El guantazo con la mano abierta tras la subida del IVA cultural
Produce rabia leer en las noticias, que los finlandeses leen una media de 47 libros por año, que los músicos suecos cuentan con subvenciones del gobierno de su país, o que los estadounidenses dediquen el 40 % de su economía doméstica al ocio cultural. No es que los españoles seamos más gilipollas e incultos que el resto del planeta. El problema de nuestra cultura se resume en pocas palabras: su accesibilidad.
Muchos de nosotros, incluido el abajo firmante, no tenía una noción clara del IVA asignado a la cultura. Ni prestábamos atención a ese porcentaje que, el gobierno en aras de la Agencia Estatal Tributaria, recaudaba por los eventos y artículos relacionados con la misma. Lo grave es, que si nos paramos a pensar, España y cultura en una misma frase parecen dos palabras encontradas, porque no podemos hacer un alarde de la importancia que le designamos en nuestra escala de valores. ¿Y qué decir de “nuestros” (va entre comillas, porque muchos de los que estáis leyendo esto, ni les habrá votado) dirigentes? La máxima preocupación fue darle el Ministerio de Cultura a Ángeles González Sinde, por eso de buscar una relación directa (y populista) a los ojos de los ciudadanos.
Pongo un ejemplo bastante burdo para explicar un poco el origen de los pensamientos que quiero reflejar en este artículo de opinión: Hace bastantes años, mientras Dani Filth, con su sentido del humor habitual, nos preguntaba si estaba bien maquillado en el backstage de la sala El Tren de Granada, le preguntaba a la promotora de turno, porqué las entradas de esa gira valían el doble que en Inglaterra. Confieso que en aquel entonces, mi ignorancia sobre el tema era casi plena. Pero que los habitantes de un país económicamente más fuerte, con el doble de salarios, pudiera gozar del mismo concierto por la mitad de precio, me resultaba curioso y confuso al mismo tiempo. “Por el IVA”, me respondió. A partir de ahí, y después de varios años en el que ya tomaba conciencia del tema, lo entendí perfectamente.
Por si fuera poco, tal y como todos sabemos en la actualidad, el presente gobierno tuvo el despropósito de subir el IVA cultural del 8% al 21% en septiembre de 2012, demostrando así el poco valor de ésta para su pueblo. Mientras más aborregados, mejor, imagino que pensarían. O, como en muchos campos en esta crisis actual, ¿qué más da otro atraco a mano armada con un único objetivo?: recaudar, recaudar y recaudar. La cultura como moneda de cambio.
Por aquel entonces, ya opinamos y vaticinamos (y nos unimos a un manifiesto que expresaba el malestar de este homicidio) desde este medio, el mazazo que tal subida supondría en el sector. Salas cerradas, cines cerrados, teatros cerrados… era de cajón. En 2012, al subirse el IVA con el año en curso, no se podía tener datos reales del impacto de esa subida de 13 puntos porcentuales, aunque ya se denunciaba unas terribles pérdidas económicas en el sector ( y la poca accesibilidad del ciudadano de a pie a la misma). Pero ya en 2013, se podía hacer un balance con datos reales después de este hecho. Pónganse cómodos, relájense y aclaren su mente, porque como os imagináis son lamentables, y os puede dar un patatús del odio que se puede generar hacia nuestros mandamases.
Eso sí; como en todo de lo que nos preocupemos en informarnos, depende del medio que emite la noticia y cómo nos lo quieren vender. Para ser simples y no complicarnos en resolver ecuaciones microeconómicas y demás variables, que ni los mismos gobernantes parecen o quieren entender, nos centraremos en los datos referentes a la recaudación de los conciertos, según la SGAE. La caída del primer año completo con esta nueva aplicación del IVA fue del 21 %. Solo las grandes promotoras y los grandes festivales a nivel nacional (con ofertas en el precio de las entradas cuando se anuncia una edición como principal estrategia) han resistido el embiste, pero aún así, con grandes nombres en sus carteles que les permite subir el precio de las entradas, también han caído en un 3 %.
Leopoldo Abadía, un gurú de la economía, profesor y escritor de libros como “La crisis ninja y otros misterios de la economía actual” o “¿Qué hace una persona como tú, en una crisis como esta?”, se lo explicaría más o menos a un amigo, cogiendo una servilleta para anotar un par de números, del siguiente modo: Tengo una producción de dos kilos de manzanas. Si cada kilo lo vendo a un euro, gano dos euros. Pero si las vendo por el doble de su valor, y tengo el mismo número de consumidores, solo vendo un kilo, aunque los beneficios sean los mismos. ¿Conclusión? Un kilo se pudre, no se consume. ¿Merece la pena? En la próxima cosecha veremos que no.
Hace unos días, los de la SGAE volvieron a salir a escena y de nuevo nos vendieron la moto. Convocaron a todos los medios de prensa generalistas (el gobierno se preocupó de mandar a todos sus adjuntos y defensores porque la ocasión lo merecía), y con un cartel con un enorme número porcentual en positivo de fondo como protagonista, nos vinieron a decir que la recaudación entre septiembre de 2013 y agosto de 2014, ¡subió un 15 %!, pasando de 147 millones recaudados a 169 millones, tomando como referencia el mismo periodo de tiempo del año anterior, que es cuando vino el guantazo con la mano abierta a la cultura. Salió un enorme arco iris, el sol brillaba como nunca, se veía a lo lejos cabras saltando por el monte locas de contentas, e incluso más de uno vio a Heidi corriendo con Pedro, el perro Niebla y su abuelito, con las bocas desencajadas de la alegría….Pero ese subidón de optimismo fue breve, un lapsus, porque de nuevo salieron los nubarrones cuando se les preguntó por los millones recaudados antes de esta asesina subida del IVA. Esos 169 millones representaban una caída del 18 % si la comparativa se hacía desde septiembre de 2011 hasta agosto de 2012, es decir, cuando el IVA cultural estaba en el 8 %, y no con el curso anterior. El kilo se manzana que se había vendido al doble de su precio, además estaba en mal estado. La próxima cosecha se adivinaba desastrosa.
Produce rabia leer en las noticias, que los finlandeses leen una media de 47 libros por año, que los músicos suecos cuentan con subvenciones del gobierno de su país, o que los estadounidenses dediquen el 40 % de su economía doméstica al ocio cultural. No es que los españoles seamos más gilipollas e incultos que el resto del planeta. El problema de nuestra cultura, sobre todo en el marco de la crisis actual, se resume en unas pocas palabras: su accesibilidad. Ya se puede comprobar con datos en las manos, que esta subida era la puntilla que la cultura necesitaba para seguir enterrándose poco a poco. Ante nuestros propios ojos, y con total impotencia. La cultura es un valor incalculable que no es cuantificable en términos económicos, pero comprobamos que está siendo denostada y prostituida por unos políticos que solo escuchan el sonido del dinero que entra en las arcas del Estado. Llegará el día en el que quieran hacer navegar un transatlántico en un mar sin agua. Llegará ese día.
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