Toca aplicarse un poco el «thinking man’s metal»
Seguro que muchos nos hemos encontrado con expertos en géneros musicales que, tomando una cerveza, pueden nombrar en tiempo récord una excesiva cantidad de subgéneros del heavy metal sin disimular el orgullo que sienten por tal privilegiada memoria.
Está bien, siempre es útil un amigo o amiga de capacidad enciclopédica, pero más allá de ese cuestionable talento, quizás se deberían pensar las condiciones del rizoma en el que se ha convertido el género. Popularmente se puede caer en la tentación de enfocar el heavy metal desde una perspectiva algo elitista, exclusiva para los entendidos en música. Sin embargo, ¿hasta qué punto es contradictorio aislar teórica o estéticamente un género que ha desarrollado tantos subgéneros?
Más subgéneros implican necesariamente más conexiones con otros estilos, uniones que los “pedantes metaleros” suelen invisibilizar en pos de una utópica esencia privilegiada del heavy metal que les sitúa en una jerarquía elevada y muy lejana respecto los demás tipos de música. Aunque parezca paradójico, demostrar conocimiento puede no ser tanto retener datos en la cabeza o dar respuestas inequívocas, sino la capacidad de generar problemáticas con esos datos.
De este modo, si se tiene en cuenta el heavy metal dentro del contexto musical general en el que nos encontramos, podríamos identificar una razón de ser en su compleja estructura genérica. Actualmente se puede afirmar que estamos ante el auge de las fusiones con el éxito del trap y artistas como Rosalía, pero si se aplica una mirada más amplia, resulta evidente que se trata de un fenómeno global en el ámbito artístico, no solo musical. En este sentido, el heavy metal no se desarrolla de manera autónoma respecto a los demás géneros ya que, a su manera, también se ha ido desglosando en variedades y mezclas, bebiendo también de otras fuentes, es decir: fusionando.
A lo mejor las influencias más evidentes se puedan identificar en el metal progresivo. En sus inicios con grupos como Watchtower y, hoy en día, con Dream Theater acercándose al jazz, Tool al new age o las voces en Opeth guiñando al death metal y a otras corrientes más atmosféricas según el tema. Pero incluso podríamos ir más allá; bandas que han conseguido fusionar hacia lo más ortodoxo como es el flamenco (Medina Azahara, Fausto Taranto, Impureza…), grupos con ritmos orientales como Orphaned Land o Arkan, influencias evidentes del hip hop en Linkin Park, P.O.D., Limp Bizkit, hasta hay artistas como Skindred que se han aventurado con el reggae.
Así que, pensándolo mejor, en la siguiente conversación de bar deberíamos tener más en cuenta lo que implica el amplio abanico genérico que abarca el heavy metal en el arte musical y, quizás, reflexionar antes de adoptar esa pedantería elitista tan tentadora, pues ¿qué sentido tiene negar unas influencias que han resultado tan productivas y heterogéneas?
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