20 años de “Oceanborn”, el disco que asentó las bases del metal sinfónico
“Oceanborn” es el álbum que dio vida a la inimitable identidad de NIGHTWISH, siempre alimentada por ese supremo compositor, llamado Tuomas Holopainen. Cierto es que la banda se hizo gigante tras la edición de “Wishmaster” (2000), pero fue en “Oceanborn” cuando el quinteto marcó sus verdaderas bases.
NIGTHWISH, en la actualidad, es una de las bandas de metal sinfónico más importantes del planeta. Artífices de todo un género, los fineses editaron el 31 de mayo de 1998 «Oceanborn», un disco que cumple veinte años este 2018. Para celebrar el aniversario de su edición, NIGTHWISH se embarcará en una gira conmemorativa que, a su vez, sirve como excusa para presentar el doble recopilatorio “Decades“, a la venta el próximo mes de marzo.
Trabajadores y constantes como pocos, NIGTHWISH, gracias sobre todo a la mente privilegiada de Tuomas Holopainen y al carisma de su vocalista Tarja Turunen, se ganaron, de buenas a primeras, un merecido éxito con la edición de “Angels Fall First” (1997). La cosa fue a más rápidamente. De tocar en programas televisivos en su Finlandia natal pasaron a llenar pabellones en todo el mundo. Tan grande se hizo la bola que la noticia de que Tarja abandonaba la banda cayó como un auténtico jarrón de agua fría. Fue tras la edición de “Once” (2004), un disco excelso donde los haya, cuando banda y vocalista rompieron toda relación. “Once” representaba la cúspide, una cima imposible de superar en el futuro venidero, más aún sin la insustituible Tarja, pero llegó “Dark Passion Play” (2007) y NIGTHWISH nos dejaron boquiabiertos de nuevo. El señor Holopainen, contra todo pronóstico, brilló en sus composiciones, incluso con el agravante añadido que supuso el cambio de vocalista.
Con Anette Olzon en el seno de la banda, NIGTHWISH siguió creciendo. La nueva voz le imprimía dulzura al sonido del grupo, un matiz que se confirmó con la siguiente entrega discográfica; una obra de matrícula, traída al mundo como colofón de algo que ya se venía incubando desde que “Century Child” viera la luz en abril de 2002, un disco que brilló, en gran medida, gracias a la incorporación del bajista y cantante Marco Hietala. Con “Imaginaerum” (2011), Tuomas se volvía a pasar por el forro todos los moldes establecidos hasta la fecha, dando una nueva vuelta de tuerca a su música, muestra de que su banda no tiene límites, apostando por la teatralidad y dejándose influenciar por los grandes compositores como Danny Elfman o Hans Zimmer. Al igual que en su época pasó con “Oceanborn”, “Imaginaerum”, un trabajo conceptual sobre el poder de la imaginación que, a su vez, inspiraba una película sobre la vida de un compositor demente que se encuentra en sus últimos días tratando de desvelar los entresijos de su memoria, marcó otro punto de inflexión en la carrera de la banda. Tras su publicación, nuevamente, la vocalista era despedida, volviéndose a generar todo tipo de polémicas y culebrones alrededor de la noticia.
Ya con las aguas calmadas, cuatro años después de que NIGHTWISH pusieran en el mercado “Imaginaerum”, la banda regresaba con nueva vocalista en sus filas: nada más y nada menos que Floor Jansen, que sustituía a Olzon ya durante la gira de “Imaginaerum”. “Endless Forms Most Beautiful” (2015) representaba el debut de Jansen, un trabajo cien por cien NIGHTWISH, herencia directa de “Imaginaerum”, con un sonido tan grandilocuente y detallista como se espera de la banda de Holopainen y compañía, pero quizás más denso, basado en el trabajo de Charles Darwin y su teoría de la evolución. En él no faltan los arreglos orquestales, los riffs potentes, la sensibilidad habitual al componer las letras… Seña identificativa a la que ya nos tiene acostumbrados su principal compositor.
Afortunadamente, la incorporación de Floor no hacía olvidar para nada a Anette, es más, la manera en que adaptó su voz mucho recuerda al hacer de las dos anteriores vocalistas. Sirva “The Greatest Show On Earth” como ejemplo. Esa composición sacaba todo el potencial a la nueva frontwoman. Veinticuatro minutos de NIGHTWISH en estado puro, en los que podemos escuchar a una Floor en tesituras de soprano, demostrando que en una máquina tan bien engrasada los cambios de formación no afectan para nada a su integridad. Como no podía ser de otro modo, “Endless Forms Most Beautiful” sirvió para certificarlo.
Dicho esto, vayámonos ahora a lo que nos ocupa: “Oceanborn”, un álbum que dio vida a la verdadera identidad de NIGHTWISH, siempre alimentada por ese supremo compositor, llamado Tuomas Holopainen. Cierto es que la banda se hizo gigante tras la edición de “Wishmaster” (2000), pero fue en “Oceanborn” cuando el quinteto marcó sus bases. NIGHTWISH significó la revelación del metal finlandés a finales de los noventa. Una soprano con un grupo de metal era algo nada habitual en aquel tiempo, con la excepción de bandas como THERION o HAGGARD, así que, poco a poco, las piezas del puzle encajaron. Herederos de STRATOVARIUS o TAROT, NIGHTWISH mezclaban con maestría el power metal finés con una voz femenina de soprano. Esta banda no se parecía a nada de lo establecido en aquella época. Eran tiempos para el auge de bandas europeas como RHAPSODY, BLIND GUARDIAN, HAMMERFALL, STRATOVARIUS, SONATA ARCTICA, GAMMA RAY… y con “Oceanborn”, NIGHTWISH se colaba entre los grandes sin ningún tipo de premeditación ni alevosía.
Una de las pistas estrella de ese disco es “Stargazers”, temazo que gracias a la actual vocalista, Floor Jansen, recuperaron para la gira de presentación de “Endless Forms Most Beautiful”. La batería de Jukka Nevalainen atronaba poderosamente, mientras que la voz de Tarja nos embrujaba con su oscuro timbre clásico: ¡Elegancia femenina aplicada a los cánones arquetípicos del power metal! La bíblica “Gethsemane” viene seguidamente. La sinergia entre la voz de Tarja y los teclados de Tuomas es total en ella, y la flauta, interpretada por Esa Lethtinen, que incorpora el tema en su parte media, aporta el contrapunto perfecto. Ambos elementos iban a definir el sonido de una banda que no pararía de evolucionar y crecer en adelante. “Devil & The Deep Dark Ocean”, por su parte, es otra pieza suculenta, muy teatral, acompañada por la voz grave de Tapio Wilska (por aquel entonces vocalista de FINNTROLL). En mi opinión, una de las mejores de “Oceanborn”.
En cuanto a “Sacrement Of Wilderness”, con el clavicordio de protagonista, decir que bebe mucho de STRATOVARIUS. Es una pieza que podría haber estado presente en el anterior “Angels Fall First”: atmosférica y power a la vez, con doble bombo, solo de teclado, melodías pegadizas en el estribillo, y un espectacular trabajo de Empu Vuorinen a la guitarra solista. En cambio, “Passion And The Opera” es toda una declaración de intenciones. Mucha atención a la interpretación de Tarja en este tema. También los chelos la hacen especial. Sin duda, nos topamos aquí con otro de los grandes cortes, y más originales, de este “Oceanborn”. “Swanheart” es todo lo contrario: un tema relajado en compañía de violines, violas y flautas, que aplaca los ánimos por unos minutos, seguido de la instrumental “Moondance”, con claras influencias de la música tradicional rusa. Imposible no mover los pies con ella.
Al igual que “Swanheart”, “Walking In The Air” también pone el punto calmado al disco. Se trata de una adaptación del tema compuesto por THE SHADOWS en 1987. “The Riddler”, “The Pharaoh Sails To Orion” y “Sleeping Sun” completan el listado de temas del disco que nos ha ocupado en este reportaje. Menos el último, los otros dos cortes han pasado algo desapercibidos en el devenir de NIGHTWISH, y mira que “The Pharaoh Sails To Orion” es de lo más suculenta. En ella, nuevamente colabora Tapio Wilska a las voces, mientras que el piano de Tuomas es hipnótico. Un típico corte power metal, con el clavicordio incorporado, como marcan las Santas Escrituras, y con la voz de Tarja y las flautas dándole el toque de originalidad. Como decía, “Sleeping Sun” también ha pasado a la posteridad, ya que la banda lo ha llevado interpretando años sobre el escenario, sobre todo en la etapa de Tarja. Incluso posee vídeo oficial. Una bonita manera de cerrar “Oceanborn”, un disco que envejece a la perfección y que, como decía, marcó el camino de lo que vendría más tarde. Imposible entender a NIGHTWISH, o al metal sinfónico en general, sin “Oceanborn”.
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