Viene coleando todavía la noticia de si la cacareada reunión de Pantera es algo éticamente viable o reprobable. Como sabrán, los miembros supervivientes de Pantera, Phil Anselmo y Rex Brown, han oficializado su intención de salir de gira sin los difuntos hermanos Abott, sino con dos pesos pesados como son Charlie Benante a la batería (Anthrax) y Zakk Wylde a la guitarra.

¿Qué diferencia hay entre la legitimidad de estos Pantera y los Queen de Adam Lambert con únicamente Brian May y Roger Taylor como miembros fundadores restantes? Pues poca. El trasfondo es sencillo y complejo a la vez: un repertorio demandado por los seguidores de la música, unos miembros originales supervivientes que pueden dar legitimidad a la interpretación de ese repertorio y una necesidad imperiosa de que bandas con un status legendario circulen por los escenarios de arenas y festivales para mantener el negocio en pie. No hay tantos cabezas de cartel realmente válidos.

La discusión es más moral que otra cosa. Si Rita Haney, como responsable de la herencia de Dimebag Darrell ha dado el necesario visto bueno a la operación, la moralidad del asunto queda en segundo plano. Los demás podemos hacer voluminosas argumentaciones sobre si eso es Pantera o no es Pantera. Claro que no es Pantera, del mismo modo que Van Halen no pueden ser Van Halen sin Eddie Van Halen. Dejar la discusión en eso es ser muy reduccionistas. Pero quienes vivieron, respiraron y lloraron Pantera son quienes estuvieron ahí: Phil Anselmo, Rex Brown, los difuntos Vinnie Paul y Dimebag Darrell y, también, Rita. Si quienes han quedado en pie deciden que el repertorio de Pantera merece ser paseado por los escenarios del mundo, los demás tan solo podemos acatar y -en última instancia- ejercer nuestra capacidad de decisión mediante la compra (o no) de una entrada para el concierto.

Si bien la reunión fue ofertada por parte de algún agente con Kerry King como guitarrista, finalmente ha sido Zakk Wylde el que ha dado el paso al frente, como se venía rumoreando voluntariosamente desde hace una década. Se ha tenido cuidado en que quienes interpreten las partes musicales de los difuntos sean personas con un respeto supremo de la fan base del heavy metal o, directamente, amigos personales de los desaparecidos hermanos Abbott. Wylde y el batería de Anthrax, Charlie Benante, cuentan con esas credenciales. Nadie más que ellos puede entender la inmensa presión que va a ser subirse a esos escenarios para tocar “Walk”, “Fucking Hostile” o “Cowboys From Hell”. Y estoy seguro de que, con sumo respeto, lo harán lo mejor que puedan y sepan.

El negocio comienza a crear fórmulas imaginativas para algo que parece inevitable. La desertización de grandes grupos legendarios es una realidad imparable y no hay tantas bandas por las que se puedan pedir cientos de miles de dólares a un festival. Hay que crear bandas, potenciar bandas (Ghost es un ejemplo) o encumbrarlas mediante astuto marketing para que el negocio siga teniendo recorrido en los próximos diez años. Lo de Pantera con Zakk Wylde y Charlie Benante nos puede parecer una suerte de travestí de lo que fueron Pantera pero, para toda una generación de metalheads, es la única manera de experimentar aquel repertorio legendario de metal. Y agentes, managers, promotores y músicos lo saben.

Sergi Ramos