Desde luego que GHOST no han sido los primeros en ponerse la casulla papal para arengar sobre el escenario. Aunque en pleno siglo XXI nos parezca todo un acierto y una originalidad concebir una banda que se vale de la mitra para exhortar en clave de metal a la audiencia otros, mucho antes, ya lo habían hecho amparados bajo los acordes del rock psicodélico, del paraguas sónico del electro-pop más generalista o sujetando el palio más transgresor del metal industrial.

Desde luego que GHOST no han sido los primeros en ponerse la casulla papal para arengar sobre el escenario. Aunque en pleno siglo XXI nos parezca todo un acierto y una originalidad concebir una banda que se vale de la mitra para exhortar en clave de metal a la audiencia otros, mucho antes, ya lo habían hecho amparados bajo los acordes del rock psicodélico, del paraguas sónico del electro-pop más generalista o sujetando el palio más transgresor del metal industrial.

Si hacemos un repaso histórico de las bandas que osaron conculcar las formas empleando las vestimentas eclesiásticas, saliendo a escena encarnados en la máxima autoridad pontificia, tendríamos que remitirnos muy a comienzos de los años setenta cuando uno de los personajes fundamentales de la psicodelia experimental británica decide enrolarse en un nuevo proyecto musical, secundario al que le dio fama en la década anterior. Hablamos del excéntrico frontman Arthur Brown y su KINGDOM COME (nada que ver con la banda alemana de rock duro). Arthur Brown fue, de hecho, el primer Papa escénico del que tenemos constancia y su personaje, ataviado con mitra y casulla doradas, llevaba además la cara pintada de blanco y negro en plan siniestro. Sus músicos iban disfrazados de extraños personajes entre los que destacaban el teclista y el batería quienes, a modo de unos proto Nameless Ghoul, permanecía enmascarados bajo unas sotanas negras durante las actuaciones. Al disolverse su primera formación (The Crazy World of Arthur Brown), inmersa en el caos debido a los incontrolables cambios de formación aunque amparado por el hit de 1968 “Fire” que en lo sucesivo le proporcionó una enorme popularidad, Arthur Brown decide reclutar al guitarrista Andy Dalby y a otros músicos para formar una nueva banda con la que grabaría tres discos en tan solo dos años, girando por Gran Bretaña dentro del circuito nacional de festivales, y haciendo lo propio también en un par de ocasiones por Dinamarca, país donde un adolescente llamado Kim Patrix Bendix les vio actuar. Cruces incendiadas, caras pintadas y transgresión religiosa es lo que podéis ver en los pocos registros filmados que quedan de aquellos shows de este inconmensurable artista con sus KINGDOM COME siendo, sin género de dudas, la gran influencia directa de Mercyful Fate/King Diamond – y por qué no decirlo – indirecta de Ghost, en lo que a aspectos visuales se refiere.

http://www.youtube.com/watch?v=xUjo7iZPkMA

 

De los tres discos de Kingdom Come, me permito destacar el segundo, de título homónimo, editado en 1972 y el último “Journey”, de 1973, donde el cantante y performancer alcanza una madurez creativa que desgraciadamente ha pasado desapercibida para el gran público. La impronta de Arthur Brown y sus bandas ha sido tremenda e innegable, además, en lo tocante al desarrollo posterior del subgénero shock rock (os recomiendo la lectura del libro de nuestro compañero redactor, Jordi Tárrega, sobre el particular, titulado SHOCK ROCK: SEXO,VIOLENCIA Y TEATRO Quarentena Ediciones, del 2011) al haber servido como reconocida inspiración para su gran adalid en la siguiente década: Alice Cooper.

En las imágenes que os traigo para ilustrar este párrafo, llevadas a cabo durante una sesión promocional a cargo del fotógrafo danés Jørgen Angel, en 1971, podemos ver a la banda Kingdom Come ataviados con sus curiosos disfraces donde no deja de sorprendernos el propio Brown vestido de Papa, maquillado en plan corpsepaint, junto a uno de sus músicos encapuchado y con máscara ¿Verdad que nos recuerdan mucho a Ghost

Os sugiero escuchar el tema introductorio del álbum Journey titulado “Time Captive”. Si prescindís de la monótona intro de cerca de tres minutos y medio de duración y de los sintetizadores de Victor Peraino, y os quedáis solo con toda la materia psicodélica, la melodía y los melotrones, el resultado es un sugerente y oscuro artefacto que encajaría muy bien como versión de nuestros actuales Ghost.

PET SHOP BOYS: el dúo británico de electro-pop de los ochenta no tienen nada de rockero en su propuesta pero supieron como nadie aunar las nuevas tendencias dentro del sonido pop y disco del momento con la electrónica más vanguardista, exhibiendo unos shows brillantemente concebidos donde pasaban de una extraña apariencia minimalista, tocados con absurdos sombreros cubistas y vestimentas retro, a un abigarrado y futurista set escénico, según se sucedían los temas de su catálogo. El frontman, Neil Tennant, se atrevió con algo muy rompedor y efectista cuando en 1989 cantó en directo “Its a sin” (Es pecado) en el Wimbley Arena: nada menos que salir con una casulla rojo sangre y mitra bizantina a juego mientras que su parteneur, el teclista Chris Lowe, se ocultaba bajo una sotana plastificada de capuchino. La escena dio la vuelta al mundo ya que el clip terminaba con todos ardiendo bajo el fuego en un dantesco infierno sonoro-visual. En el videoclip que se emitió con este hit, que perduró varias semanas en primera posición en las listas europeas, se escenificaba un juicio inquisitorial con numeroso monjes encapuchados y hoguera donde Tennat iba a ser quemado por sus pecados.

MARILYN MASON: ¿Qué no habrá hecho este gran provocador? No hay artista al que le guste más un maquillaje y una disfraz efectista que a este anticristo superestrella en decadencia del metal industrial. En su videoclip “Disposable Teens”, del año 2000, su endemoniado alter ego surge de las aguas infectas de un pantano y se encarna en Sumo Pontífice para echarnos una de sus arengas luciferinas vestido con una elegancia alba transmutada en carmesí cuando, en los directos, nos cantaba su inhóspita y particular “Love Song», echando al vuelo falsos billetes de dólar con su efigie estampada (tal y como vimos hacer a GHOST en su último show de Barcelona en la Razzmatazz, hace escasos días). Manson se había valido con mucho acierto de algunas versiones pop (Sweet Dreams de Eurythmics, Tainted Love de Soft Cell o Personal Jesus de Depech Mode) al reconvertirlas a su histriónico y retorcido esquema viso-musical logrando catapultarse más allá del rendido populacho gótico y electrodark y alzándose como un valor transgresor muy rentable dentro de la industria y al abasto del gran público. En cierto modo, cuando Ghost presentaron su primer cover “I am a Marionnete» de ABBA a finales del 2012, editándolo junto a otras versiones como “Waiting for the Night” de Depech Mode y “Crucified” de Army of Lovers, o el más reciente “Missionary Man” de Eurythmics de su último EP PopStar, pretendieron, al igual que hizo MM, acercarse a mayores audiencias, a la par que impactar con su particular modo de entender y reconciliar el Pop con el Metal, por más que su sonido nos siga sonando retro-rock.

¡Ghost son excepcionales, la verdad! Lo que hay – o hubo – detrás de sus máscaras no son sino unos grandes músicos que saben perfectamente lo que hacen y porqué lo hacen: darnos una lección de talento compositivo aglutinando géneros e influencias aparentemente irreconciliables y disonantes, a sabiendas de que así rompen con la tradición vernácula de negar melodías y ritmos pop al Metal, aderezándolo todo con un show de exigencia nocturna, sin excesivo artefacto escénico salvo la indumentaria papal y clerical, el falaz anonimato de su líder cubierto por la máscara de latex y pintura, y la de los músicos, esos fantasmales Namless Ghouls que soportan estoicamente el calor y la incomodidad en cada salida a escena. Ese es el motivo por el que las audiencias se dividen entre los puristas que reniegan de su propuesta, calificándolos de malos y bochornosos para la escena metalera, y sus defensores, quienes vemos en ellos un acertado acercamiento de géneros y épocas bajo un espectáculo que transita entre lo simpático y lo livianamente transgresor y que solo hace que enriquecer un panorama donde al Metal solo le quedan dos salidas dignas: el retro-revival de los setenta o el conglomerado extremo. Ghost, en este sentido, marcan la diferencia, al situarse en un punto equidistante que amas u odias.

Conceptualmente, sus discos son de una elegancia estética insuperable: las portadas de éstos contienen referencias cinéfilas evidentes, mientras que sus letras propulsan descaradamente y con ironía tendenciosa mensajes que pasan por satánicos pero que son, en realidad, más irreverentes que mesiánicos u ocultistas; y los artworks e ilustraciones poseen un refinado gusto medievalista por lo pecaminoso, de la mano del sublime artista y arquitecto polaco Zbigniew Bielak.

Y en cuanto a su estilo musical, Ghost, desde luego, son una banda de rock-metal que aunque hagan acopio de ritmos ochenteros muy disco y fórmulas melódicas que parezcan tonadas pop están mucho más cerca de Pink Floyd o de Deep Purple que de Spandau Ballet o Culture Club, aunque también tienen más de The Beatles que de Black Sabbath y un aura similar a la desconocida banda italiana Death SS. Desde luego, para nada una servidora les compararía con Mercyful Fate (error craso que si cometen quienes no se han prestado a escucharles bien). Incluso, muchos son los que se refieren a Blue Öyster Cult como la banda de sonido más parecido a Ghost. En mi opinión, salvo tal vez por el tema “Don’t Fear the Reaper», y tal vez por “Joan Crowdford”, donde los americanos parecían anticipar el sello “ghost” muchos años antes de que Emeritus y sus Nameless Ghouls nacieran, la comparación no es muy acertada. Y es que el estilo BÖC es tan variado y su discografía tan extensa que difícilmente son encasillables en un sonido único, y poco han rodado los suecos aún como para irles a la zaga (esto os lo dice alguien que tiene prácticamente todos sus discos en casa y se declara muy fan de BÖC desde los ochenta). De hecho, me atrevo a decir, que si en el encabezado de este artículo os hablé de los “Papas” anteriores a Emeritus es porque, al margen del discurso anecdótico de los atuendos, veo en las tres bandas mencionadas (Arthur Brown’s Kingdom Come, Pet Shop Boys y Marylin Manson) algo más que la casulla y las ganas de espectáculo, y si un mejunje musical que, convenientemente combinado, nos daría una nueva apuesta para definir lo que hacen Ghost con su música, salvando las distancias particulares. Está claro que afanarnos en buscar similitudes concretas da al traste con el intento ya que, por defecto, cuando una banda consigue su propio “sonido” pocas son las comparaciones honrosas y afortunadas que les hagan justicia.

Para acertar de pleno, tenemos que remitirnos directamente a la antesala de Ghost, es decir, a lo que algunos de sus miembros – especialmente Emeritus/Tobias Forge – han hecho en sus bandas precedentes (cosa que no mucha gente sabe ni tiene en casa, la verdad sea dicha). Llevaba tiempo queriendo escribir sobre el particular pero lo cierto es que el deseo de la banda por mantener su anonimato me desaconsejaba hacerlo ya que, al hurgar en su pasado, menos oculto de lo que el vulgo creía, podía revelar demasiado sobre quiénes andaban dentro de los disfraces y comprometer estúpidamente la política de secretismo de la banda.

Claro que tras leer el artículo escrito en este medio por nuestro director, Sergi Ramos, donde quedaron expuestas tantas cosas sin que su impunidad se haya visto resentida, me dije… “pues ¿Por qué no ahora?”

Magna Carta Cartel, Subvision, Repugnant, Tid, Crashdïet o incluso Watain deberán ser a partir de ahora el foco de nuestra atención. Es más, puede que tambien Tribulation, una banda con quienes curiosamente Ghost han girado oportunamente por Estados Unidos y cuyo guitarrista proviene de la misma escena que Tobias Forge. Si los miembros de Ghost han variado a lo largo de sus escasos años de existencia es algo que podríamos creer a pies juntillas si damos crédito a la referida situación explicada ya en The Metal Circus hace pocos días, habida cuenta de la demanda interpuesta por algunos de los músicos a tenor de las desavenencias económicas y el rol pretendidamente malévolo asumido por el frontman. El propio guitarrista Omega (Martin Persner) ha emitido un video-comunicado afirmando que desde el verano de 2016 ya no formaba parte de los Nameless Ghouls y que ha retomado el proyecto Magna Carta Cartel -MCC- que dejó de funcionar cuando asumieron juntos seguir su carrera profesional como Ghost.

Tiempo atrás ofrecí a uno de mis colegas aquí, Jordi Tárrega, una copia del Goodmorning Restrained, disco de MCC donde parte de los temas de Ghost habían quedado perfilados antes de su salida como banda. Las cosas como son (véase, por ejemplo, Borderline Bordelo y su fraseo guitarrístico adoptado en Year Zero). Es significativo que el sonido en bloque de una y otra banda sean tan afines. Que les gusta jugar con las simbologías y los acertijos, las frases encubiertas y las alusiones más o menos directas en las líricas es algo que ya no se nos escapa: el trabajo de MCC estaba encabezado por un Flammarion coloreado, grabado medieval archiconocido de la tierra y el firmamento, símbolo del conocimiento astrológico y de la meteorología, donde un “canónigo con cetro” sale de la esfera terráquea para adentrarse en el oscuro cosmos ( ¿una alegoría a Papa Emeritus y su adhesión a las Sombras?). Ahora que Persner ha vuelto a retomar MCC nos brinda un lyric-video lleno de “verdades” ocultas titulado “Sway” donde habla de la caída de las máscaras y de dar la cara para terminar con un lacónico “sway/astray”, una oscilación por el mal camino, mientras un pequeño fragmento del nuevo art asoma por una esquina. Tampoco se nos debe escapar que el logotipo de TIR, su otra banda paralela, se dibuja debajo de un televisor donde vemos correr los créditos y las letras de la canción.

La otra banda que deberéis escuchar, aquellos que aún no lo hayáis hecho ya o no estéis tan sumergidos en el universo ghostiano como quien suscribe, es SUBVISION o, al menos, hacerlo con parte de su catálogo de canciones; una buena recomendación es descargaros su tema “Psycamore” para constatar que ahí está el origen del “Elisabeth” de Ghost.

Y ahora que ya os he dado muchas pistas, seguid vosotros mismos el hilo de Ariadna que os conducirá al núcleo musical, melódico y de arreglos instrumentales desde el que se gestó la banda sueca que tanto nos ha traído de cabeza con su anonimato, sin obviar los antecedentes deathmetaleros de REPUGNANT y los hardrockeros de CRASHDÏET que, aunque lejos del sonido Ghost, emparentan sanguíneamente a Emeritus con sus otros alteregos, Tobias Forge/ Mary Goore.

Papas ha habido algunos más, cómicamente hablando, ya que tanto Lemmy como Keith Moon se tocaron con la mitra para alguna farra “rockambolesca” pero, al igual que en el seno de la curia vaticana, Papa no hay más que uno, y en este circo del metal sigue estando vigente el numerario Emeritus hasta que una nueva elección o el mismísimo diablo le destrone.

Mientras siga sonando la salmodia rumana invertida del “Masked Ball” de Jocelyn Pook en los conciertos de Ghost tendremos baile de máscaras y antipapa para rato.