Tocaba una renovación de procedimientos en el panorama festivalero de nuestro país. Si la competencia logra que mejore el sistema, bienvenida sea.

Uno de los efectos colaterales de la globalización es que ahora los festivales españoles se miran mucho más que antes en los europeos, los cuales tienen tendencia a anunciarse casi con un año de antelación. No es extraño que el Wacken anuncie bandas para el año siguiente el mismo día en que se celebra, o que el Sweden Rock de a conocer en octubre la gran mayoría de su cartel.

Esto tiene dos lecturas. La primera es de pura política de imagen empresarial. Si el festival confirma pronto a sus bandas, puede presumir de seriedad, estabilidad y proyecto de futuro, esto último algo que siempre ha faltado en nuestro país. Festivales como Wacken o Sweden están tan arraigados en sus respectivos lugares de acogida que no es ni una cuestión de permisos. Los festivales forman parte de la agenda del lugar, como el invierno o la primavera. Nadie se plantea «si habrá festival» el año que viene. En España, de un año a otro, no sabemos cuál va a ser el mapa festivalero, salvo en algunos casos que casi cuentan como excepciones.

La otra lectura es económica: cuanto antes anuncie el festival sus bandas, antes puede poner entradas a la venta y antes puede comenzar a generar la masa económica necesaria para hacer frente a los pagos de cachés, adelantos varios e incluso meter una buena cantidad en productos bancarios que rindan intereses durante los meses previos a la celebración del evento (algo que en nuestro país es más complicado por el hábito de retrasar la compra lo máximo posible).

En España ya el año pasado dio muestras de seriedad el Leyendas del Rock, anunciando algunas bandas nada más finalizar su octava edición. Lo intentaron este año de nuevo, pero solo pudieron confirmar a Doro a tiempo de la celebración del festival. Pero lo que ha seguido después ha sido algo inaudito. Los principales festivales del país (Resurrection, Rock Fest Bcn y Leyendas del Rock) se han enzarzado en una guerra de confirmaciones -que lideran el catalán y el alicantino, con el gallego algo rezagado y cediendo protagonismo- que tiene a los fans absolutamente perplejos. Nunca en la historia de nuestro país se ha anunciado el cartel de un festival de rock a diez meses vista.

Las tensiones habituales en la contratación han forzado a un cambio de estrategia que se ha materializado en esta retahíla de confirmaciones aceleradas y golosas. Un día golpea Rock Fest. Otro día golpea Leyendas. Si la competencia entre los festivales debe servir de algo siempre ha de ser para beneficiar a los asistentes y en este caso, se está logrando lo nunca visto. Además, tanto uno como otro están cerrando carteles variados, con pesos pesados típicos, pero también con bandas inesperadas (Battle Beast, Van Canto, Powerwolf, Death To All…y otros).

Tocaba una renovación de procedimientos en el panorama festivalero de nuestro país. Si la competencia logra que mejore el sistema, bienvenida sea.