Nosotros construimos esta casa….y volvemos para siempre, porque nos sale del aguijón.

El cuento

Nosotros construimos esta casa. Desde el principio decidimos cómo diseñarla, como decorarla y cómo vivirla. Un día convenimos que era el momento de echar la llave y cerrarla definitivamente para lo cual, añadimos una estancia de puta madre e invitamos a todo el mundo a venir, gozarla y decirnos adiós. Pero la fiesta de despedida duró y duró, tuvo tal éxito y nos lo pasamos tan bien que de ningún modo quisimos que acabara. La casa siguió abierta por tiempo indefinido y nos pusimos manos a la obra añadiendo una nueva habitación – la joya de la corona, vamos – que muy pronto conoceréis. Al fin y al cabo, la casa ni era vieja y ni estaba destruida, sino todo lo contrario: lucía espectacular. A día de hoy, seguimos pues en ella y nos nos marcharemos. Es más: ni nos fuimos ni nos acordamos que dijéramos que queríamos hacerlo. Y si lo hicimos o eso creísteis, ahora volvemos para siempre. ¿que decís que os sentisteis engañados, que no cumplimos nuestra palabra, que habría sido mejor dejar la casa y convertirla en museo antes que retractarnos de lo que declaramos en un momento bajo? ¿Por qué? ¿Acaso no es nuestra casa y hacemos en ella lo que nos viene en gana?.

La historia

Cuando arrancó el año 2010 muchos creíamos que Scorpions, la mejor banda alemana de rock del mundo, se marchaban para no volver. Eso sí, lo iban a hacer por todo lo grande, con una gira de despedida que duraría tres años y que recorrería los cinco continentes (el sexto lo ignoraron completamente y tuvo que ser Metallica quienes bastante tiempo después se dignaran a pisar la gélida Antártida para asombro y complacencia de los científicos de las bases civiles que andaban por allí, aunque esa otra historia) y con un discazo como fue el «Sting in the Tail». Yo, al igual que mucha gente entonces asumí que, puesto que España no estaba en los planes inmediatos de la banda, sería el momento de echar la casa por la ventana y aprovechar la recién estrenada gira para pillar un avión y gozar de uno de los últimos – y prolongados – estertores de los germanos. En el mes de noviembre de ese año me fui a Hamburgo y presencié allí, en un espectacular O2 Arena, unos de los conciertos más atronadores, masivos y excitantes que había vivido hasta el momento. El mensaje emitido meses antes via la web oficial, había sido claro: “Queremos terminar la carrera de Scorpions con matrícula de honor. Estamos tremendamente agradecidos por el hecho de que a pesar de los años seguimos sintiendo la misma pasión por la música que en nuestros inicios. Esta es la razón por la que hemos acordado, especialmente ahora, que hemos llegado al final del camino. Finalizamos nuestra carrera con uno de los mejores álbumes compuestos en toda nuestra historia y con una gira que arrancará en nuestra Alemania natal….”

El disco obtuvo un éxito masivo mundial, la gira programada para pisar cuatro continentes (de hecho, lo de “cinco” es falso porque jamás fueron ni a África ni a Oceanía pero se justifica porque para algunos la frontera mexicana delimita dos mundos separados así que Norteamérica, Sudamérica, Europa y Asia suman cuatro) se fue prolongando y cambiando de nombre (Get Your Sting & Blackout World Tour, Final Sting Tour), mientras que los cientos de miles de fans del planeta derramaban lágrimas y suspiraban por la marcha del quinteto que había puesto la banda sonora a sus mejores romances, a costa de baladas insuperables, o calentado sus espíritus al son de temas metálicos rompedores. El tour se eternizó, sufrió varios parones y cancelaciones pero pronto se especuló con el hecho de que eso de despedirse a lo grande y por tan largo tiempo parecía más una estrategia de marketing que una declarada y sincera intención de dejar los escenarios. Lo cierto es que los resultados gananciales y promocionales superaron todas las expectativas hasta el punto de que, un buen día, vimos a Scorpions hundir sus manos en el cemento del paseo de la fama de Hollywood.
En 2014 reanudaron una nueva gira (Rock&Roll Forever Tour) que les deparó algún que otro disgustillo como el incidente de Kottak en Dubai pero que les permitió seguir sumando créditos a su descrédito. El colmo para muchos fue que, tras anunciar una única fecha en España y agotar las entradas en pocos días, se volvió a sumar una nueva fecha, ésta vez para un día antes y en el mismo emplazamiento, lo que alegró mucho a los madrileños y decepcionó bastante a otros ciudadanos de, pongamos por ejemplo, Barcelona. Claro que luego toda España pudo resarcirse con el cartel del Azkena que se salvó ese año gracias a un cabeza de cartel con el aguijón bien arriba. Pero para entonces en este país ya había dos bandos declarados: los encantados y los renegados.
Si bien muchos se alegraban de la vuelta a los escenarios de Scorpions, quienes al parecer no se habían despedido del todo o quienes, en realidad, aún seguían haciéndolo según su peculiar manera “mareando la perdiz”, para otros muchos, esto de no cumplir su palabra era fuente de comentarios detractores en los medios, críticas acérrimas y desplantes malencarados, como si Scorpions fuera una novia infiel y de cascos ligeros.

Cuando una banda dice que se marcha…y no se va: ¡ya la hemos liado!

Pero vamos a analizar toda esta situación desde una perspectiva distinta. Los códigos éticos de la sociedad, y ésta incluye a los fans y seguidores del mundo del Heavy Metal, estipula que cuando alguien dice que va a hacer algo debe hacerlo (Credibilidad), a lo sumo debe intentarlo (Coherencia), salvo que eso que diga contravenga su continuidad vital, su integridad física o su bienestar. Es decir, si uno dice a viva voz que se va a suicidar, lo normal es que la mayoría le convenza de que no lo haga (puede que surja alguna voz animándole pero, o es un desalmado o un enemigo acérrimo) Si uno dice que se va a tatuar las córneas lo lógico es que se le convenza de que es mejor hacerlo en una parte menos dolorosa. Y si uno dice que se va a invertir los ahorros de su vida en una carrera de caballos se le anima a que lo reconsidere. Pero cuando lo que se declara carece de nefastas repercusiones y hace hincapié en la voluntad de hacer algo por una convicción, una decisión o un compromiso para el bien propio o ajeno, entonces todos asumimos que esa persona va a ajustarse a su declaración. Por otra parte, si lo que se anuncia tiene visos de entristecer a algunos o causar estupor o decepción a unos cuantos, pese a ser una decisión asumida y meditada, aún así, el sentido de coherencia nos lleva a no cuestionarlo y atribuimos una alta credibilidad a quien se mantiene en sus trece. Según esto ¿Es lícito que un individuo o grupo se ajuste a una decisión hasta el final para que su “credibilidad” no se vea afectada pese a que revocándola conseguiría mejores resultados y complacería a mucha más gente?

¿Qué dijeron Scorpions? Que se iban. Por tanto, todos esperábamos que tarde o temprano lo hicieran (año arriba año bajo, tras su comunicado en Enero del 2010). Han pasado cinco años y aún muchos se rasgan las vestiduras considerando que la dinámica de Scorpions fue, además de una estrategia desvergonzada para aumentar sus ingresos, todo un alarde de descrédito y falta de integridad. O sea, su credibilidad, a día de hoy, ha quedado, para un sector de los seguidores, más que menguada. Ahora bien ¿Por qué consideramos que una decisión como la de los alemanes era irrevocable y que no podían de motu propio alterar el curso de los acontecimientos en función de los resultados? Tal vez porque en el fondo de esa decisión concluimos que no hubo una verdadera intención de despedida y si una pensada y bien urdida maniobra que les abocara a un repunte de sus carrera. ¡Y el mundo heavy no perdona el ser tan maquiavélico! Bueno, un sector del mundo heavy para quienes el concepto de credibilidad está un tanto decantado hacia su vertiente ética y no pragmática.

La fábula

Un matrimonio bien avenido durante muchos años decide un buen día comunicar a sus parientes que han decidido separarse. Estaban pasando por un momento bajo y creyeron que había llegado el momento de tirar cada uno por su lado. Pero antes de firmar los papeles deciden que debían hacer algo extraordinario: embarcarse en un crucero que les sirviera para lanzar el último cartucho, a la vez que marcara un bonito final a aquella historia vivida como pareja, en caso de no resolverse las diferencias. En el barco había un casino: jugaron y ganaron un buen pico. Había salon de baile, bailaron y se divirtieron. Había muchos pasajeros, socializaron y congeniaron. Cuando terminó el crucero habían visto mundo, ganado dinero y recuperado la ilusión y las ganas de seguir juntos. Los problemas se habían resuelto. Nunca más mencionaron lo de la separación pero algunos familiares parecieron esperar el momento de que ésta ocurriera porque, de lo contrario, no parecerían consistentes. La mayoría, en cambio, se alegró por ellos

La reflexión

La credibilidad no es un concepto tan redondo y definido como se suele pensar. Hay dos tipos: la credibilidad ética, que hace referencia a la consistencia en los valores como por ejemplo, cumplir un compromiso, hacer honor a la verdad o mantener una consistencia en el tiempo respecto a un propósito. Ejemplo: un medio de prensa creíble es aquel que cumple con su cometido, ateniéndose a los hechos sin desvirtuarlos y haciendo eso todo el tiempo. Y luego está la credibilidad pragmática, que es algo así como la reputación. En el caso de una banda como Scorpions, ésta segunda está fuera de toda duda puesto que tiene más que ver con su valor artístico y con sus obras que con sus declaraciones.

Soy de la opinión que, fuera lo que fuera lo que motivara aquel anuncio de despedida, lo cierto es que no sabemos con exactitud qué hubo detrás de ella: tal vez se encontraban en un momento en el que “separarse” era la mejor opción para acabar una carrera sintiéndose aún en la cúspide. Tal vez se vieron inmersos en una planificada maquinaria en el que managers, empresarios y artistas vieron un filón de gananciales a costa de un prestigio, el de Scorpions, incorruptible y aceptaron ser parte consciente de la maniobra mercantil. Tal vez, simplemente, nunca quisieron jugar a estrategas, querían dejarlo de verdad, se lo pensaron mejor y después de ganar mucha pasta, pisado cuatro continentes y haberlo disfrutado a tope, se dieron cuenta de que su final no había llegado todavía, que habían renovado energías y motivación y que podrían aún dar mucho más de si al mundo. Cambiar de opinión es de sabios y aprovechar las circunstancias para que las cosas te vayan mejor, también. Los únicos perjudicados en toda esta historia son los vociferadores, los que ponen el grito en el cielo por el hecho de que, presuntamente, una banda se comporte según unos criterios que no les cuadran con un concepto ético llamado “credibilidad” sin, ni siquiera, cuestionarse que lo que realmente importa son sus logros artísticos y su habilidad para perpetuarlos. Y ellos lo han dejado bien claro en clave de balada: Nosotros construimos esta casa….y volvemos para siempre, porque nos sale del aguijón.