Contaba el tabloide británico que Plant había pedido 48 horas para pensarse su respuesta a la oferta de Branson antes de rechazarla. Seguramente eso es lo más cerca que el mundo ha estado de una verdadera gira de reunión de Led Zeppelin y deberíamos aprender a vivir con ello.

Saltaba la noticia a través de un tabloide británico en la que se detallaba como el magnate Richard Branson había ofrecido 800 millones de dólares a Led Zeppelin por reunirse para una última gira con los miembros restantes (Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones) y el hijo de John Bonham, Jason. La misma formación que ya se reunió en diciembre de 2007 para un espectacular concierto en el O2 de Londres en homenaje a Ahmet Ertegun, su principal mentor en Atlantic Records. Según explicaba la noticia, Robert Plant habría rechazado de manera impepinable la oferta, dejando al resto de miembros supervivientes de la banda con dos palmos de narices.

A menudo nos quejamos de la falta de integridad de muchas grandes leyendas de la música. El ejemplo más habitual es el de Gene Simmons y Paul Stanley de Kiss, quienes venderían a su madre por una oferta similar. O muchos otros que se han reunido pese a no aguantarse de ninguna de las maneras. O que han sustituido a miembros clave por clónicos, como Journey. O que dicen que se van pero se quedan, como Scorpions y Judas Priest. O que se odian y vuelven por cuatro duros, como Barón Rojo. Situaciones comunes en las cuales el dinero está por encima de la integridad artística o del valor de la leyenda labrada tras lustros de mística.

En medio de todo eso, la negativa de Robert Plant a coger una montaña de pasta y nadar en ella durante el resto de sus días es excepcional, casi tanto como la de David Gilmour y su negativa a reunir Pink Floyd.

¿Para qué reunir a Led Zeppelin más allá del deseo egoísta de millones de fans de volver a ver o ver por primera vez a uno de los mayores mitos de la historia del Rock? Plant tiene claro que no está a la altura. Ni su voz es la misma ni su presencia escénica es la de aquel Dios griego que se comió los escenarios en los 70. Para un artista honesto y fiel a sus ideas que hay ¿porqué queremos obligarle a traicionarlas? ¿Para poder decir que es un millonario venido a menos como todos los demás?

El legado de Led Zeppelin está intacto. Nada ha manchado todavía la obra que el grupo británico llevó a cabo entre 1968 y 1980, del mismo modo que nada ha manchado aún lo que Pink Floyd hicieron entre 1965 y 1994. Tan solo alguna aparición en directo casual, por una buena causa, ha servido para contentar brevemente a los fans, como cuando un olor captado al vuelo te recuerda a una antigua novia. Pero ¿querrías volver con ella y observar lo mucho que ha cambiado? Posiblemente no.

Contaba el tabloide británico que Plant había pedido 48 horas para pensarse su respuesta a la oferta de Branson antes de rechazarla. Seguramente eso es lo más cerca que el mundo ha estado de una verdadera gira de reunión de Led Zeppelin y deberíamos aprender a vivir con ello.