El debate musical del año no ha venido por un feudo entre músicos, por algún lanzamiento polémico o por el despido de algún músico.

El encontronazo entre Joe Rogan y Neil Young está dando mucho que hablar, y pese a que las motivaciones podría parecer que muy poco tienen que ver con el mundo de la músico, lo cierto es que en el mundo del arte no todo es lo que parece. 

Spotify, una vez más siendo polémico

A estas alturas de la película, que Spotify esté en el ojo del huracán de un debate no debería sorprender a nadie. No son pocos los artistas que lamentan sus bajos márgenes de beneficios, llegando hasta acusarles de la decadencia de la industria de la música y de la aparente imposibilidad de dedicarte profesionalmente a la misma. Pero, curiosamente, esta vez la controversia la ha encendido el encontronazo ideológico entre Joe Rogan y Neil Young.

Todo el mundo sabe el porqué del debate, y en pos de la brevedad, no entraré en detalles sobre los motivos que Young ha alegado para proceder con la reitrada de su música. Lo que si que me sorprendió, antes de saber de la implicación de Joe Rogan, caro, es que por primera vez un músico decidiera retirar su música de la plataforma de streaming por un motivo que no estuviera relacionado con el reparto de dividendos.

Es sorprendente porqué pese a ser un músico, la decisión de Neil Young no podría haber tenido menos que ver con la música, pues ha decidido ir más allá e iniciar una batalla eminentemente política. Jura y perjura que los invitados que Joe Rogan trae a sus podcasts, concretamente un Robert Malone que ya fue expulsado de twiter por su opinión sobre el coronavirus, fomentan una desinformación sanitaria que es muy peligrosa en estos tiempos de pandemia, por lo que se niega a ser cómplice con una plataforma que de cabida a un contenido que considera criminal.

Cabe tener en cuenta la generación y el tipo de música que blande el señor Young. Hoy en día el mundo del heavy metal es algo así como un campo de minas en el que conviven visiones políticas de lo más variopintas. Es curioso que dos personas con posicionamientos ideológicos antagónicos puedan escuchar una misma canción e interpretarla de forma afín a sus propios principios.

Nos podemos encontrar desde el ferviente mensaje antisistema de unos Rage Against The Machine, que te criticaran al capitalismo mientras te venden entradas a 100 dólares, hasta los desvaríos ultraderechistas del black metal noruego. Incluso dentro de un mismo género como el Thrash nos encontramos al cristiano Dave Mustaine, al vegano y socialista Mille Petrozza y al libertario David Sánchez. Por lo demás, el músico de metal más audaz se limitará a ser discreto y a hablar solo de música, sobre todo entre los grupos más jóvenes, que están a un comentario desafortunado de distancia de ser cancelados por una generación que ha normalizado el acoso y la cancelación a través de las redes. Si no me creéis, os reto a que alguien me diga cuál posicionamiento político de Sabaton o de Nightwish, por poner dos ejemplos.  

Reminiscencias de otra generación

Pero como iba diciendo, en sus orígenes el rock no tenía este espíritu arquetípico y universal bajo el que personas tan distintas pueden ampararse, ni mucho menos. Uno debe considerar que Neil Young pertenece a la generación de cantautores que hizo carrera en los ’60, en los que el rock, de la mano de artistas que iban desde Bob Dylan hasta Jimi Hendrix, era la más férrea herramienta para combatir el establishment y provocar un cambio cultural en la sociedad que había sobrevivido a la segunda guerra mundial.

Visto así, considero que ese argumento que ha sido dicho tanto por el fan de a pie como por el mismo Bruce Dickinson, ese vehemente: “Los músicos no deberían opinar de política, porqué probablemente no tengan ni puta idea”, pierde bastante peso, pues Neil Young lleva blandiendo su música para tal propósito desde hace más de medio siglo.¡

Hay que tener en cuenta también otros muchos factores, y es que vivimos en la era de las redes sociales. Nunca ha sido tan fácil dar una opinión que alcance a millones, y cientos de celebrities que han pasado menos tiempo en el colegio que Greta Thunberg, no dudarán en hacer virulentas declaraciones políticas sobre las que probablemente no sepan gran cosa. Entonces, ¿por qué hacerlo? Simplemente porqué la crispación, lo que en los bares llamamos el salseo, da muchas visitas. Estar en el ojo del huracán mediático es la forma más sencilla ocupar titulares y estar en boca de todos, y cuándo mantener un estilo de vida ostentoso depende de lo mucho que se hable de ti, ciertos artistas están dispuestos a todo para seguir siendo relevantes.

Spotify

No creo que Leonardo DiCaprio deje de conducir alguno de sus lujosos y muy contaminantes coches deportivos por mucho que encabece cientos de campañas medioambientales, del mismo modo que los políticos que acudieron a la cumbre climática de Glasgow lo hicieron en sus aviones privados, y no creo que a Neil Young le importe en absoluto que Paquito Martínez de Álaba se haya de vacunar para pasar unos días en Berlín con su Paquita. El mundo del entretenimiento puede llegar a ser deprimente, y no es raro plantearse hasta que punto los propios artistas creen en lo que pregonan o si solamente tratan de ser relevantes a cualquier precio.

Todos sabemos que en junio las compañías se pondrán la bandera lgtb en sus fotos de perfil, salvo en esas cuentas que operan en países islámicos u orientales, en los que la homofobia es endémica y los derechos y la seguridad de los homosexuales siguen siendo un problema vergonzante. ¿Por qué? Pues porqué el día en que el nazismo esté de moda y pueda dar dinero, a principios de marzo se pondrán esvásticas en sus fotos de perfil para conmemorar la apertura de los primeros campos de concentración.

Es una dura realidad inherente al disfrute de los productos que nos gustan con cierta madurez. Hace mucho tiempo que pensar de cierta forma ya no implica luchar contra el sistema, y aunque la libertad de expresión sea un principio que se zarandea desde todas las direcciones, es una realidad con la que tenemos el inmenso privilegio de convivir.

Otra cortina de humo mediática

¿Qué tiene que ver todo esto con el conflicto entre Joe Rogan y Neil Young? Pues que difícilmente alguien que se haya criado con un televisor en color sepa quién es Neil Young, o puede que no sepa mencionar tres canciones suyas. Si, el señor Young podría haber escrito algo en sus redes, incluso podría haber compuesto una canción protesta al más puro estilo años ’60, pero ni de lejos habría tenido el impacto que ha tenido su marcha de Spotify.

Enlazando con lo que comentaba al principio, cuándo eres un autor veterano y con una base de fans que sigue comprando tus productos en físico, las pérdidas inherentes a abandonar Spotify y sus escuálidos márgenes de beneficios empequeñecen cuándo las comparas con el impacto mediático de tu partida. En el mundo del cine, si quieres saber si una película ha sido rentable, debes comprobar que los beneficios doblan el coste de la producción, pues los gastos en marketing suelen equiparar a los de la propia creación de la cinta. Vista la importancia de una buena campaña publicitaria, uno no puede sino loar al señor Young por lograr que el marketing stunt del año le haya salido prácticamente gratis.

En mi humilde opinión, creo que ya va siendo hora de que nos quitemos las gafas del eterno candor y comencemos a ver las cosas por lo que son. Vivimos en el s.XXI, y estamos a un click en redes de sociales de distancia de seguir el día a día de nuestros artistas favoritos. Los hemos visto de vacaciones, haciendo ejercicio en casa durante el confinamiento y hasta de juerga con sus amigos, cosas que hace un par de décadas habrían resultado inalienables con la imagen platónica del artista que vive en otra realidad.

Los músicos, los podcasters y todos los artistas en general, no son perfectos adalides de las causas más justas. Son seres humanos, con sus luces y sus sombras y la misma capacidad de hacer el bien y el mal que tú y yo. Puede que tu músico favorito sea en realidad un borracho que pega a su esposa y educa negligentemente a tus hijos. Puede que ese artista cuyo producto y persona siempre has despreciado, sea en realidad una persona humilde y trabajadora que trata de hacer del mundo un lugar un poco mejor.

Ya basta de creernos que todas las causas altruistas vienen motivadas por la nobleza. Tras la aparente causa justa de Neil Young existe una insidiosa inquina que poco a poco está condonando la misma censura y exclusión social contra la que tan fervientemente luchaba allá por el verano del amor. Como dijo Tyrion Lannister: “Si le cortas la lengua a un hombre no demuestras que lo que dijo era mentira, sino que no quieres que se oiga lo que tiene que decir”.

Marc Fernández