Si las bandas siempre acuden a ese término, se puede ampliar en otros ámbitos

Más de una vez, sea en reviews de discos o sobre todo en entrevistas, sale a relucir el famoso tema de la masificación que ha sufrido el panorama musical en los últimos años. La era digital trajo muchos cambios, entre los que estaban el tener acceso a golpe de click a un sinfín de bandas y trabajos que hubiera sido impensable hace veinte años. Por encima de eso, del nivel usuario (público), ha permitido que muchísimos grupos hayan tenido la oportunidad de grabar material para darse a conocer. Pero ¿alguien ha pensado que eso también se extiende hacia los medios especializados? Pues sí, y cada vez más. Esto no pretende ser un relato biográfico, ni mucho menos. Pero en vista de lo que ve uno en el día a día, veo necesario empezar por un pequeño resumen de lo que ha sido mi relación con este mundillo de la música rock y metal. Empezaré intentando reflejar esa experiencia en un párrafo.

Hace poco más de diez años que empecé a escribir por amor al arte, que de eso se trataba: un grupo de conocidos decidimos hacer un proyecto (paralelismo con las bandas, ¿no?), y crear metal4all (desde aquí un saludo a mis antiguos compañeros). Muchas reseñas de discos, alguna que otra entrevista (que con algunos grupos eran más complicadas de lo que son actualmente) y bastantes conciertos… autofinanciados. Sí, festivales incluidos de esos que la entrada te costaba cien euros o más. Personalmente, iba encantado. Tardé unos cuantos años en ser acreditado mientras seguía pagando mis entradas (para después escribir sobre esos conciertos), y no fue hasta mi entrada en The Metal Circus, unos años después, que lo conseguí… y no siempre. Entendí que aquello era una carrera de fondo y que con perseverancia podría llegar el momento; de no ser así, tampoco pasaba nada. Hacía lo que me gustaba, y puedo decir orgulloso que hoy sigo haciéndolo. Hay grupos que se forman y tardan cinco años en grabar un disco o EP (pongo ese número, pueden ser más, pueden ser menos), en los que van buscando oportunidades para tocar y ganar tablas. ¿Tocaban cada fin de semana durante ese tiempo? No. ¿Ensayan todo lo que pueden? Muchos de ellos sí. ¿Lo crean pensando en que van a ganar dinero desde el primer minuto? Creo que buena parte del público no es consciente del dinero que pierden (digo perder, y no invertir) en sus primeros pasos. Tengo una cámara réflex (bastante limitada y ya desfasada), pero eso no me convierte en fotógrafo. Eso no quita para que me guste hacer mis fotografías… no sólo de conciertos. Me gusta aprender y mejorar, y eso sólo se consigue con trabajo en lo que te propongas. No sólo me gusta aprender y mejorar en la fotografía, sino que a día de hoy me sigo viendo como un inculto musical, y me ENCANTA que alguien me venga con esa frase tan bonita: “… ¿has oído a tal grupo? Creo que te va a molar”. Tengo amigos que siguen haciéndolo a menudo porque saben que me gusta descubrir bandas nuevas tanto (o más) que hace quince años, cuando era más complicado hacerse con su material. Tampoco me convierte en periodista el hecho de escribir; no he pretendido serlo ni aparentarlo. Conozco varias personas que se han pasado sus años de rigor estudiando la carrera, y son ellos los que tienen derecho a ser reconocidos como tal. Yo simplemente me limito a escribir de algo que me gusta de la mejor manera posible, sin pretender sentar cátedra.

Si hay grupos que, la palabra no es quejarse, pero sí hablan de lo complicado que es sacar la cabeza entre tanta banda, no lo es menos entre los medios. Esto no es una queja propia, ni mucho menos, pero hay veces que hay que poner las cartas sobre la mesa para explicar realmente cómo son las cosas y no cómo las ven algunos. La masificación de grupos de música se puede llevar perfectamente al terreno de los medios especializados, y ahí empiezan los paralelismos: no se puede pretender acceder a algo de manera instantánea, sin haber perdido o invertido antes. Ahora, gracias a las redes sociales, veo multitud de quejas al respecto, y ahí va mi primer consejo: sed pacientes. No intentéis que de la noche a la mañana vayáis a poder asistir a los conciertos como medio, y lo que es más importante: no expongáis vuestras frustraciones públicamente, porque ahí se nota a leguas a quién le gusta realmente la música y quienes están ahí por el mero interés de ir gratis a un concierto. Que es triste que muchos de nosotros sigamos siendo vistos como “esos que van gratis a los conciertos”, y envidiados por tal hecho. No es complicado darse cuenta de quiénes son los que lo hacen por ahorrarse la entrada.

Si en una ciudad grande como Madrid o Barcelona, damos una patada a una piedra y sacamos cien bandas (o quinientas), ¿sois conscientes de las webs/blogs que pueden salir del mismo sitio? ¿Pensáis que es tan sencillo acreditar a todos en grandes festivales? Las peticiones se cuentan por cientos y cientos. En algunos, habría más gente invitada que de público que ha pagado. Llevemos el tema acreditaciones a los famosos photopass, ese bien tan codiciado. El hecho de tener una cámara réflex no convierte a nadie en fotógrafo. Gracias al paso de los años y a entablar relación y amistad con algunos de ellos, sé diferenciar unas personas de otras y ser consciente de mis limitaciones. Las redes sociales han servido para que todo el mundo se pueda hacer autopublicidad, no sólo los grupos de música (otra similitud). Volviendo al panorama fotográfico, hace poco he empezado a ver un aumento de páginas del tipo “XXX photography” y derivados. Si me compro una guitarra de cinco mil euros no me convierto en músico. De hecho, tuve una durante un tiempo (no de ese precio, obviamente) y me sentí tan inútil al intentar aprender que lo dejé de lado. Puede que no fuera tan bobo como para no poder aprender a tocarla, pero dejé ese aprendizaje aparcado. Si te gastas ese dinero en un equipo fotográfico, si no te esmeras en aprender, no llegarás a ninguna parte. Todo tiene que ser paso a paso, aunque algunos se quieran saltar escalones porque sí; si lo haces sin una zancada precisa, la hostia puede ser monumental. Hay gente que va a clases de música o fotografía, otros directamente son autodidactas (anda que no hay casos de este tipo en cualquier tipo de arte), pero en unos y otros lo que mueve la maquinaria es mejorar. Muchísimos músicos de gran renombre dicen abiertamente que no saben leer música, pero eso no impide que sean grandes artistas. Otro paralelismo a modo de ejemplo ilustrativo: una persona que se ha comprado una guitarra puede subir a youtube como va haciendo sus pinitos con ella, igual que alguien que tiene una cámara puede hacer lo propio en Facebook, flickr o 500px. Se llama ilusión. El hecho de que vengan amigos a subirte la moral e hinchar el ego acerca de lo supuestamente bien que lo haces hace que mucha gente se acomode… y se creo el rey o reina del universo. Es mejor una crítica constructiva exterior a tu entorno, aunque duela. Pero si esa misma se ve tapada (y atacada) por esos conocidos, no sirve absolutamente de nada. Parece que las opiniones negativas estén vetadas… igual que lo están en cuanto a seguidores (o fans) de bandas, que en cuanto alguien dice algo, no ya negativo, sino no positivo, hay una jauría que se echa encima de él. Algunos lo agradecen, pero son los menos.

Hay mucha gente preparada en ese ámbito, el de las fotos, y en ocasiones es lógico su cabreo cuando ven que apenas se pueden mover en un foso por los famosos “intrusos”. Eso si los hay… porque algunos medios profesionales ni se molestan en acreditar a colaboradores y con un breve texto y una pobre foto de móvil ya tienen su crónica hecha. Ahí también puede entrar el  colegueo que hay entre cierta parte del sector, que prima antes a alguien conocido que a un medio consolidado o profesional. Pero cada uno es libre de hacer lo que quiera con sus pases, faltaría más. Otro asunto sería ver cómo hay medios (y grupos) que cogen fotos sin citar su autoría (cuando no están firmadas; o rizando el rizo, borrando una marca de agua, que hay casos). Por suerte cada vez se da menos, pero no es agradable no ya no ver tu nombre asociado a esa captura, sino ver que muchas otras publicaciones sí tienen el nombre de la persona y la tuya en concreto no. Encabrona, porque también se le puede aplicar el término usado más arriba: colegueo. Otras veces es pura dejadez. Aunque eso daría para otro artículo y no me quiero desviar… Vuelvo al terreno personal: nadie nace sabiendo. Las primeras veces que estuve en un foso me sentí raro, incluso excluido, porque notaba que no era mi sitio mientras la mayoría del resto de personas se ponían a hablar entre ellas porque se conocían entre sí. TODO el mundo merece una oportunidad, pero como decía más arriba, tardé un largo periodo de tiempo en ser acreditado, así que lo que me tocó hasta entonces era buscarme la vida para hacer fotos fuera del foso; vamos, lo digo como si todas las salas lo tuvieran, y aquí vuelvo a dar un consejo: comprad vuestra entrada y buscad un sitio entre las primeras filas de esas salas de pequeño y mediano aforo para empezar en esto. Vuelvo a usar dos términos aquí: carrera de fondo y amor al arte. ¿Cuánto puede costar esa entrada de un grupo menos conocido en ese tipo de salas? Alrededor de diez euros, tirando por lo alto (muy alto). ¿Qué ganáis con airear a los cuatro vientos que tal o cual promotora os ha denegado un pase (cuya entrada sí, seguro que era más cara que ese precio que pongo anteriormente)? No ganáis nada, y seguramente perderéis puntos de cara al futuro. Y ya no digamos si se va llorando por ahí reclamando la oportunidad de (querer) cubrir un show concreto…

https://www.facebook.com/grungesp?fref=tsAl respecto de ese asunto es inevitable que me venga a la cabeza una actualización de estado de mi amigo Carlos Expósito (baterista actual de Leo Jiménez) en su Facebook, que llevaré a este mismo terreno:

“Si tienes una cámara (o un móvil o tablet) en la mano y grabas el concierto, no puedes dar palmas, ni saltar, ni realmente disfrutar del concierto. Y desde el escenario, un panorama de cámaras grabando desanima mucho y tanto flash resulta muy molesto a la vista. Así que, cuando pedimos que no grabéis el concierto ni saquéis fotos, es para que todos tengamos un mejor concierto. Y está comprobado: en cuanto la gente guarda las cámaras, el concierto gana enteros”.

Dejando de lado esa manera tan peculiar que tiene mucha gente de disfrutar un concierto, a través de una pantalla, llegamos a ese gran enemigo, el flash. Ay, el flash… Otro consejo para los que se inician (sin foso de por medio): respetad por igual tanto al público como al artista. A los primeros, es sencillo: haced las fotos que queráis durante los primeros temas, pero después guardad la cámara (también podéis ir a la parte trasera de la sala), no estéis en medio con ella más tiempo de la cuenta. A los segundos, más fácil todavía. No les metáis la cámara en sitios que puedan molestar, ni uséis el flash. Primero, porque un flashazo detrás de otro jode mucho a quién está encima del escenario. Segundo, porque os van a salir fotos malas, planas y sin vida. Y no, pasándolas a blanco y negro no mejorarán, porque como dijo ¿un sabio?: una foto mala a color lo sigue siendo en blanco y negro. No es lo mismo una sesión intencionadamente así (que para ciertos eventos es ideal), que intercalar uno y otro tipo, perdiendo uniformidad. Es cierto que cada vez más salas adolecen de una buena iluminación, y hay que recurrir a ciertas cosas… pero apañarla con filtros de photoshop o lightroom a cambio de que el ruido en ella se haga molesto a la vista no la convierte en una gran foto. Por mucho que haya gente que te lo pueda decir y expongas en las condiciones que se ha dado. ¿Vuelvo a las comparaciones? Muchos músicos dicen que AC/DC no son los músicos más técnicos, ni más rápidos ni virtuosos. Pero consiguen con algo simple (si es que se puede decir esa palabra) transmitir como nadie. Ahí lo dejo. 

Vayamos ahora al tema de las entrevistas. Muchas se hacen después de haber entablado relación y conversación con gente alrededor de la música, y después se les da la forma de artículos. La mayoría de ellas se hacen a través de la red, porque es lo más rápido, instantáneo, y muchas veces cómodo para ambas partes. Ahí entra otro factor para que se tenga en cuenta si vas en serio o no. En una ocasión estuve dos horas corrigiendo la ortografía de una extensa entrevista… en castellano. Por suerte, cada vez hay menos de estos casos, y se presta la atención necesaria tanto a las formas como al contenido, y en muchas formaciones suele haber un “encargado”, por así decirlo, de esa tarea. Pero cuando no lo hay te puedes encontrar con auténticas barbaridades. Lo peor no es eso. Lo peor es que muchos medios se limitan a copiar y pegar el texto que reciben sin molestarse en mirarlo ni corregirlo. Y es ahí cuando quedan en evidencia por su dejadez, unos y otros, aunque me pese decirlo. Es más sencillo hacer las cosas por hacer, por inercia, que hacerlas bien; o al menos se tarda menos tiempo en llevarlas a cabo. Siempre he dicho que no soy Shakespeare, pero suelo dar una, dos y tres vueltas a mis textos en busca de fallos, y aun así siempre se cuela alguno. Pero hay que conocer los límites del mal gusto. En ese ámbito también entra la gente que se vende para intentar meter la cabeza como sea. Si juntas buenas maneras a una apariencia (ortográfica en este caso) seria y sobria tienes ganados puntos. Si te falta una de las dos cosas, cojeas. Pero si directamente haces alarde de no tener una ni otra, apaga y vámonos.

En resumidas cuentas, este artículo se podría limitar a los siguientes términos: paciencia, interés y respeto. Igual que digo que con mis reseñas y cierto tipo de artículos no pretendo tener la verdad absoluta, con esta opinión tan personal tampoco. Pero seguro que unos cuantos que llevan años en esto (muchos más que yo, de hecho, y de una manera más profesional), están de acuerdo. Para que lo tengan en cuenta las generaciones futuras que vienen por detrás si es que quieren saberlo. Que es mejor que sepan realmente cómo es todo este mundo antes de irlo descubriendo a base de experiencias propias. Aunque como siempre digo, de todo se aprende, sobre todo de lo malo. Porque son esos hechos los que se te quedan grabados para no volver a caer en el mismo error en el futuro. Y digo esto siendo consciente de una cosa: veo (y leo) cosas que hice en mis inicios y me da vergüenza. Es así. Incluso en artículos o reviews más recientes cambiaría muchas cosas y palabras que he dicho. Pero como no es posible, trato de aprender de ello y sacar el lado positivo: es síntoma de haber evolucionado y mejorado.