He podido ver a Metallica tres veces en las últimas dos semanas, y a pesar de la similitud de sus shows, lo de anoche en Mad Cool fue, en parte, triste para un grupo del calado de los norteamericanos.

De primeras llamó la atención el escenario. Tras haberles visto tocar previamente en Hellfest (domingo 26 de junio) y en Bilbao (domingo 3 de julio), nada más entrar en el recinto de Mad Cool y ver el main stage del festival, la sensación era de que, comparado a las anteriores ocasiones, ese escenario (sin contar la parte del snake pit, que la traslada la propia banda de ciudad en ciudad) era muy pequeño para Metallica.

Pero ese no es el factor que hizo que Metallica desencajase en un evento como este. El principal es que el de Mad Cool no es un «público Metallica». Si bien es cierto que prácticamente en cada concierto de cualquier banda se ve más y más el móvil en alto de la gente para grabar, en este festival era excesiva la marea de smartphones elevados para captar el show de Metallica. Sobre todo en «Nothing Else Matters», una de las que conocía la gente. Y al hilo de esto, el gran dilema: buena parte de los presentes solo conocía de la banda el nombre, el logo y que acaban de salir en «Stranger Things».

 

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A excepción de las archiconocidas «Enter Sandman», «Nothing Else Matters», la sorpresa en directo que supuso «Whiskey In The Jar» teniendo en cuenta que no la estaban tocando en esta gira (que es de los temas más escuchados de Metallica en Spotify a pesar de ser una versión de Thin Lizzy), los coros de «Seek & Destroy» y los de «Master Of Puppets», ayer poca gente se sabía las canciones en el recinto de Mad Cool 2022. Y es un dato curioso con una banda que, por sí sola, tres días antes había llenado un estadio como San Mamés en Bilbao que se entregó al máximo con el grupo de San Francisco.

Esto generó un ambiente muy frío a lo largo de todo el directo comparado con el resto de espectáculos de Metallica, y es que un «Creeping Death» sin que se escuche a todo el respetable gritando «die, die, die…» en su parte central, como fan de la banda, da un poco de pena.

Esto no quita que la gente disfrutase del show a pesar de no conocer casi al grupo. Por supuesto, quienes se congregaron allí, que no eran pocos pero tampoco era precisamente un lleno absoluto del recinto (ni mucho menos), se lo pasaran bien bailando al son del metal de los californianos, pero lo hicieron como lo podían haber hecho con cualquier grupo de este estilo que fuera medianamente conocido y con un toque comercial en su música.

Lo que ya no va en función de gustos fue el sonido. Daba igual donde estuvieras situado, podías hablar con la persona de al lado sin tener que elevar la voz, y eso no debería suceder en un concierto de Metallica. Es cierto que esto no es nuevo y ya lleva sucediendo desde que la banda regresó a España en 2018 en formato de gran arena, no obstante eso no quita que con el grupo más grande de heavy metal de todos los tiempos el sonido debería ser atronador allá donde se estuviese presenciando. Y a pesar de que el equilibrio de sus instrumentos estaba perfecto, había momentos en los que las guitarras tenían una falta de fuerza como si hubieran puesto un preset en un Kemper sin apenas «chicha».

Metallica (Foto: Óscar Gil)

Y todo esto es sin valorar el concierto de Metallica en Mad Cool, solo el ambiente que había. Era un miércoles festivo donde la gente quería gozar en el festival, pero no es el lugar adecuado para un artista como Metallica, que en ese mismo recinto tres años atrás congregó a 68.000 devotos solo para verles a ellos y la diferencia fue abismal por las ganas y la motivación del público respecto al grupo. Al menos no se fue el sonido como en Bilbao…