WACKEN O EL SURREALISMO ALEMÁN
“Ya podrían hablar élfico estos bastardos” me susurró alguien al oído tras aterrizar en Alemania. Cierto es que el tosco lenguaje germano hace pupita al oído del latino a causa de su pronunciación tosca y accidentada. Sin embargo, para el visitante ocasional, el lenguaje no es más que otro aliciente de los que conforman al freak prototipo que deambula por el festival metálico europeo por excelencia.
Esta era la primera vez que acudía a Wacken, ya que en otras ocasiones no había podido ser, muy a mi pesar. Por lo tanto, haré algunos apuntes en referencia a lo que vino a ser mi ceremonia de desvirgamiento a la alemana y como percibí tal lugar alejado de la cordura.
En plena algarabía, tienes dos opciones: o sentarte en tu trono metálico-valhalliano para disfrutar de una legión de alemanes montando un gran guiñol desfilando delante tuyo o decidirte a blandir tu espada o tu jarra para sumergirte en una espiral alcohólica enmarcada en alguna juerga de las muchas que te puedes correr en tan pintoresco festival, poniendo en práctica aquél inglés tuyo de pueblo que siempre quisiste enseñar al mundo.
Si el festival consistiese en permanecer durante los tres días en un mismo metro cuadrado en la zona de acampada, nuestro viaje ya quedaría amortizado en clave de risas y alcohol: frikies los hay a patadas y se dignan a corretear por los terrenos habilitados, mostrándonos sus dotes y sus artes. Si no vas a por birra, la birra viene a por ti, aunque también es muy normal que las soluciones alcohólicas que a tu consumo desmedido acuden cobren formas menos convencionales, pues los frikis moradores de aquellas sendas y parajes acuden a las amables gentes que los rodean para darles de catar algunos de los más extraños brebajes, en su mayoría caseros y de composición desconocida.
Interesante fue, por ejemplo, nuestro encuentro con aquel entrañable personaje al que coincidimos en apodar, en un alarde de imaginación desmedida, “El Perchas”. El buen hombre se acercó a nosotros y empezó a recortar con sus manos un cucurucho de patatas fritas hasta crear una bonita percha para ropa con él. A continuación nos explicó que sabía como se llamaba ese utensilio en 15 idiomas, pero que le encantaría saber como se decía en español. Tras hacerle partícipe de la belleza de tan ilustre vocablo castellano decidimos instruirle también en su forma catalana. Esta palabra pareció gustarle más, ya que cada vez que se acercaba a nosotros repetía “penjarrobes!” “penjarrobes!” con gran entusiasmo y espíritu dicharachero. Perchas, desde aquí un saludo.
O qué decir de aquél concubiscible grupo de personas a las que me encontré disputando un serio contencioso medieval armados con barras de pan. Pero lo realmente llamativo del asunto es que estos aguerridos caballeros vestían con cotas de malla hechas con tostadas y utilizaban dos panecillos de hombreras. Alrededor de ellos, un corrillo de gente animaba la contienda con sus gritos. Digno de ser visto y fotografiado, sin lugar a dudas. Son solo dos ejemplos de situaciones con las que te vas topando cada 5 minutos, una actitud altamente desenfadada que se agradece en un evento de estas características. Ojala me encontrara a estos tíos por la calle cada día cuando voy a currar o a la universidad.
Entrando de lleno en el tema del alcohol, diría que no es habitual trepar hasta el consabido estado etílico en las circunstancias en las que se suelen dar en un festival como Wacken. Desde el día 3 por la noche hasta el día 6 por la mañana un servidor no llegó a estar sobrio del todo en ningún momento. Pero lo bueno del asunto es que mis inversiones económicas en alcohol fueron mínimas, ya que como comenté más arriba éste corre a sus anchas mientras tengas un mínimo de interés en las relaciones sociales y no salgas corriendo cada vez que algún alegre monstruito se te acerque.
La fiesta, faltaba más, no sólo tenía cabida en la zona de acampada o en el beer garden, pues la zona de conciertos también era lugar para el albergue de excentricidades. Y si no que se lo pregunten a Mayhem: Maniac lanzando sangrientas cabezas de cerdo al público, trinchándolas con una gran hoja, haciéndose un corte enorme, supurando sangre durante todo el concierto y bebiendo de todo lo que chorreaba de su mano como si fuera un botijo. Asimismo, tuvo tiempo de salpicar con ella a vampiros, vikingos, guerreros y demás fauna, aliñando así a la concurrente legión de monstruitos cual pintoresca ensalada. En definitiva, todo lo que nos hubiera gustado ver y no vimos en la gira que pasó por la Península. Quizá sea este el ejemplo más representativo, pero hay que destacar que sobre los dos escenarios principales cualquier actuación cobra otra dimensión, ya sea por pirotecnia extra, por actitud o por cualquier otro pomposo aspecto.
En definitiva, los que hayan estado en un festival español aún no saben lo que se van a encontrar en este pueblecito al norte de Alemania, pues los alemanes conforman un collage excéntrico y alocado de esos de los que sólo podrás empaparte una vez al año. Los que ya han estado, conocedores son de lo que hablo.
Gracias FREAKS. Desde España os queremos y os admiramos. Id preparando vuestras espadas y magullando vuestras vestiduras porque el verano que viene volveremos para ser expuestos a vuestras terapias antiestrés.
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