Un éxito absoluto, un puente entre dos eras, una consolidación a través de un experimento… Nadie podría haberlo anticipado, pero las primeras notas de un sintetizador al principio de “Tom Sawyer” cambiarían para siempre el panorama de una banda que hasta aquel momento parecía condenada al seguimiento de culto, casi al ostracismo más allá de los círculos del prog.

‘Moving Pictures’ marcó para siempre el destino de una banda tan particular como Rush, que desde entonces ya no volvió a ser la misma.

Un nuevo estilo para una nueva década

Los ’80 fueron una década extraña para Rush. Habían pasado los ’70 siendo la banda que apuntó tarde a la fiesta del rock progresivo desde más allá del Atlántico, solo para considerarse en el olimpo de una escena que les quedaba muy lejos de casa. Peart, Lee y Lifeson eran virtuosos que no temían romper con cualquier molde, y es que del rock clásico facilón y poco imaginativo de sus dos primeros trabajos, habían pasado a un prog extravagante y que no temía a la experimentación más arriesgada.

La propia banda consideró que había tocado techo en cuánto a virtuosismo con el celebrado ‘Hemispheres’ del ’78, hecho que determinó que inauguraran la década con un ‘Permanent Waves’ que ya tonteaba con un sonido más radiofónico profundamente imbuido por la música electrónica y el reggae, pese a que en ningún momento abandonaba las raíces prog de un grupo que justamente estaba en boca de todos por el talento de sus integrantes.

Rush Moving Pictures

Como suele pasar cuándo un disco alcanza las cotas de éxito de ‘Moving Pictures’, no faltan los detractores que juran y perjuran que desde aquel momento la banda se vendió, cuándo realmente la evolución no solo fue lógica desde un punto de vista comercial, sino que resulta hasta coherente si uno analiza con cuidado la historia de la banda. La experimentación está tan imbuida en los huesos de Rush que, si ésta fuera acero, no les dejarían subir a los aviones, y aunque el experimento hubiera salido mal, haber seguido repitiendo la misma fórmula habría sido la verdadera traición. Pero estamos adelantando acontecimientos.

Creo que si hubiéramos de señalar qué hizo que la banda comenzara a abrazar los sintetizadores como el medio principal por el que proyectar su música, sería el hecho de que tan pronto Geddy Lee puso en pie en la granja de Ronnie Hawkins que alquilaron para las sesiones del ¡Moving Pictures’, se encontró con una amplia y muy variada disposición de sintetizadores a su alcance, y lo que es más importante, lo suficientemente grandes como para sacar una gran variedad de sonidos de los mismos,

Cabe destacar que eran los años ’80, y que si bien hoy en día el sintetizador parece estrechamente ligado a ciertos estilos de rock y metal (más por lo retro que por un uso genuinamente creativo), por aquel entonces suponía la columna vertebral del pop más comercial, que poco a poco abandonaba los instrumentos tradicionales en pos del sonido artificial de una máquina. En otras palabras: aproximarse a los sintetizadores, suponía aproximarse a un mercado muy alejado del nicho que era el prog rock.

El disco de prog más comercial

El trabajo comienza con “Tom Sawyer” que a día de hoy es la canción más reconocible del trío canadiense, y a la que muchos consideran como el perfecto alineamiento de las etapas progresivas y electrónicas de la banda, y es que si bien la corta duración de las canciones sería un sello distintivo de ‘Moving Pictures’, sus temas distaban de ser simplones, y es que resulta cuándo menos curioso cómo la canción más comercial de Rush combina un ritmo tan simple y rockero en 4/4 con un epílogo en 7/8 que se divide en dieciseisavas combinadas de forma capicúa. Rush no podían dejar de ser unos genios, ni siquiera cuándo intentaban ser comerciales.

Por si la declaración individualista y combativa de “Tom Sawyer” no fuera suficiente para trasladar al oyente escéptico a los mejores momentos de “Anthem” o “2112”, “Red Barchetta” regresaba a la otra gran pasión de Neil Peart: la ciencia ficción más reivindicativa. Basado en la novela corta de Richard S. Foster, una canción que podría haber sido una simple oda a los coches, se convirtió en algo totalmente distinto en cuánto pasó por el filtro de Rush. Es además la canción más rockera y menos sintetizada del disco, y con las decisiones futuras de la banda, los fans deberían esperar hasta ‘Roll the Bones’ para volver a escuchar algo similar.

‘YYZ’ supuso la prueba viviente de que el prog y el virtuosismo no se habían ido a ningún lado, y es que, si bien no alcanza las grandilocuentes cotas de la alocada ‘La Villa Strangiatto’, si que brinda una de las mejores ejecuciones del trío, que adapta con un tempo 5/4 el código en morse del aeropuerto de Toronto, demostrando además que el prog y los sintetizadores no eran inclinaciones antagónicas.

La otra gran ganadora de este trabajo fue “Limelight”, que desde aquel momento se convirtió en el otro gran clásico de Rush, el tema que no podía faltar en ningún concierto. Pese a todo, no puedo evitar pensar en la cruel ironía que entraña la popularidad de una canción que precisamente habla sobre el hastío que Peart sentía por la fama y por frivolidad inherente a la vida de los artistas en general. Es curioso que un sincero rechazo a la fama fuera justamente lo que catapultara a Rush a encabezar varias listas de ventas y a unas cotas de popularidad que jamás se habrían atrevido a soñar.

Existe una tragedia inherente al misterioso y creciente inicio de “The Camera Eye” entre los fans más apegados a la época progresiva del grupo, pues está canción es la última en la extensa discografía de la banda que superó los 10 minutos de duración. Es bastante menos grandilocuente que las épicas que la precedieron, abandonando los contextos temáticos filosóficos y mitológicos en pos de la sencillez de pasear por las calles de una gran urbe.

Llegados a este punto nos encontramos con las dos grandes tapadas del trabajo, pese a que con su interpretación en directo en 2011 en el contexto del Time Machine Tour, demostraron ser dignas de pertenecer al olimpo de las canciones de Rush. “Witch Hunt” es la canción más imbuida con sintetizadores de todo el larga duración, y supondría la inauguración de la “Fear Series”, un grupo de canciones de Rush vagamente conectadas entre sí. Finalmente, y continuando con la tendencia que se inauguró en ‘Permanent Waves’, “Vital Signs” es un tema que tiene más reggae que rock, así como más sintetizadores que guitarras, de algún modo augurando los derroteros que la banda había de recorrer.

Creo recordar que una vez Steven Wilson se refirió a Rush como “la banda de culto más famosa del mundo”, y creo que la contradictoria dualidad de dicha afirmación se entiende mejor si uno se sumerge en ‘Moving Pictures’. Tocaron el éxito y experimentaron con un sonido más comercial, pero nunca dejaron de ser el bicho raro que ya habían sido entre sus coetáneos rockeros.

Rush 1981

Muchos consideran que ‘Moving Pictures’ fue el último gran trabajo de Rush, no tanto por su calidad musical, ya que aunque ‘Signals’ posee clásicos de la talla de “Subdivisions” o “Analog Kid”, obvió el abandonó del sonido que los pusiera en el mapa en primer lugar. El resto de los años `80 para muchos fans supone una terrible pesadilla febril en la forma de sets eléctricos, sintetizadores, hombreras y otros tropos ochenteros que le provocarían una erección a Kung Fury, aunque muchos prefieran pretender que directamente esa época no existió.

Pese a todo, ‘Moving Pictures’ puso a Rush a unos niveles de popularidad que bandas como Genesis o Yes no habían conseguido sin abandonar totalmente el prog de sus primeros años, y es por méritos propios uno de los mejores discos de progresivo jamás creados, y probablemente el más accesible. Siempre que quiero enganchar a alguien al género, comienzo con la misteriosa y directa complejidad de unos temas que, siendo innegablemente radiofónicos, suenan complejos, casi suntuosos, como si ocultarán algo que escapa a la escucha superficial.

Marc Fernández