El suicidio de Anton Gustafsson conllevará un elevado número de preguntas sin respuesta, muchas de las cuales se habrá llevado su triste protagonista a la tumba. Merece la pena pararse un momento a reflexionar sobre un personaje que probablemente encontró la fama y la muerte vía internet.

Jordi TarregaHace escasas horas he recibido la triste noticia del suicidio de Anton Gustafsson Hemsida a la edad de 23 años. Pese a que muchos desconocemos todavía qué fue lo que impulsó al joven sueco a terminar con su vida, no puedo evitar que un escalofrío recorra mi espina dorsal.

Anton Gustafsson fue Anton Maiden, un chico como cualquier otro que adoraba los himnos de la que fue probablemente su banda favorita: Iron Maiden. La diferencia entre él y cualquiera de nosotros es que mientras nosotros canturreamos el “Aces High” o “The Trooper” en la ducha o mientras paseamos un domingo por la Rambla barcelonesa, él decidió enchufar una grabadora y inmortalizar su canto. Apoyado en un midi cutre y con una voz tan inapropiada para imitar a Bruce Dickinson como la de cualquiera de nosotros, enseñó su obra a sus amigos, los que probablemente condicionarían apetitivamente su atrevimiento con risas y palmaditas en la espalda. La cosa no debería haber trascendido mucho, pero las autopistas de la información amplificaron esa minucia. Maiden tienen millones de fans en todo el mundo, y cualquier cosa que tenga algo que ver con ellos es motivo de poner en caza y captura a los más fanáticos. Las grabaciones de los berridos de Gustafsson pasaron a ser noticia sin comerlo ni beberlo. Lo que empezó como un juego acabó en forma de CD y entrevistas en televisión. Anton, un chico que soñaba con la vida de sus héroes que iban de grabación en grabación, de gira en gira, disfrutaba de esos minutos de gloria profetizados por Andy Warhol y conseguía saborear un ápice de lo que es el día a día de Harris y sus chicos. Alentado por su inesperada fama y víctima de la situación, consiguió unos honores de estrella fugaz a los que después del factor novedad, sólo le quedaban las risas y las burlas. Hasta fue capaz de grabar piezas de la era Blaze Bailey, pero estaba claro, ya no tenían la frescura ni la gracia de su impagable debut.

Su página web, con abundante material fotográfico de su vida, amigos y familia dejaba entrever a un joven normal que no escondía su amor por los suyos ni su tierra. Poco a poco arrinconó su pasado como Anton Maiden, pero cada semana recibía en su mail algún gracioso de cualquier parte del mundo que había accedido al antiguo material. Incluso en Themetalcircus intentamos varias veces entrevistarlo sin fortuna. Al cabo de poco decidió enterrar su pasado como Anton Maiden y borró todo indicio que apuntara al mítico personaje, famoso por el boca a boca cibernético. Anton Maiden murió hace aproximadamente año y medio, pero Anton Gustafsson Hemsida continuaba vivo.

Ese granito de arena ya era una montaña, y en uno de los mails nos llegó a contestar que aceptaba hacer una entrevista, pero con la condición de que no le preguntáramos sobre su pasado como estrella menor. Lo que durante su adolescencia vivió como una gran broma, con el paso del tiempo pareció ser un lastre que le estigmatizó hasta sus últimos días.

Desconocemos si fue Anton Maiden quien mató a Anton Gustafsson, pero quizás eso no se sepa nunca. Todo quien haya podido escuchar esas míticas grabaciones y conozca a la doncella de hierro no podrá evitar esbozar una sonrisa o soltar una carcajada, desgraciadamente ahora, con sabor agridulce. Anton no estudió en ninguna academia, ni era músico. Fue un chico normal que sin querer aportó más al heavy metal que muchos de los discos, compañías y productores. Gustafsson se coló en los corazones de muchos heavies por el simple hecho de tener una buena idea, que incluso puede que nunca fuera premeditada. No hubo promoción, ni imagen, ni música de verdad ni calidad. Tan solo un micro, un ordenador y una adoración por una banda de metal. Actualmente en el Wacken Open Air, el festival más grande de heavy metal actual, hay posibilidad de cantar en un karaoke del metal, y os puedo asegurar que ese invento se realizó después de la eclosión del desdichado personaje que protagoniza estas líneas.

Su suicidio puede que eleve los precios de sus escasas 1000 copias de maquetas a precios desorbitados. Si realmente su personaje arrastró a Gustafsson a las puertas de la muerte, estaríamos hablando de uno de los mártires más atípicos de la historia de la música. Si esta historia de película llega a ser cierta, se volvería a demostrar que la verdad supera siempre a la ficción.

Lo que debe quedar claro es que Anton Maiden llevaba ya más de un año bajo tierra, aunque eran muchos los cibernautas que continuaban avivando el fuego de un personaje al que su creador llevaba tiempo intentando dar por muerto y extinguido. Quién murió esta pasada semana no fue Anton Maiden, sino Anton Gustafsson Hemsida, un chico como la mayoría de nosotros. Lo irónico del caso es que el zombie de Anton Maiden, el que probablemente terminó con el auténtico Anton, seguirá vivo en nuestros ordenadores

Descansa en paz,

UP THE ANTON