Descubre las anécdotas más salvajes de Mötley Crüe narradas en The Dirt. Historias de caos, excesos y momentos que marcaron la historia del rock.

Mötley Crüe redefinió el significado de exceso en el rock. Cualquiera que haya leído su autobiografía, «The Dirt», habrá comprobado que es un relato sin censura de los momentos más caóticos, destructivos y, a menudo, incomprensibles de su carrera. En un mundo donde el hedonismo era la norma, ellos llevaron las cosas a otro nivel, dejando tras de sí un rastro de caos que aún se usa como sistema de medición para el resto de  la historia del rock. Aquí repasamos algunas de sus anécdotas más legendarias.

La guerra de mordiscos con Eddie Van Halen y Angus Young

Durante el Monsters of Rock Tour, Mötley Crüe compartió escenario con Van Halen y AC/DC, dos de las bandas más influyentes de la época. Aunque la gira prometía ser una celebración del rock, para Mötley Crüe fue una oportunidad para imponer su estilo caótico incluso entre colegas. Una noche, después de uno de los conciertos, Nikki Sixx, completamente borracho y drogado, decidió que sería divertido morder a Eddie Van Halen en el estómago. La escena dejó a todos en estado de shock, especialmente a Valerie Bertinelli, esposa de Eddie, quien reaccionó furiosa llamando a Nikki un “freak”.

En lugar de disculparse, Nikki intensificó el caos, provocando a Eddie hasta que Vince Neil, aparentemente inspirado por el momento, mordió la mano de Eddie. Lo que comenzó como una fiesta descontrolada rápidamente se convirtió en un enfrentamiento. Malcolm Young, hermano de Angus Young, intervino en defensa de Eddie y amenazó con morderle y arrancarle la nariz a Nikki si no dejaba de atacar a su compañero. La respuesta de Nikki fue «¿tu y que escalera?».

Ozzy Osbourne y la línea de hormigas

Ozzy Osbourne, conocido por sus propios excesos, se convirtió en una figura central en una de las historias más memorables del libro. Durante una gira conjunta con Mötley Crüe, ambos artistas parecían competir por ver quién podía llevar el comportamiento salvaje a un nuevo nivel. Sin embargo, Ozzy marcó un punto de no retorno en Florida. Mientras descansaban junto a la piscina del hotel, Ozzy, aparentemente aburrido, notó una fila de hormigas en el suelo. En un acto que desafía cualquier lógica, tomó una pajita y aspiró las hormigas como si fueran una línea de cocaína.

El asombro de los miembros de Mötley Crüe fue inmediato, pero la situación no terminó ahí. En busca de superar su propio nivel de locura, Ozzy se bajó los pantalones, orinó en el suelo y luego lamió su propia orina frente a todos, mientras les lanzaba una mirada desafiante. Nikki Sixx, quien no estaba dispuesto a ser opacado, decidió imitarlo. Orinó en el suelo, pero antes de que pudiera lamer su propia orina, Ozzy lo superó de nuevo al hacerlo por él.

Este momento no solo dejó claro que Ozzy Osbourne jugaba en una liga diferente, sino que también puso a prueba los límites de Mötley Crüe. Aunque eran conocidos por sus excesos, esta historia les recordó que siempre habría alguien dispuesto a ir más lejos, sin importar lo absurdo o grotesco que fuera.

El incendio en un hotel de Suiza

En una gira europea, Vince Neil y Tommy Lee llevaron su comportamiento destructivo a nuevas alturas en un hotel de Suiza. Todo comenzó con una noche típica de fiesta, que terminó con los dos músicos encendiendo una bengala dentro de su habitación. Lo que parecía una broma inofensiva rápidamente se convirtió en un desastre cuando el fuego prendió el colchón, llenando la habitación de humo y provocando un pequeño incendio.

En lugar de alertar al personal del hotel o evacuar, intentaron apagar las llamas por su cuenta, causando más daños en el proceso. El colchón quedó completamente destruido y las paredes de la habitación estaban cubiertas de hollín. Pero en lugar de detenerse ahí, decidieron continuar su racha destructiva. Esa misma noche, utilizando bolas metálicas de las llaves de las habitaciones, comenzaron a destrozar los ascensores del hotel, inutilizándolos por completo.

El personal del hotel, horrorizado por el nivel de destrucción, finalmente los expulsó al día siguiente.

El duelo de hotel con Iron Maiden

Una de las historias más tensas del libro involucra a Iron Maiden, con quienes compartieron una gira. Mötley Crüe sospechaba que alguien del equipo de Maiden había alertado a la policía tras un incidente fronterizo, lo que los llevó a instalar micrófonos ocultos en su camerino para espiar sus conversaciones.

La paranoia se intensificó y las tensiones entre ambas bandas alcanzaron su punto máximo cuando Bruce Dickinson, vocalista de Maiden, desafió a Mick Mars a un duelo con espadas. Dickinson, conocido por su pasión por la esgrima, estaba completamente serio, aunque el enfrentamiento nunca llegó a materializarse. Este episodio refleja no solo la competitividad entre bandas, sino también el ambiente cargado de egos y tensiones que definía las giras de la época.

El ataque a la habitación de Claude Schnell de Dio

En otra muestra de su capacidad para generar caos, Mötley Crüe desató una noche de destrucción en un hotel durante una gira junto a Dio. Por razones que nunca quedaron del todo claras, decidieron centrarse en Claude Schnell, el teclista de Dio, y destrozar su habitación. Los muebles fueron arrancados y lanzados por la ventana, causando daños significativos tanto dentro como fuera del hotel.

Dos Mercedes-Benz estacionados en la calle sufrieron graves daños debido a los objetos arrojados desde el piso superior. Aunque el equipo de Dio fue expulsado del hotel por el incidente, Mötley Crüe, con su habitual habilidad para evitar las consecuencias, logró quedarse. Este episodio es un claro ejemplo de cómo su fama les permitía salir impunes de situaciones que habrían arruinado a cualquier otra banda.

Terror a bordo en Japón

La gira de Mötley Crüe por Japón en 1987 es una de las etapas más memorables y caóticas relatadas en The Dirt. En un país conocido por su cultura disciplinada y su respeto por las normas, la banda logró destacar de la peor manera posible, protagonizando un incidente que no solo horrorizó a sus anfitriones, sino que puso en peligro toda su gira. Este episodio en un tren bala de Osaka a Tokio encapsula perfectamente la mezcla de autodestrucción, humor negro y absoluta falta de límites que definía a Nikki Sixx y Tommy Lee.

Nikki comienza narrando el viaje bajo el efecto de lo que él llama “magical zombie dust”, una forma de cocaína que él y Tommy habían consumido sin mesura antes de abordar el tren. Convertidos en sus alter egos, los “Terror Twins” se dedicaron a vaciar todas las botellas de sake del tren bala mientras corrían por los pasillos derramando arroz y lanzando donuts en polvo sobre los pasajeros. Según Nikki, se trataba de una “misión heroica” para molestar a Mick Mars y a su acompañante, Emi, a quienes apodaron burlonamente “Jonah y la Ballena”.

Pero la diversión grotesca no terminó ahí. En un momento de delirio, Tommy Lee, vestido como una extraña mezcla entre Indiana Jones y un superhéroe de cómic, gritó: “¡Deberíamos haberlos matado a todos en la guerra!”, mientras comenzaban a derramar sake sobre los pasajeros. La descripción de Nikki pinta a Tommy como una especie de figura surrealista: su chaqueta de cuero y su sombrero se convertían en la capa de un “ángel vengador” impulsado por cocaína y alcohol.

La situación se salió aún más de control cuando Nikki, en un arrebato de violencia y desafío, lanzó una botella de Jack Daniel’s hacia su promotor japonés, el señor Udo. Aunque no alcanzó a su objetivo, el impacto fue desastroso: la botella golpeó a un pasajero, dejándolo inconsciente y sangrando. Lejos de entrar en pánico, el señor Udo mostró una calma sobrenatural, acercándose a Nikki y diciéndole con serenidad: “Quiero hacer algo por ti, pero primero debes sentarte”. Nikki, todavía furioso, obedeció, y el promotor utilizó una técnica japonesa de acupresión, presionando su cuello para calmarlo. Según Nikki, el efecto fue instantáneo: su cuerpo se relajó y su euforia desapareció.

Tras el incidente, al llegar a Tokio, los problemas continuaron. Miles de fans esperaban a la banda en la estación, pero también lo hacía la policía. “Nikki-san, debes ir a la cárcel. ¿Entiendes, verdad?”, le dijo el señor Udo. Nikki, en su estilo característico, respondió: “¡Que te jodan!”. Sin embargo, la policía no estaba dispuesta a negociar. Detuvieron a Nikki y a su manager, Doc McGhee, en medio de los gritos de Tommy Lee, quien intentó intervenir: “¡Si se lo llevan a él, también me tienen que llevar a mí!”.

En la comisaría, Nikki, completamente drogado, con los ojos rojos y el maquillaje corriéndose, no mostró ningún arrepentimiento. Cuando el traductor le advirtió que se comportara con respeto, Nikki ignoró el consejo y, con una actitud desafiante, preguntó al oficial japonés: “Si mis bolas estuvieran en tu barbilla, ¿dónde estaría mi polla?”. La reacción fue un silencio incómodo, y el traductor, visiblemente avergonzado, decidió suavizar la situación diciendo algo completamente diferente: “Él dice que lamenta mucho el incidente y que ama Japón”.

La diplomacia del traductor resultó ser crucial. El oficial aceptó la disculpa traducida y dejó que Nikki y Doc se marcharan, salvando la gira y evitando un desastre mayor. Nikki, confundido, le preguntó al traductor mientras regresaban al hotel: “¿Entonces no le dijiste nada sobre mis bolas?”. Ante la negativa del traductor, Nikki respondió: “No eres un buen traductor, ¿verdad?”.

La botella de champán en Dallas

Tras un concierto en Dallas, la banda llevó su comportamiento hedonista a un extremo particularmente oscuro. Según relatan en The Dirt, invitaron a una fan a participar en un desafío humillante: sentarse sobre una botella de champán como condición para tener sexo con ellos. La mujer aceptó el reto y permaneció en esa posición hasta que regresaron del concierto.

Aunque para ellos este tipo de actos era parte de su vida cotidiana, este episodio refleja el lado más turbio de su fama. Mötley Crüe no solo se movía en un mundo de excesos, sino que también utilizaba su posición de poder para imponer condiciones degradantes a quienes los rodeaban. En retrospectiva, estas historias son un testimonio de los problemas éticos que rodeaban a la industria musical de los años 80.

Sergi Ramos