a la velocidad y contundencia del género.

 

Sergi Ramos