¿Se muere Marina?

Queda por ver si Dixi consigue reubicase con éxito y si en el próximo año o dos, la zona de Marina consigue sangre joven que mantenga los locales llenos, los grifos de birra funcionando y el espíritu vivo.

El pasado sábado 27 de enero cerraba definitivamente sus puertas Dixi 724, uno de los locales más míticos de la zona de Marina, el eje del ocio más gamberro y tradicionalmente rockero o, cuanto menos, alternativo de la disuelta y agónica Barcelona que una vez fue de sus habitantes y hoy está entregada con lacito dorado a los fondos de inversión, los turistas rusos y los cruceristas con flojera de próstata y vomitera fácil.

No es que nadie haya trallado jamás los lavabos del Dixi, el Bóveda, el BB+ o el Ceferino. Dios nos libre de una ligera indigestión de tóxicos alcohólicos.

La de Dixi era una historia de 25 años. En el mundo de ocio nocturno alternativo, aguantar 25 años en pie es equiparable a esas centenarias tiendas de legumbres o papelerías que el ayuntamiento cataloga como bienes de especial interés, para evitar que todo el peso de la especulación recaiga sobre ellos. En el caso de Dixi, han sido los inescrutables caminos de Metrovacesa los que han dado al traste con un local que ahora servirá para hacer oficinas, pisos o, peor aún, un restaurante de esos que sirven quinoa y macroalimentos. Si, llevan matando el eje de Marina desde que apareció. Es un tema recurrente. Pero el peligro acecha.

Dixi 724 en la noche de su cierre (Foto:Toni Villén)

El efecto Bóveda

La Sala Bóveda sirvió como revulsivo para reactivar la zona cuando los propietarios del antiguo Mephisto lo traspasaron a los actuales gestores, encabezados por Edu García (Ceferino) y Oscar Martinez (Dixi). Pero ante la sala Bóveda hay un enorme solar que espera la construcción de dos enormes hotel que marcarán el futuro del eje de Roc Boronat y Llull. Aunque el local donde se sitúa la sala Bóveda está protegido, las presiones del grupo hotelero de turno podrían traer problemas en un futuro.

El BB+, otro de los mayores clásicos de la movida heavy en la zona, se mantiene impertérrito tras décadas de servir alcohol y patatas fritas al gentío con Blind Guardian de fondo a todo trapo. Por suerte para David, el alma del local, los propietarios del inmueble nunca han puesto en especial entredicho la continuidad del mítico bar. En otros casos, como el del Pepe’s Bar, la jubilación del dueño del local ha dado paso a manos más jóvenes que intentarán mantener el alma del local. Son tiempos de cambio.

¿Ya no se sale de fiesta?

No cabe duda que la manera de salir de la gente joven ha cambiado con el advenimiento de las redes sociales. La generación millenial (ese cajón de sastre donde se ubica todo nacido entre 1984 y y 2002 aproximadamente) prefiere socializar a través de su smartphone antes que socializar en persona en cualquier local, como demostró el estudio realizado en Estados Unidos en 2016 sobre hábitos de los adolescentes. En el caso concreto de los locales de tradición rockera o alternativa, ha habido un proceso a lo largo de los últimos años en los que se han ido diluyendo determinados ghettos musicales o estéticos. Es evidente que el heavy de parche y elásticos siempre querrá un local acorde a sus gustos, pero ese tipo de seguidor es cada vez más difícil de ver. Del mismo modo que se venden camisetas de Guns N’ Roses en el Bershka, el metalero de pro ya no va únicamente a sitios donde pongan su música. Va a todas partes. Y lo que es más importante: ya no se sale cada sábado. Se sale algunos sábados.

Todo esto hace que el ocio nocturno de nuestro sector tenga que reinventarse y buscar fórmulas. Atraer a la gente es cada vez más complicado y la tentación de quedarte en casa escuchando lo que quieres en tu móvil y ligando por Tinder es cada vez más grande. Aún así, las más de 1800 personas que llenaron Dixi en su despedida por todo lo alto del pasado día 27 certificaron que existe público, aunque no salga cada semana y sea mucho menos fiel y militante de sus locales que antes. Queda por ver si Dixi consigue reubicase con éxito y si en el próximo año o dos, la zona de Marina consigue sangre joven que mantenga los locales llenos, los grifos de birra funcionando y el espíritu vivo.