Hace unas semanas, los fans de Priest se llevaban las manos a la cabeza. Se anunciaba el setlist de su reciente gira americana y tanto daba que se recuperasen himnos como “Jawbreaker”, “Love Bites” o “Devil’s Child” -otro tema que no es nada fácil pero que Halford interpreta con más soltura. La cuestión es que todos se echaron las manos a la cabeza: ¿donde está “Painkiller”?

Corría el año 1990 y Judas Priest andaban metidos en plena gira de presentación del disco que les supuso una especie de renacimiento y adaptación al medio, “Painkiller”. Eran los años del thrash metal y del “yo-soy-más-duro-que-tu” en la escena metálica y esto no se le escapó a la banda de Birmingham, que se atrevió con un disco repleto de dobles bombos, riffs afilados y muy pesados. La entrada de Scott Travis tuvo mucho que ver, pues el patoso Dave Holland nunca fue precisamente el mejor batería que tuvieron Priest. Como Peter Criss, tuvo suerte de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado, sin más.

En la gira, el setlist era el habitual compendio de grandes éxitos con varios temas nuevos, entre los cuales estaba el que daba título al reciente trabajo. A duras penas, en 1990, Rob Halford podía entonarlo. Se acercaba, pero no llegaba. Un tema imposible para el directo a pocos meses de su edición que, para horror de Halford, pasaría a convertirse en un clásico infaltable en cualquier show de la banda durante los siguientes veinticinco años. A lo largo de la última década, desde que Priest se reunieron con su mítico vocalista, el tema ha sido fijo en sus directos. No ha faltado en una sola de sus visitas a nuestro país y tan solo se cayó de la gira americana de 2009 porque estaban centrados en el 30 aniversario de “British Steel” y ese disco se comía la mayor parte de la actuación.

Hasta ahora.

Hace unas semanas, los fans de Priest se llevaban las manos a la cabeza. Se anunciaba el setlist de su reciente gira americana y tanto daba que se recuperasen himnos como “Jawbreaker”, “Love Bites” o “Devil’s Child” -otro tema que no es nada fácil pero que Halford interpreta con más soltura. La cuestión es que todos se echaron las manos a la cabeza: ¿donde está “Painkiller”? Bueno, pues está donde está desde hace muchos años. En el disco. Porque en directo, “Painkiller” supone un bajón tremendo. Más allá de los primeros compases donde Scott Travis aporrea sin compasión su kit de batería, en cuanto Halford entra a cantar uno se da cuenta de que los años no pasan en balde y que la sobrenatural voz de Rob ya no está para historias. ¿Para qué hace falta ver al vocalista agachado, encorvado y sufriendo durante seis minutos para cantar un tema de tesituras inhumanas cuando Judas Priest tienen muchas otras canciones necesarias en el repertorio como “Rapid Fire”, “Hell Patrol”, “Metal Meltdown”, “The Sinner” y muchas otras? Es el mejor ejemplo de una banda de metal siendo esclava de su propio tema exitoso, como cuando un Rick Astley de cincuenta años tiene que seguir cantando “Never Gonna Give You Up” en ferias y festejos. La gente quiere escucharlo pero ¿tiene sentido en el contexto en el que se encuentra el artista?

Priest tienen un repertorio muy amplio -por suerte suelen rescatar joyas en cada gira y alternan bien los temas- y no hace falta que el momento álgido del concierto siga siendo un tema que hace años que no suena bien en directo y con el que Halford no da la talla. Mejor enterrarlo definitivamente y añadir algo que el grupo pueda defender dignamente en directo. Mientras tanto, nosotros, los fans, deberemos aprender a valorar los repertorios de otra manera. No solo importa el clásico, sino la dignidad con la que la banda pueda defender el repertorio en su conjunto. Bravo a Priest por tener las agallas de retirar de su repertorio un tema en el que perdían más de lo que ganaban.