Leo Jiménez no le debe nada a nadie, ni a sus fans. Sus obligaciones terminan en el justo momento en que baja del escenario y el show está finalizado. ¿Por qué cuesta tanto entender esto?

En plena gira latinoamericana de Leo Jiménez ha estallado una de esas estériles polémicas de las redes sociales donde todo se inflama durante dos días y luego nadie vuelve a prestar atención. Por contextualizar un poco, la cuestión es que Leo hizo un post donde, en lenguaje muy claro y llano, le dijo a los fans que no deberían esperar una foto con él o que sea su mejor amigo porque sus obligaciones acaban en el momento en que baja del escenario y termina su concierto y que no le debe nada a nadie más allá del espectáculo por el que han pagado. Aunque el post inicial en su Facebook podía parecer un poco tosco y gratuito, luego el propio vocalista ha hecho un video de cinco minutos explicando a qué viene esa actitud tan combativa con sus propios fans.

Se da el caso de que Leo está aquejado de laringitis crónica y esta en una fase algo cruda de su afección, por lo que reserva todas sus energías y capacidades para los conciertos. A fin de cuentas es aquello por lo que la gente paga y aquello que la gente espera ver en unas condiciones artísticas y técnicas dignas. En el video, Jiménez revela que está tomando corticoides a diario desde hace semanas y que se comunica con sus compañeros de banda mediante una libreta para no hablar y guardar la voz para los conciertos. 

Acto seguido, el vocalista hace una disertación bastante confrontacional sobre lo que considera que son sus obligaciones como músico, resumidas en subir, cantar y largarse por donde ha venido. Una honestidad que no ha sentado bien entre su comunidad de fans, que se ve inesperadamente atacada por el músico y se siente culpabilizada de sus problemas en lugar de agradecida por permitirle a Leo dedicarse a lo que se dedica.

Lo importante es el concierto, estúpido

Contextualizado el asunto, debemos romper una lanza a favor del vocalista y darle toda la razón, si bien las formas pueden haber sido algo violentas para sus fans, especialmente los latinoamericanos que deben destinar más recursos de su propia economía para ver a Leo que un fan español, proporcionalmente, y ven en su actitud un agravio intolerable. No hay más que ver los comentarios que ha suscitado el post de Facebook.

Cuando un artista decide comercializar su arte y presentarlo ante el público debe asumir una serie de cosas: la crítica es una de ellas. Cualquier obra expuesta ante el público es susceptible de ser criticada, se quiera o no. Pero el apego excesivo de quienes apoyan al creador es otra de esas cuestiones a asumir.

La gente se apoya en creadores de arte para llenar sus vidas, por eso la música nunca deja de ser importante en la vida de la gente. Pero más allá de que pueda ser comprensible el apego del seguidor hacia el artista que le provee de alimento espiritual y cultural, lo cierto es que el artista no debe nada a nadie. Leo tampoco. Leo hace una gira -nos consta que en condiciones  logísticas menos deseables de lo que a ninguno de nosotros nos gustaría- y su función es realizar conciertos, en tiempo y forma, en los locales especificados de las ciudades anunciadas. Ni más ni menos. Prevalece la necesidad de que su capacidad de interpretar su obra en condiciones esté intacta. Evidentemente, si hay meet & greets u otros compromisos pactados deben ser atendidos, pero ahí queda todo.

Crónica Leo Jiménez Barcelona 2018

Leo Jiménez (Foto: Lluís García)

Las obligaciones acaban cuando el artista baja del escenario

Cuando David Coverdale de Whitesnake llega a un festival, difícilmente habla con nadie. Tampoco lo hace Paul Stanley de Kiss. Tampoco lo hace Halford de Judas Priest. O Klaus Meine. Todos ellos tienen un cometido: hacer un concierto en las condiciones que la gente espera de ellos. Nosotros como medio e incluso off the record, difícilmente podemos entrevistar a cualquier vocalista en el día de su concierto. No quieren, no les dejan tener entrevistas. El desgaste de la voz tras dos o tres horas hablando con periodistas, fans, casuales y amigos de amigos del promotor es horrible y hace peligrar lo que realmente importa, el bien que el artista provee: su actuación, su interpretación artística.

Yo suelo ir mucho a un restaurante cerca de casa, El Atril. El menú de mediodía cuesta 13,90€, casi como un CD o una entrada de un concierto. El menú incluye un entrante a elegir, un segundo plato, bebida, pan y postre. Y nada de patatas con huevos fritos: es un menú bien trabajado, con producto bueno y servido con gracia y creatividad. Quizá paso por ese restaurante diez veces al mes. Pero tengo clarísimo que más allá de que me reciban, me asignen una mesa, me sirvan la comida y ésta esté en las condiciones adecuadas, sus obligaciones como restaurante terminan ahí.

Evidentemente, que yo pase por ahí y me deje el dinero en su restaurante es lo que les permite tener un restaurante, pero eso no me hace accionista de su empresa ni merezco un trato especial por ello. El compromiso es comida a cambio de dinero. Ni más ni menos. 

Leo Jiménez (Foto: Nacho Criado)

Falta madurez y empatía

Los fans de un artista tienen un apego más emocional con sus héroes del que yo puedo tener por mi cocinero -al cual no le he visto la cara ni tengo posters suyos en mi habitación ni leo sus recetas en mi movil cada mañana de camino al trabajo. Eso es comprensible. Pero hay que tener claro que un artista, cuando está de gira, está bajo una gran presión y el principal compromiso es llevar los conciertos a buen fin.

Se duerme regular, se está en hoteles un día y en un hostal con gente roncando al día siguiente. A veces sale más a cuenta ir en furgoneta al siguiente concierto durante diez horas que pagar sobrepeso a la compañía aérea de turno. A veces, simplemente, te cansas de convivir con ocho tíos en un espacio reducido durante un mes. En cualquier caso, nada de eso debe afectar al concierto. Forma parte de lo que se conoce como gajes del oficio. Pero nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a esperar que el artista se haga fotos, te dedique un cuarto de hora hablando contigo sobre tu vida o la suya o descanse una hora menos de lo que tenía planeado porque tu y cincuenta colegas habéis decidido esperarle como verdaderos psicópatas a la salida de una sala de conciertos. 

He invertido mucho dinero en Apple a lo largo de mi vida: Macbooks, iPhones, iPads…y jamás se me ocurriría esperar que Tim Cook se siente a tomar unas birras conmigo en un bar. La gente debería dejar de usar el acoso emocional al artista recordándole que su vida es posible gracias a ellos. Es una actitud de lo más sociópata y lo único que denota es una absoluta falta de madurez, empatía y comprensión. Y si este artista no hace lo que te gusta o lo que le pides, mala suerte. Es un artista, no tu esclavo.