La música y los Derechos Humanos
Vivimos tiempos raros, tiempos oscuros, como si estuviéramos en un capítulo de Black Mirror (algunos parecen ya hasta obsoletos en las formas). Vivimos en los tiempos de la desinformación, de la prensa amarilla convertida en medios de comunicación convencionales. De los titulares manipulados, del clickbait, de lo absurdo.
En mi casa, mi familia, de origen muy humilde y clase obrera, nos educó y nos preparó a mis hermanos y a mí para ser buenas personas. Nos dejaron elegir si queríamos creer en algo superior o no. Nos dejaron elegir si nos interesaba la política, y de qué “bando” estaríamos, o no. Nos dejaron elegir si queríamos formarnos en la Universidad o no. Nos enseñaron el valor del trabajo y del estudio, la importancia banal del dinero, pero lo duro que es conseguirlo por unx mismx. Lo importante que es compartir y ayudar al necesitado. Nos educaron como personas, desde el amor, la humildad y el respeto.
Hace alrededor de 29 años, cuando era un niño muy pequeño, escuché por primera vez una canción de heavy metal. Era de Iron Maiden, del ‘Live After Death’, lo estaba viendo en VHS y me entró todo como un cuchillo caliente entra en un pedazo de mantequilla.
No tardé en interesarme por ese grupo, ese estilo y todo lo que lo englobaba. Poco a poco y con el paso de los meses y años iban llegando a mis oídos Black Sabbath, Judas Priest, Kreator, Sepultura, Sacred Reich, Soziedad Alkohólika, Hamlet, Megadeth, Machine Head… Con 12 años cogí por primera vez una guitarra, y a los pocos meses ya estaba componiendo mis primeros acordes con letra. Cantaba a pleno pulmón “yo me voy al infierno, que pa eso somos rojos…” o “nazi muerto estiércol pa mi huerto…” y algunas perlas más que luego salían en camisetas del catálogo de la difunta Tienda Tipo. Era lo normal, ir contra el sistema, contra el poder político, contra los nazis y los racistas… nadie se extrañaba lo más mínimo. Era lo normal.
El rock, el punk, el heavy metal, me enseñaron a ser subversivo, combativo, protestón e incluso radical; me enseñaron a ser diferente, a cuestionar lo que veía o leía, a cuestionar el orden y la ley; a reírme de quien se reía de nosotrxs por llevar el pelo largo, pantalones ajustados, chupas de cuero y pinchos por todos lados (qué curioso, hace poco que lxs pijxs visten parecido). Se reían porque éramos diferentes; nosotrxs nos reíamos porque ellxs eran todxs iguales. ¡Y así sigue siendo!
También me enseñaron que el arte en general, y la música en particular, no era algo vacío ni carente de mensaje, sino todo lo contrario, un medio para expresar y enviar cartas a quien quisiera leerlas. A través de la música pero también de la letra.
Defender la libertad (la de todxs), los derechos humanos, gritar contra el poderoso y el explotador, contra el maltratador y el violador, defender a los vulnerables y gritar que todxs somos iguales sin importar nuestras creencias, raza, sexo, orientación sexual, me parecieron razones más que suficientes para empezar a crear mi propia música; de la inmensa cantidad de bandas y estilos que escuchaba, esas bandas eran las que en momentos duros, me ponían mucho más la piel de gallina. Luchar porque se respeten los DDHH en todo el mundo y para todo el mundo, no solo para unos cuantos, que es lo que otrxs vienen clamando. Lxs mal autollamadxs “patriotas”. (En otra ocasión hablaré de patriotismo).
Y eso está ocurriendo de un tiempo a esta parte, cada vez con más afluencia y lamentablemente más con el auge del fascismo a nivel global y del que en España estamos tan al día. Ahora todo es política. Ahora todo está polarizado y, casualmente, siempre desde la derecha, y ahora más radicalmente desde la extrema derecha, se afea (por decirlo suavemente) que músicos y artistas en general expresen sus pensamientos a través de su propio arte, siempre y cuando no sean de su agrado, obviamente. Confundimos derechos humanos con política. Confundimos crítica social con política. Confundimos el heavy metal. Confundimos la música. Confundimos el arte. Estamos confundidxs, y orgullosxs de ello, parece ser.
De vuelta a mi niñez, cuando escuchaba ese ‘Live After Death’, cuando sonaba “Aces High”, con el discurso de Winston Churchill, en honor a los ases de la aviación británica aplastando al enemigo fascista, cuando sonaba “2 Minutes To Midnight” clamando esos minutos en los que la humanidad estuvo a punto de ser aniquilada en un infierno nuclear, ¡sin ni siquiera saberlo!, o cuando sonaba “Run To The Hills”, no me imaginaba lo que significaba, tanto su letra como la portada del gran Derek Riggs.
Un grito salvaje contra la colonización y genocidio indígena por parte de las tropas inglesas en Norteamérica. Hasta la portada del single, con Eddie portando un tomahawk y simbolizando al indígena agarrando por el cuello al mismísimo Satanás, simbolizando al invasor inglés. Cuando lo entendí todo, me explotó la cabeza, y decidí amarles más y más. A ellos, al heavy metal, y por supuesto también al punk que les había influenciado tanto. Como después a mí. ¿No me digas que te acabas de enterar de todo esto?
Pues amigx, aquí un spoiler, te guste o no: el heavy metal es “político” desde el puto “War Pigs”, y eso ocurrió en 1970. Si eso te molesta, entonces es que te has equivocado de género musical. Cierra al salir.
Guillermo Izquierdo
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