¿Hay vida en los festivales españoles después de Iron Maiden y Metallica?
Cabe un rayo de esperanza: cuando Avantasia actuaron en las últimas ediciones de Sonisphere, condensaron en un set de 75 minutos una enorme experiencia musical. Eso ha repercutido en que tres años después la banda haya sido capaz de convocar a seis mil personas en sus fechas en nuestro país, todas ellas agotando entradas. ¿Veremos a Ghost, Sabaton, Nightwish o Powerwolf como cabezas de cartel de nuestros festivales en cinco años? Vayamos haciéndonos a la idea.
Hace siete años, una serie de empresarios del negocio de la música, encabezados por la compañía británica Kilimanjaro Live y capitaneados por Stuart Galbraith, pusieron en marcha un ambicioso proyecto llamado Sonisphere. La idea era crear una red de festivales a nivel europeo que sirviese para actuar de manera unificada a la hora ofertar giras en el viejo continente a algunas grandes bandas. El funcionamiento era el de un franquiciado: Sonisphere era una marca que se alquilaba a promotores destacados (y solventes) de otros países por un precio nada modesto. Eso teniendo en cuenta que, por encima de ese precio, faltaba pagar todo el talento a contratar (y esos carteles no eran nada baratos de confeccionar), las instalaciones y gastos logísticos, el personal, seguros y demás eventualidades propias de un festival de ese tamaño.
Los carteles de Sonisphere comenzaron siendo muy fuertes. En la primera edición Metallica encabezaron una jornada de ensueño en el Parc del Forum de Barcelona, acompañados de Slipknot, Lamb of God, Down, Mastodon y muchos otros. En el resto de Europa los carteles fueron igualmente espectaculares, con varias de las bandas mencionadas repitiendo como parte de un paquete pre-cocinado que Kilimanjaro ofrecía a los “compradores locales” de Sonisphere, aunque en algunos casos la empresa apostó por un territorio concreto de manera directa y simplemente contrató a productores locales para realizar el trabajo.
La cuestión es que desde un buen principio los carteles de Sonisphere a lo largo de Europa eran similares o muy parecidos, con adaptaciones locales o versiones de dos días en algunos territorios mientras que en otros el festival se condensaba en una sola jornada. Finalmente -y salvo un año en que no hubo gira de ninguno de los dos- Sonisphere se convirtió en un diálogo entre dos cabezas de cartel firmes y capaces de llenar estadios por sí solos: Metallica e Iron Maiden. Cuando Sonisphere en España encaró su quinto año -año final del contrato de “franquicia” entre los ingleses y la empresa vasca Last Tour International- la posesión de pelota había sido de Metallica (2 años), Iron Maiden (2 años) y Rammstein con Faith No More como premio de consolación en el año que no hubo gira de ninguno de los dos anteriores. Entre los seguidores no había ya el menor rastro de sorpresa: si no era uno el cabeza de cartel de ese año, sería el otro.
A día de hoy, en el año 2016, Iron Maiden están haciendo una gira de cuatro fechas por España en Julio, encabezando en el proceso el Rock Fest Barcelona, el Resurrection Fest y dos fechas como cabezas de cartel en Madrid y Sevilla. Los festivales, literalmente, han batallado en toda Europa por hacerse con Maiden, una de las pocas bandas abiertas a encabezar festivales con un tirón suficientemente espectacular (AC/DC no hacen festivales y otros como KISS han optado por cancelar sus compromisos europeos ante la crisis de seguridad que se vive). En segundo lugar han estado Black Sabbath, con una gira de despedida muy cacareada, y finalmente Rammstein, quienes salieron a rescatar una temporada algo floja después de que el proyecto Lindemann no funcionase como el vocalista de la banda esperaba.
Todo esto nos lleva a una conclusión que, con brocha gorda, se podría resumir en que el heavy metal no sabe salir de las grandes bandas. Leer las redes sociales de festivales españoles es demoledor: parece que todo lo que no sea Iron Maiden, Metallica y en menor medida Guns N’ Roses, Black Sabbath, Judas Priest o Kiss no es valido para un festival.
Los españoles olvidamos que los grandes festivales como Wacken crecieron sin grandes nombres, sino cediendo los grandes escenarios a las bandas prometedoras. En el 2008 Avantasia ya eran cabezas de cartel en Wacken. En 2002 eran Immortal, Blind Guardian, Savatage, Kreator y Bruce Dickinson. Que un festival como el Leyendas tenga a Avantasia actualmente, a Helloween, a Anthrax y a Dirkschneider es remarcable. Que el Rock Fest tenga a Twisted Sister, Whitesnake, Slayer, Coroner y King Diamond es remarcable. Que el Resurrection tenga a Volbeat y Offspring es remarcable. Pero parece que ninguna de esas bandas significa nada en el contexto de un festival si no es con alguno de los gigantes y legendarios por encima.
Seamos conscientes de que en diez años, quince años a lo sumo, los carteles de los festivales no van a tener a Iron Maiden ni a Metallica en la cabecera. Si, aprovechemos mientras podamos, pero hay que ser consciente de que el rock duro y el heavy metal tienen a muchas buenas bandas que están siendo injustamente ninguneadas. Parece que solo Iron Maiden y Metallica pueden hacer disfrutar a un gran número de personas en un festival y eso únicamente lo fomenta un público que ha pasado en quince años de no tener festivales de peso a actuar como si fuésemos una de las principales plazas festivaleras del globo. Algo que si que fue cierto cuando en 2006-2010 los promotores dispararon los caches al amparo del crédito fácil y las millonarias ayudas de la administración pública pero que hoy ya no es posible.
En España se mueven a los festivales más multitudinarios alrededor de 13.000-18.000 personas por día, por mucho que los promotores cocinen las cifras de manera global y presenten números más abultados. Con esas cifras, por mucho que nos empeñemos, seguiremos encasquillados en necesitar de los grandes nombres para romper la barrera de los 20.000 y consolidar citas y marcas, que es lo que busca cualquier empresa organizadora. Pero a la misma vez, hacer esos festivales excesivamente dependientes de los grandes nombres significa perpetuar la situación y no educar al público en la necesidad de aupar a otras (grandes) bandas.
La próxima vez que penséis que el Leyendas necesita a Judas Priest o que el Rock Fest necesita a Black Sabbath para ser “el festival” pensad que en Hellfest o Wacken los grandes nombres nunca condicionaron el cartel, sino la variedad de nombres, estilos y corrientes. No vayamos a los festivales a por lo que ya conocemos. Usémoslos para descubrir talento y potenciarlo.
Cabe un rayo de esperanza: cuando Avantasia actuaron en las últimas ediciones de Sonisphere, condensaron en un set de 75 minutos una enorme experiencia musical. Eso ha repercutido en que tres años después la banda haya sido capaz de convocar a seis mil personas en sus fechas en nuestro país, todas ellas agotando entradas. ¿Veremos a Ghost, Sabaton, Nightwish o Powerwolf como cabezas de cartel de nuestros festivales en cinco años? Vayamos haciéndonos a la idea.
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