La música es hoy un pasatiempo más, como las redes sociales, ver porno con anguilas, discutir sobre la unidad de España o cualquier otra cosa de parecida banalidad. No es el pilar del entretenimiento y la cultura que era dos o tres décadas atrás. La gente no invierte en música, las discográficas no invierten en bandas y consecuentemente Rock FM hace sonar lo que la gente quiere escuchar.

Hace cuestión de dos semanas, al hilo del fallecimiento de David Bowie, el conocido locutor y periodista Juan Pablo Ordúñez, más conocido como El Pirata, grabó un video instando a las bandas noveles a esforzarse para cubrir el vacío que, en su estimación, están dejando las grandes leyendas del rock que poco a poco van falleciendo. Sus palabras escocieron y las redes sociales se hicieron eco.

“El realmente tiene en la mano ayudar a las bandas noveles” decían indignados muchos miembros y miembras de bandas de rock y metal de nuestro país, aludiendo a que El Pirata tiene en su poder hacer sonar a muchas de esas bandas en su programación de Rock FM. Ahora resulta que después de quince años de debacle de la industria musical en la era post-Napster toda la responsabilidad de levantar a las bandas recae en un señor que bastante tiene con estar bien situado en una emisora potente a estas alturas de la película. No recae en las discográficas, no. Ni en los fans que no acuden a maldito concierto ni aunque sea gratis. Ni en todos esos presuntos seguidores de la música rock que no conocen más que el “Still Loving You” y el “Highway to Hell”.

El problema es de educación musical, como muchos venimos diciendo desde hace lustros. En un país no educado musicalmente, con décadas de lastre cultural por la dictadura primero y por gobiernos incapaces después, el producto propio no va a triunfar jamás por mera calidad, sencillamente porque el grueso de la población no tiene oído. Y claro que El Dorado, Bon Vivant, Angelus Apatrida, Toundra, Siete Almas, Leather Heart, Crisix y muchos más son grandes bandas en sus respectivos géneros. Pero la música se vuelve importante en la vida de la gente por repetición, por machaque, por la capacidad que tenemos de asociar las canciones con momentos concretos de nuestras vidas. Por eso Guns N’ Roses, Queen, AC/DC o Metallica son lo que son hoy en día. ¿Y sabéis como se compra esa exposición masiva? Con dinero. Y la industria tiene muy poco dinero para el rock, porque otros géneros ofrecen mejores resultados con menor inversión. Mercadeo puro y duro. Pregúntale a cualquiera en Warner, Universal o Sony. El día que les cae un disco de heavy en su mesa, odian haber nacido. Te toca un recopilatorio de Luís Miguel y se vende solo.

No olvidemos que Rock FM es un negocio. Es una emisora operada por el mismo grupo que lleva la COPE, Cadena 100 y otras. La programación de Rock FM responde a varios estudios de mercado anuales que sirven para decidir una lista de unos cientos de canciones que la gente quiere escuchar. Lo que viene siendo radiofórmula pura y dura, pero con más guitarras. Así pues, Rock FM hace sonar lo que el grueso del populacho quiere escuchar. Y, lo siento, pero el populacho no quiere escuchar lo nuevo de Carcass ni lo nuevo de Anthrax ni mucho menos lo nuevo de tu banda. El populacho quiere escuchar el maldito “Highway to Hell” por enésima vez. Y tu y tu banda de perdedores les dais absolutamente igual porque no tienen ninguna conexión emocional con vosotros y no saben tararear vuestros temas mientras van por la M-30 camino al trabajo.

La música es hoy un pasatiempo más, como las redes sociales, ver porno con anguilas, discutir sobre la unidad de España o cualquier otra cosa de parecida banalidad. No es el pilar del entretenimiento y la cultura que era dos o tres décadas atrás. La gente no invierte en música, las discográficas no invierten en bandas y consecuentemente Rock FM hace sonar lo que la gente quiere escuchar. No nos olvidemos que muchos de los éxitos musicales de nuestro país se han construido a base de dinero y de dopar el sistema (bueno, aquí y en todo el mundo, que podemos liarnos a hablar de la payola y no acabamos nunca). La radio y la televisión, por naturaleza, van a lo seguro. Ahora, cuando ya no hay dinero, todo se convierte en la ley de la jungla. Sin un gran conglomerado discográfico detrás de tu banda metiendo dinero en los medios de exposición masiva, estás muerto. También puedes patearte las salas hasta reventarte pero el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que tu puedes permanecer solvente, como se suele decir en bolsa.

En resumidas cuentas, lo que tenemos es el resultado de una actitud colectiva: la de haber devaluado la música con las descargas y la ignorancia propia de un país culturalmente yermo. Vale, podemos entrar en el bucle de discutir si las descargas son ilegales o si algún derecho ampara el acto. Lo que está claro es que el hecho ha devaluado una industria y esta, aún lamiéndose las heridas, no está por la labor de invertir. Promocionar una banda hoy en día invirtiendo sumas de dinero irrecuperables es el equivalente a ponerse a construir pisos en Castellón.

El Pirata hace lo que puede. Pese a todos los vicios y errores de la industria discográfica, esta tenía una utilidad: la de impulsar y promocionar el talento. Sin ese impulso, las bandas tienen que buscarse la vida por si mismas y eso es duro. Quizá las discográficas no eran tan malas en el fondo, aunque quizá si en las formas.