“¡Hasta los huevos!”. Creo que así le contestaría a cualquiera que me preguntara “¿Cómo estás tío?”. No suelo quejarme demasiado la verdad, pero los últimos 16 meses he ido acumulando mierda y os voy a salpicar un poco.

Al grano, con la liada que ha montado el bichito muchos trabajamos desde casa, y os tengo que decir que la primera impresión que tuve al imaginármelo fue genial: “de puta madre, menos pasta en gasolina y más tiempo para tocar y viciar”. Los huevos. Trabajar desde casa es una verdadera jodienda si curras en ámbitos artísticos, donde por ejemplo tu nivel de eficiencia se puede basar en lo inspirado que estés ese día.

Significa realmente es que pasas de trabajar en un lugar acondicionado para su función, donde tu cerebro y tus energías están focalizadas en ser productivo, en dar lo mejor de ti y ser lo más creativo y desarrollar las mejores ideas para tus clientes, a trabajar en un sitio que está pensado para relajarte, disfrutar y descansar. Lo que realmente pasa es que ni trabajas ni descansas bien, y como os podéis imaginar, esto puede crear una rueda insana de lo más jodida -sobre todo si perteneces al clan de los autoexigentes-perfeccionistas-dementes o si tienes tu propio negocio, ahí cavas tu propia tumba rapidito-.

La pandemia es una tocada de pelotas para todos, pero ya es la segunda vez que debo mudar mi trabajo a mi casa para no quedarme sin cobrar. El dinero da un poco igual, pero… tener que comprar chocolate del Carrefour en vez de milka de oreo… por ahí no paso. Ahora en serio, soy productor musical y tengo un estudio de grabación y os aseguro que mover lo que se necesita para producir, grabar, editar, mezclar y masterizar discos en condiciones es una barbaridad, pero sobre todo… Un palazo.

Dicho esto, de toda la vida, cada vez que me han surgido épocas donde el camino se me ha hecho cuesta arriba mi primera reacción es contraatacar, a collejones si hace falta, y la verdad es que he aprendido un montón de cosas tanto de mi mismo como de valores personales que quería evolucionar y desarrollar desde hacía tiempo. Esta situación me ha forzado a tener que tomarme tiempo para mi, para entenderme y aprender por ejemplo a canalizar y dirigir mis energías hacia otras cosas para no volverme loco sin ensayos ni conciertos, sin mi pasión. Así que, qué cojones, mirándolo con perspectiva, soy más fuerte que antes: tengo más ganas de dar lo mejor de mi que nunca, y sobre todo, estoy agradecido por no tener preocupaciones mayores. Hay gente pasándolo jodidamente mal.

Así que ya sabéis, al igual que en las letras de los temas que escribimos mis compis y yo, siempre hay que mirarlo desde el lado positivo, el vaso medio lleno y sacarle provecho a todas las mierdas que se interpongan en vuestro camino, que sino luego los colegas te mandan el sticker de “A llorar a la llorería”.

Gerard Rigau