En temporada pre-festivalera, las redes echan humo cada vez que un evento de este tipo confirma nuevas bandas. Publicaciones de Facebook que se convierten en auténticos hilos de foro de debate, ríos de tuits siguiendo minuto a minuto las novedades… y comentarios de todo tipo haciendo valoraciones sobre absolutamente cualquier detalle que esté dentro del amplio espectro de aspectos que incumben a estas veraniegas congregaciones de amantes de la música. Pero hoy no vengo a hablaros de lo chistosos que pueden resultar muchos de ellos, sino de algo muy concreto que vengo viendo desde hace tiempo y que quería pararme a comentar con calma, con los datos en la mano y con un objetivo: dar mi opinión sobre la pregunta que podéis ver en el titular. Así pues, ¿es caro el Resurrection Fest?

Comencemos por lo básico. ¿Cuánto han subido de precio las entradas en los últimos años? En primer lugar, tenemos los precios de la oferta inicial, es decir, aquella entrada que sale a la venta cuando sólo hay confirmada una parte del cartel. En 2012, el precio de esa oferta inicial era de 40€, mientras que el año siguiente (tengamos en cuenta que 2013 fue el año de la subida del IVA) ascendió a 50€, cifra que han mantenido este 2014. La discusión, en el mayor número de casos, viene a la hora de ver el precio de la entrada final, con prácticamente todo el cartel confirmado, dado que mucha gente no se puede permitir comprar una entrada con tanta antelación sin saber si va a ser capaz de asistir, o si el cartel final le va a compensar por ese precio. El año pasado, el precio final fue de 69€ más gastos, mientras que el de esta edición asciende a los 79. Aquí sí que vemos un cambio considerable, pero no nos podemos quedar sólo con el incremento y la última cifra. Veamos las cosas con perspectiva.

La asistencia del festival es uno de los datos básicos para hablar de este asunto: por un lado tenemos que los factores seguridad, baños y demás van siempre en función de a cuánta gente se tiene que complacer una vez están dentro del recinto. Así pues, en 2011 acudieron al festival 24.000 personas, ascendiendo el año siguiente a 27.000 asistentes y disparándose en 2013 con un total de 33.000, cifra que es evidente que se va a superar con creces en esta edición. Sabiendo esto, no obstante, directamente pensaremos que cuando se incrementa el público, se aumenta el gasto en servicios pero también los ingresos, y esto es absolutamente cierto, así que no lo usaremos como un argumento de peso porque evidentemente tiene una contra con mucho peso. Pese a todo, no olvidemos también que cada año se sube el presupuesto para mejorar algo tan importante como son el sonido y las luces.

Ahora es cuando toca echar un vistazo al cartel, y aquí llega la mayor diferencia. En tan sólo cuatro años, el festival ha pasado de contar con 45 bandas en su cartel a rondar las 70 en este 2014. No tan sólo ha subido el número de bandas que participan en el festival, sino que el tamaño de ellas también ha crecido enormemente, y con ello, el caché que se les debe pagar. Si echamos un vistazo a los cabeza de cartel, veremos que las bandas más grandes que encontrábamos eran Bring Me the Horizon / Meshuggah, pasando después a At the Gates / Suicidal Tendencies y llegando a auténticos titanes como Megadeth este 2014. Nos pueden gustar más o menos esas bandas, pero el esfuerzo económico que supone traer a cada una no tiene comparación.

Si esto no es suficiente, hay una enorme lista de mejoras que el festival ha estado llevando acabo a lo largo de este tiempo y que también tienen un coste. Quizá una de las más polémicas ha sido la creación de un cámping de pago este año (Resucamp), pero servidor realmente no ve el inconveniente en que la gente que quiera estar en unas condiciones mejores en el cámping, pague por ello. Mientras no se implanten sistemas como el repudiado Black Circle, que perjudica a las personas que pagan menos, iniciativas como un cámping de pago no hacen daño a nadie. Dejando de lado esto, la lista de mejoras sigue siendo interminable: mejores instalaciones (para todos), nuevos escenarios, un servicio de streaming, taquillas, puestos para recargar la batería del móvil, una nueva web integrada, la manufacturación de merchandising oficial, creación de apps móviles, organización de firmas de discos, mercadillo… sin olvidar la creación de un Band Contest que da a bandas pequeñas la oportunidad de tocar en un evento de este tamaño.

Dicho todo esto, me resulta difícil creer que esos 10 euros de aumento en la entrada final se nos antojen una barbaridad. Las quejas se entenderían si el festival se mantuviera igual edición tras edición, pero lo cierto es que cada año la organización invierte dinero en mejorar en prácticamente todos los aspectos que podamos contemplar. Y si todo el sermón sobre nuevos servicios y comodidades se os antoja poco, haced un ejercicio muy simple: mirad el cartel y contestad con sinceridad, ¿de verdad se os antoja caro tener a todas esas bandas de excepcional nivel por 79€ (en el peor caso, ya que mucha gente compró la oferta inicial)? Recordemos que es un festival de tres días con una entrada que en otros festivales podrían cobrar por tan sólo dos jornadas. Al final todo se resume a la problemática de siempre: en España queremos un festival grande, pero no pagar lo que vale. Seamos realistas y valoremos el esfuerzo que está haciendo la organización de una iniciativa que crece año tras año, y que está llevando a cabo la impresionante tarea de convertir un festival local en un evento titántico que sigue los pasos necesarios para convertirse en algo mucho más grande. Y si este tipo de grandes festivales no son vuestro tipo, no os preocupéis, existe una amplia oferta en España de festivales de todos los tamaños y colores, pero la relación calidad/precio del Resurrection Fest se mantiene intacta edición tras edición, a la vez que ofrece algo de un nivel que hacía tiempo que no veíamos por estos lares.