Desde hace unos años, más de uno y más de una ha tenido que rechazar una juerga para poder pagarse un concierto, algo que antiguamente era plenamente compatible.

Actualmente, ir a conciertos supone un ejercicio de ahorro superior al de hace
años, con el agravante de que cada vez son más los artistas que visitan nuestro
país para presentarse en directo. Contra más conciertos, más entradas hay que
comprar y quien realmente ama la música puede dejarse auténticas millonadas
en acceder a los conciertos de grupos como IRON MAIDEN, TOOL, GAMMA RAY o STRATOVARIUS.
Muchos se quejan y vociferan en los foros acerca de la caradura de aquellos
que organizan conciertos, cuando realmente los promotores únicamente se cubren
las espaldas (y a veces con resultados negativos!). ¿Hay alguna solución? Aparentemente
no.

Echemos la vista atrás. En el año 1996, comprar la entrada de
un concierto de AC/DC en el Palau Sant Jordi costaba 4.000 pesetas, o en equivalencia,
24 Euros. A dia de hoy, diez años más tarde, eso es lo que cuesta la entrada
para ver a Michael Schenker, quien acude a la cita con poca producción escénica
y en una sala con capacidad para 700 personas, aproximadamente. Evidentemente,
la renda per cápita no ha subido de manera tan espectacular, aunque –eso sí-
desde la entrada en circulación del Euro, los precios de los shows en directo
se han encarecido sobremanera. La entrada que antes valía 1500 pesetas, ahora
vale 15 Euros y ya no es por lo maquiavelico del promotor en cuestión, sino
porque de otro modo, el concierto no sería rentable.

Mucha gente cree tener la clave para que bajen los precios de las entradas,
aunque eso no es tan fácil como parece. El precio de la producción de un concierto
no reside únicamente en lo que cobre el artista en cuestión –algo que es definitorio
a la hora de fijar un precio u otro- sino en todo lo que rodea la celebración
de ese evento. Los precios de salas de conciertos han escalado espectacularmente,
especialmente en capitales como Madrid o Barcelona, donde la demanda excesiva
y una oferta escasa consiguen hacer estragos en el bolsillo del consumidor.
Los costes de promoción de un evento (cartelería, inserciones publicitarías,
etc.) no son gratis. El porcentaje a la Sociedad General de Autores y Editores
(habitualmente, un 10% de la recaudación del concierto) es casi indecente. Factores
como éstos son los que inciden sobre el precio final de la entrada que adquiere
el consumidor, aunque –reitero- el más influyente es el precio por actuación
del artista en cuestión. Y ya no hablamos de U2 o los ROLLING STONES, sino de
las bandas que vienen en su autocar de gira y que por menos de cierto importe,
estarían perdiendo dinero en cada actuación.

La produccion de la gira española de un grupo extranjero de importancia media
(en recintos de 1000 personas) cuesta miles y miles de euros. El caché, sumado
a las exigencias del grupo en cuanto a catering y equipo, los precios de sala
y otros costes derivados hacen que el promotor deba subir paulatinamente el
precio de las entradas para garantizarse que con un número prudencial de espectadores
podrá salir indemne de la ruleta rusa que siempre ha sido la contratación y
promoción de espectáculos. Creo que perder 5000 o 6000 euros en una gira mal
planificada o con un precio de entrada demasiado bajo para los costes derivados
del evento no es agradable para nadie, especialmente para el promotor medio,
el que trae entre 20-30 conciertos al año y gana lo justo como para respirar
tranquilo y poder dormir por las noches.

A veces, leyendo foros de internet en diferentes webs he encontrado un enfoque
curioso, casi inocente: “¿Porqué nadie trae a tal artista si solo cobra 20.000
Euros? Si toca en una sala de 1000 personas se puede poner la entrada a 20 Euros
y se cubren los gastos”. Evidentemente, las cosas no funcionan así. Mientras
que internet es una gran ventaja en el mundo actual también sirve para dar voz
a todo el mundo, diga lo que diga, y no siempre el planteamiento o el mensaje
es correcto. Entiendo que para un fan, que su grupo favorito pida 20.000 Euros
por tocar en una sala de 2000 personas de aforo es casi un regalo. Pero realmente,
la promoción de conciertos implica eso: gran riesgo, poco margen de beneficio.
Por ello, es lógico que suba el precio de las entradas: ¿quién va a querer montar
un concierto, con todo lo que ello conlleva, para perder miles de euros? Nadie.
O al menos, pocos promotores estarán dispuestos a ello.

En algunas ocasiones, la pasión por ésta música nos hace olvidar que detrás
de todo esto, lo que hay es un gran negocio donde el riesgo juega un factor
muy importante y la buena capacidad de observación a la hora de invertir en
un grupo incluso más. No es facil poner sobre la mesa 20.000 Euros para producir
un concierto sabiendo que, a no ser que vengan 1000 personas no vas a cubrir
siquiera los gastos. ¿Y si vienen menos? ¿Y si llueve y la gente no se anima
a venir? ¿Y si la gira se cancela y la banda no devuelve su depósito económico
como ha sucedido infinidad de veces? Todos estos son factores a tener en cuenta
antes de salir ahí fuera y gritar obscenidades contra los que simplemente trabajan
entre bambalinas para que todo se lleve a cabo. Estoy seguro de que si muchos
de nosotros se pusiera en su piel entendería porque es mejor que la gente pague
35 Eur que 30 Eur por la entrada de un concierto cualquiera. A fin de cuentas,
asistir a conciertos en directo (y comprar discos) es un lujo, no una necesidad
sobre la cual se deben exigir unas ciertas condiciones. Y pese a ser un lujo
adictivo, no deja de ser un capricho espiritual. Aunque a buen seguro, la vida
no sería lo mismo sin música en directo. Hay que mantenerla viva.

Por la otra parte, desde el lado del consumidor, el aumento de precio de los
eventos de música en directo es casi inaguantable. La temporada 2005 fue horrible
para muchos promotores de conciertos, quienes vieron como mucha gente dejó de
asistir a los shows de sus artistas favoritos, por motivos varios. Fuera porque
no podían pagarse la entrada o porque preferían ir a otro concierto merecedor
de una temporada de ahorro, el caso es que en shows como el STRATOVARIUS y HAMMERFALL
o el de GAMMA RAY, celebrados ambos el pasado otoño, a duras penas había más
de 1200 personas en una sala que alberga a más de 2.000. Y eso, bajo cualquier
baremo, es un descalabro económico, a no ser que el promotor negocie un acuerdo
menos arriesgado con el agente del grupo.

Ser un amante de la música, especialmente de la música más dura es tarea árdua,
especialmente si uno tiene un trabajo normal y corriente. Ver un par de conciertos
al mes y comprarse algún que otro disco es, hoy en dia, un asunto de muchas
decenas de Euros. El gran problema es que no hay solución y no hay vistas a
que la haya. Los promotores no pueden bajar el precio de las entradas y el consumidor
no puede dejar de ver a los artistas que más le gustan, aunque el precio cada
vez lo imposibilite más. Para el que ama esto, ese capricho espiritual, ese
lujo adictivo, es una razón de vida.