La música y sus portadas: La noche los crió y aparecieron Tribulation
Tribulation no son un mero show oscuro que colmaría el apetito de los metaleros más abiertos de miras y de los ávidos góticos, sino una formación con ideas muy avanzadas que están demostrando saber internarse con inteligencia en un mercado mayor y más ambicioso. Tribulation son como las pinceladas que ensombrecen un cuadro de níveos paisajes, o un reflejo fantasmagórico en la pulcra transparencia de un vidrio helado ¿No estáis de acuerdo?
Con tan solo 12 años de vida, esta banda sueca embebida del Death Metal nativo con el que iniciaron su andadura antes incluso de que adoptaran el nombre Tribulation, se suma al selecto grupo de formaciones que han logrado ascender al firmamento musical donde reluce – y se vende muy bien – lo mejor de los géneros extremos contemporáneos.
Sus señas de identidad nos van a servir para introducirnos en el oscuro mundo donde repliegan todo ese arsenal sonoro que son sus influencias y sus logros compositivos, y que se juntan con las referencias, tanto estéticas como conceptuales, que han ido dando forma a los tres álbumes que conforman su discografía de estudio, sin contar con su primera demo, el EP debut titulado Putrid Rebirth, y su último Melancholia, un EP aparecido en el presente 2016 y que, pronostico, va a dar mucho más de sí cuando se amplíe como un futurible cuarto disco, probablemente, para el año próximo.
El vocalista y bajista Johannes Andersson es uno de los elegidos del abismo: hierático y expresivo a la vez, profundo en sus growls, manifiesta una excelente habilidad para dotar de rasposa armonía los pasajes más brutales que salen de su garganta. Curtido en la proto banda de Death Metal Hazard (de hecho, la antesala de los propios Tribulation antes de la formación oficial de ésta, en 2004) Johannes inicia otro proyecto independiente llamado SARS, de corte death grindcore, donde utilizaba el complicado apodo de Pipen Doom Occulta, compartiendo militancia con sus dos compañeros de banda, el guitarrista Ma Sars – el alias de Adam Zaars – y el batería Doom Krahft, a la postre, Jakob Johansson, que estuviera en Tribulation hasta la edición en 2009 del primer álbum “The Horror”. De Guerilla, una anodina banda de Trash Metal de la pequeña ciudad de Arvika, sale el carismático Jonathan Hultén, el guitarra rítmico que, fuera del escenario, es un ser de lo más incorpóreo y tímido pero que una vez agarra la guitarra se desliza sobre las cuerdas como un felino de intensa mirada y ágiles dedos, aportando a la formación una buena dosis de belleza crepuscular. Pero es Adam Zaars, guitarrista líder, el verdadero artífice de esas melodías que enganchan al oyente nada más acceder al catálogo musical de esta prometedora y ya internacional banda sueca. No es extraño que al consultar sus antecedentes le situemos en la efímera Repugnant, la banda del camaleónico y multifacético Mary Goore, o lo que es lo mismo, el Tobias Forge de Subvision que tanto rumor genera al relacionarlo con el Papa Emeritus de Ghost. Ni que decir tiene que se trata también del mismo DD Saars del primer álbum de Enforcer. Si a esta amalgama de bandas añadimos otra de nombre Stench, entonces tenemos las fuertes conexiones de Tribulation con una escena poderosa aunque underground que se ha generado en los últimos años en el interior de Suecia y que ha conseguido catapultar con gran éxito la vertiente más accesible del Death Metal a unas cotas particularmente populares, dentro y fuera del país.
La razón de esta expansión del género, esencialmente extremo y por tanto difícil para no iniciados, se debe en parte a la adopción de armonías y estilismos sonoros que comulgan con la tradición gótica, más elegante y evocadora por definición que la descarnada instrumentalización técnica del Death Metal genuino. Siempre he sospechado que estas fusiones intencionadas juegan una baza importante para la posterior recreación del imaginario lírico y estético que acompaña a los temas, fomentando un producto al gusto de audiencias más versátiles.
Tribulation son un claro ejemplo de esta tendencia ecléctica sin traicionar las poderosas y agresivas bases en las que se apoya su marcado groove deathmetalero, alargando su sonido hacia unas simpatías con el Black Metal y el Doom melódico para, finalmente, abrazar con sutileza riffs elaborados que nos recuerdan a atmosféricos y progresivos desarrollos que terminarán rubricando un estilo tan personal como seductor. El teclado, un instrumento inexistente en el escenario, está sin embargo presente de un modo muy tangencial en el disco cuya portada podéis ver en el encabezado del artículo, tanto en la introducción del álbum como en algunos interludios y puentes de temas centrales. Por ejemplo, la instrumental y breve “Cauda Pavonis» podría ser una buena carta de presentación de esta banda en directo creando con ella una hipnótica transición hacia el ritual escénico donde ha de sobrevenir con crudeza el “Melancholia» donde las guitarras se marcan el estribillo más pegadizo de todo su “The Children of the Night”, en mi opinión, el trabajo más sobresaliente de los tres que compendian su escueta discografía (el ya citado “The Horror” y el “The Formulas of Death»)
Además de esa musicalidad creciente en sus discos, la banda sueca ofrece una sobria pero contundente puesta en escena basada en el atuendo dark y el maquillaje a juego, finamente concebido como una extensión más del concepto tenebroso que albergan sus trabajos editados. Tribulation son como las pinceladas que ensombrecen un cuadro de níveos paisajes, o un reflejo fantasmagórico en la pulcra transparencia de un vidrio helado, son como el vampiro que se intuye tras la ventana cuarteada y el hálito mórbido de un espectro que se le aleja sin dejar clara huella de su paso, bajo una intensa y atronadora tormenta. Perdonadme esta licencia poética pero si la visualizáis escuchando su música creo que os convencerá.
Pero Tribulation no son un mero show oscuro que colmaría el apetito de los metaleros más abiertos de miras y de los ávidos góticos, sino una formación con ideas muy avanzadas que están demostrando saber internarse con inteligencia en un mercado mayor y más ambicioso. Prueba de ello es su recién concluida presencia en los escenarios de Estados Unidos donde han abierto para Ghost durante su gira Black to The Future. Aunque también lo demuestra su coqueteo con géneros musicales alternativos, cosa que podríamos encontrar, por ejemplo, consultando sus dos versiones editadas hasta la fecha: el oscuro “One Hundred Years«, un tema original de The Cure que encabeza el clautrofóbico “Pornography” – una de las obras maestras de los británicos – y que Tribulation han tratado desde un ángulo aún más denso y lúgubre en el bonus track de la edición de lujo de su “The Children of the Night”; y luego está la sinuosa “Pay the Man” con la que han querido tributar a los californianos The Offspring, tema que se presta a experimentar con sonidos muy limítrofes al neopunk que éstos abanderaban; un cover que podéis escuchar en el EP “Melancholia”.
Pues bien, la razón de este artículo, teniendo en cuenta que hablo de un disco sacado el año pasado y que ya había sido revisado desde esta web, es que Zaars y los suyos acaban de sacar (hoy, 5 de mayo que escribo estas líneas) una nueva edición en vinilo, limitada a 500 ejemplares, de ese magnífico tercer álbum, esta vez con un picture disc que hará las delicias de sus fans, conservando la misma inquietante portada del original. Y a eso vamos. Una portada con una historia detrás que tendré el gusto de comentaros y que seguro interesará a cuantos sentís fascinación por los recodos informativos más o menos peregrinos y extramusicales.
La ilustración de la ladrona Marfa Koutiloff (personaje interpretado por una bailarina de nombre real Stacia Naprerkovska) que aparece en la película Les Vampires, dirigida en 1915 por el director francés Louis Feuillade, ha pasado de ser un fotograma oculto entre la ingente producción filmográfica muda de principios de siglo XX a ser todo un icono de la seductora y maligna danza de la vampiresa murciélago. Lo curioso es que la susodicha ni es vampira ni el film es propiamente una película al uso, ya que dura nada menos que 440 minutos. El genial Feuillade fue el primer cineasta en concebir una serie (cuando ni siquiera existía la TV) dividida en diez episodios de un thriller sobre criminales y ladrones de guante blanco. El fotograma empleado por Tribulation (que de hecho está recortado e invertido) corresponde a una escenificación dentro de una escena del segundo episodio, el titulado “The Ring That Kills”, o “La Bague Qui Tue” en el original. La bailarina, desplegando las cartilaginosas alas de su disfraz sobre una adormecida muchacha, está actuando en un teatro sin poder llegar a terminar la representación ya que fallece durante ésta, víctima del anillo venenoso que porta en el dedo. La actriz protagonista del serial mudo era de hecho otra fémina, Musidora – muy popular en la primera mitad del aquel siglo – quien encarnaba a la astuta trepa-tejados Irma Vep (anagrama de Vampire) bajo el ceñido disfraz negro que inspiraría la posterior imagen de la heroína Catwoman de comics y películas.
Cuando vi por primera vez la portada de «The Children of the Night» me vino a la memoria, por pura asociación de imágenes, la portada del que fuera el primer single de la banda seminal gótica Bauhaus titulado «Bela Lugosi’s dead» quienes también habían empleado un fotograma del film mudo The Sorrows of Satan, puede incluso que menos conocido que la película francesa. Esa portada ha sido erróneamente atribuida a una imagen sacada de ese delirante film de culto, El Gabinete del Dr Caligari, simplemente porque en lo sucesivo el carismático Peter Murphy adoptó el rol de Cesareo, el Sonámbulo. Error que nadie ha corregido, si quiera en la wikipedia. Claro que esa es otra historia con la que no pretendo aburridos por el momento.
Lo cierto es que no son pocas las veces que determinadas escenas de la filmografía expresionista sirvieron de inspiración para las ilustraciones de discos de rock y metal oscuro aunque, en el caso de Tribulation, el acierto a la hora de tratar la portada de su adictivo The Children of the Night es más que indudable, y su imagen engancha casi tanto como su música.
¿No estáis de acuerdo?
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