En resumidas cuentas, el mundo del heavy metal, en todas sus vertientes, será un asunto mucho más minoritario dentro de diez o quince años, a medida que los grandes mastodontes vayan retirándose y dejando un vacío que nadie llenará. Que nadie piense que Lamb Of God realmente llegarán a ser algún día los Pantera de su generación. O que Airbourne llenarán los estadios cuando AC/DC se retiren. No va a suceder. Hay todo un grueso de público que no conecta con la música que se hace hoy dentro del heavy metal, y eso debería ser motivo de preocupación.

El Heavy Metal como género, con su idiosincrasia y sus limitaciones, tiene un serio problema de renovación de talento y de relevo generacional. Algo tan sencillo como constatar cuales son las bandas que siguen metiendo a más de 1500 personas en un recinto cerrado en cualquier punto de Europa nos muestra una problemática evidente. El género tiene los días contados, al menos en la concepción a la que estamos acostumbrados. A medida que los subgéneros musicales derivados del metal se polarizan más y más, también se fragmenta progresivamente el tipo de público que sigue este estilo musical. Algo que lleva pasando desde finales de los 90, pero que en coyunturas como la actual se vuelve mucho más evidente, debido a la escasez de ventas y a la baja venta de entradas en muchas giras y conciertos.

¿Qué bandas actuales han conseguido unir a los seguidores de las múltiples variantes estilísticas de la misma manera que Metallica, Judas Priest, Iron Maiden o Scorpions? Es difícil pronunciar tan siquiera una. La escena del black metal, está preocupada por sus bandas. La del metal clásico, por las suyas. Los seguidores del hard rock por las suyas. Y en general, casi cada escena discurre de manera paralela a la otra: sus propios sellos discográficos, sus propias promotoras especializadas, sus propios medios de referencia. Esa fragmentación es la clave de la debilidad futura de un genero que, atomizado, pierde mucho del sentido y poder inicial.

A medida que la música se convierte en un asunto cada vez mas minoritario, la cantidad de eventos, lanzamientos y hechos relacionados crece exponencialmente. ¿Han bajado las ventas o hay tantísima variedad que es imposible absorber todo lo que está sucediendo? Las tendencias sociales coinciden. Hay tanto entretenimiento ante nosotros que no sabemos ni que hacer con ello. Incapaces de gestionar los estímulos, pasamos a un estado de indiferencia que nos lleva a volver a las bases, a lo que ya conocemos, a lo que nos suena más y mejor y a lo que establece una conexión más instantánea con nuestras emociones.

Pako Nieto (Delaware)

Pako Nieto (Delaware)

Eso, en parte, explica porque las bandas clásicas siguen siendo las más exitosas. Nacidas en una época donde los estímulos eran más escasos o estaban mejor ordenados (leer libros, ver la tele, patear una pelota, beber con los amigos, quemar contenedores), bandas de la talla de las arriba mencionadas extendían su influencia hacia millones de personas, de las cuales siguen siendo seguidores potenciales un elevado número treinta años después. Su status como referentes les convierte casi en un rito de acceso para las nuevas generaciones interesadas en el rock duro y el heavy metal. Pero esas bandas tienen fecha de caducidad y una edad cada vez más avanzada que obliga a plantearse qué es lo que queda por delante y cómo vamos a vivir con ello.

El panorama, lejos de ser desolador, ofrece a grandes grupos que han aparecido en los últimos veinte años. El problema es que casi ninguno es capaz de mantener el status y la estela que han tenido mucho de sus predecesores. Cada vez es más difícil conectar con la música a un nivel casual, porque la manera en que los géneros se han vuelto más extremos ahuyenta al oyente no especializado. La recepcionista de tu curro no conoce a In Flames. El tipo que te pone gasolina no sabe ni sabrá jamás que existe una banda llamada Opeth. Difícilmente podrá tu profesor de autoescuela conocer a Finntroll o Warbringer. No hay nada en sus canciones que pueda ser atractivo para el oyente no especializado, el que sabe de antemano a qué se enfrenta.

En resumidas cuentas, el mundo del heavy metal, en todas sus vertientes, será un asunto mucho más minoritario dentro de diez o quince años, a medida que los grandes mastodontes vayan retirándose y dejando un vacío que nadie llenará. Que nadie piense que Lamb Of God realmente llegarán a ser algún día los Pantera de su generación. O que Airbourne llenarán los estadios cuando AC/DC se retiren. No va a suceder. Hay todo un grueso de público que no conecta con la música que se hace hoy dentro del heavy metal, y eso debería ser motivo de preocupación. Cuando Iron Maiden actúan, se mueven 20.000 personas. ¿Pero cuantos conciertos no pasan de 100 o 200 personas? Incluso en el caso de bandas de una época y estilo similares, como Saxon, la cantidad de público nunca supera los mil asistentes. ¿Donde están los otros 19.000 que había viendo a Iron Maiden? ¿Donde están los 65.000 que acuden a ver a AC/DC? ¿O los 50.000 que van a ver a Metallica? Están, siendo realistas, en tierra de nadie. No ha habido ninguna otra banda que les haya llegado a llamar la atención en todo este tiempo. Eso debería preocuparnos. Las bandas más grandes que tenemos hoy en día apenas salen de los clubs.