Pues vaya mierda de cartel
Sorprendentemente, aun hay gente que tiene agallas a soltar frases como la del título para referirse a un festival hecho en España, incapaces de entender que en un festival donde no abundan las grandes cifras no se puede hablar de contrataciones al nivel de un Download, un Sonisphere británico o un Hellfest. Hablaba hace semanas con un afamado promotor español que, ante esa actitud recriminatoria por parte del público, me explicaba calmadamente que "el público español tiene lo que se merece, lo que ellos mismos han creado con su actitud". Es decir: festivales con los mismos de siempre, al precio de siempre, donde no hay espacio al éxito fuera del "sota, caballo, rey". Un comentario que surge en otro ámbito también: cuando se habla de política. Y si, en efecto, tenemos lo que nos merecemos.
Sorprendentemente, aun hay gente que tiene agallas a soltar frases como la del título para referirse a un festival hecho en España, incapaces de entender que en un festival donde no abundan las grandes cifras no se puede hablar de contrataciones al nivel de un Download, un Sonisphere británico o un Hellfest. Hablaba hace semanas con un afamado promotor español que, ante esa actitud recriminatoria por parte del público, me explicaba calmadamente que «el público español tiene lo que se merece, lo que ellos mismos han creado con su actitud». Es decir: festivales con los mismos de siempre, al precio de siempre, donde no hay espacio al éxito fuera del «sota, caballo, rey». Un comentario que surge en otro ámbito también: cuando se habla de política. Y si, en efecto, tenemos lo que nos merecemos.
Como ya indicamos hace unos meses en nuestro artículo “La Muerte de los Festivales en España”, las cosas están cambiando a pasos agigantados para el sector de los grandes eventos musicales. Cada vez son menos comunes los presupuestos de tres millones y medio de euros para un evento en vivo, porque son inversiones totalmente irrecuperables, tanto por la situación económica en España como por la desidia del público a la hora de apoyar a los festivales que se celebran en nuestro país. Por muy caro que nos parezca un festival a 90 Euros la entrada, una vez se habla de cifras limpias de polvo y paja y se valoran los ingresos añadidos (barras, puestos de comida, una parte de los gastos de distribución que revierten a los promotores, etc) a duras penas se cubren gastos y se gana algo de pasta (que es para lo que una empresa arriesga todos esos millones…para ganar pasta). La cuestión es que a la mayoría de festivales en nuestro país no van 50.000 personas (al menos a los de metal), sino cifras habitualmente más cercanas a los 10.000 o 15.000 que a los 30.000. Rara es la excepción y han de mediar Metallica, los únicos capaces de meter a 50.000 personas en un recinto en formato festival. AC/DC, por ejemplo, los otros que son capaces, no tocan en festivales. Y Iron Maiden jamás han manejado esas cifras en nuestro país, se diga lo que se diga.
Es por ello que están cobrando cada vez más importancia los festivales hechos “con cariño”. Donde la banda más grande que vas a ver es Volbeat y donde el grueso del cartel va a tener más sabor a sala pequeña que a gran estadio. Ninguna de las bandas que actúan en el festival Leyendas del Rock de este año, que anunció lo que faltaba de su cartel hace unas horas, tiene la capacidad de meter a más de mil o mil quinientas personas en una sala de nuestro país, con la honrosa excepción de Warcry. La mayoría de bandas se mueven en el rango de las 300 a 700 personas (Hammerfall, Michael Schenker, Wasp, Arch Enemy) o incluso menos (Lujuria, Saurom, Possessed, Hell, Cattle Decapitation, etc.). Sin embargo, son esas las bandas que dan color al cartel de un festival, las que animan a la gente a ir. Las que marcan la diferencia.
No hace mucho tiempo, el Atarfe Vega Rock de Granada era algo así como un festival “pobre”, con bandas de saldo (Quiet Riot, Ten, Masterplan, etc…) en un momento en el que los grandes traían a Iron Maiden, a Manowar, a Metallica y a Kiss. Pero lo farragoso de las negociaciones, lo desmesuradamente caro de la contratación y lo arriesgado de su producción hacen que el dolor de cabeza comience a no valer la pena.
Si el Leyendas del Rock de este año juega sus cartas bien como el año pasado, se convertirá en el festival de referencia en nuestro país. No hace muchos años, un cartel como ese -con la suma de unos Megadeth o Blind Guardian como cabezas- daba color al tan laureado Metalway de Gernika. Pero con la burbuja llegaron los grandes nombres, los cachés imposibles y la distorsión de la realidad. España nunca fue pasto de un Download, un Hellfest o un Wacken.No puede: no tiene suficiente público ni suficiente interés para que las bandas grandes cambien su itinerario, salvo que alguien se vuelva loco y ofrezca el doble del doble (de ahí que los festivales a gran escala no sean rentables en nuestro país).
La experiencia dice que España vive de la cultura del pelotazo. El pasar de cero a cien en un año. Presentar un festival y cartel impactante a base de talonario. Pero hay que recordar que el festival más exitoso de heavy metal en todo el mundo, el Wacken Open Air, tiene un cartel que a prácticamente nadie le importa. La marca “Wacken” se asocia a calidad e, independientemente de las bandas contratadas, las entradas se agotan con un año de antelación. No son las bandas, es la experiencia íntegra. Y es realmente curioso que en un país como España, donde tenemos sol, playas y lugares impresionantes, nunca se haya conseguido hacer un Wacken como Dios manda y nunca hayamos salido de proyectos a medio plazo que terminan enterrados víctimas de una carrera hacia ninguna parte en la que solo se puede avanzar gastando más y más, lo que provoca el ahogo virtual y real del proyecto.
Veremos si el Leyendas y, a una distancia corta, el Resurrection (que comienza a abrirse al heavy metal en el sentido más tradicional) consiguen esa difícil meta de implementar un festival de bandas medianas y precio asequible que tenga solera y sea una garantía año tras año.
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