A raíz del desternillante (y acertado) artículo de mi compañero Sergi Ramos hace unas semanas, con afirmaciones como…

Rechazas frontalmente que el Heavy Metal sea comercial, pero te conoces todos los infecciosos estribillos de Gamma Ray, Blind Guardian y Manowar.

…a uno le comienza a dar vueltas la cabeza sobre las maravillosas incongruencias del clásico jebi cerril. Y ojo, escribo «jebi» y no «heavy», porque hay una clara diferencia. El «heavy» es el aficionado medio al metal, que disfruta con su música y no tiene ninguna necesidad de creerse superior a nadie. Considero que la mayoría de lectores de esta página se podrían categorizar de este modo. Pero ay, el «jebi». El jebi es un espécimen que produce urticaria con su mera presencia, física o virtual. Hoy os voy a hablar de sus atributos principales.

¿Preparados para la continua paradoja? Empezamos. El primer rasgo del jebi de manual, cerril y acomplejado, es que dice odiar las modas. Porque claro, anulan la personalidad: esta gente hoy día sólo busca ser aceptada, y visten todos igual. Esto te lo dice vistiendo orgullosísimo su chaleco de parches y una camiseta con una portada atípica que seguro que nadie más luce como, qué sé yo, Master of Puppets o Powerslave. O la mítica de «Ellos se ríen de mí por ser diferente, yo me río de ellos porque son todos iguales», pero sin embargo cree con fervor en la hermandad metalera. Porque la anulación de la personalidad en pro de la integración en un colectivo sólo se da en el resto de movimientos. En el suyo no. ¡Estúpidos modernillos con sus camisas de cuadros y gafas de pasta, seguro que no podrías diferenciar a nadie concreto en el público del Primavera Sound! ¿En un concierto de Maiden? Eso es otra cosa. Seguro que para encontrar a tu colega en el Palau Sant Jordi este próximo 27 de mayo sólo te basta con saber que lleva una camiseta negra y el pelo largo.

¿Ya estás deseando poner una bomba lapa en nuestra redacción? Quizá seas uno de ellos. Porque el segundo atributo principal es que siempre piden respeto, pero a ellos parece que les cuesta mostrarlo. No llevan muy bien lo de aceptar la opinión de los demás: si te metes con Megadeth, puede que te parta las piernas y te llame inculto musical. Pero el indie es basura. Lo sabe porque una vez escuchó una canción de Arcade Fire en la radio, de refilón, porque eso es música de nenazas y prestarle una mínima atención, aunque fuese por mera curiosidad, conllevaría perder el título de güarrior of the güol (o peliador de la metál). También le gusta reivindicar su estatus de jebi  a través de hacerse el ofendido con «cómo la sociedad los trata», tirando de tópicos baratos que realmente nadie dice nunca, como que «el heavy es ruido» (¿Alguien ha pronunciado esa frase en los últimos veinte años? No me consta. Bueno, menos la niña aquella de Youtube), pero a los 5 minutos te dirá que eso del drone sí que encaja en esa afirmación, y que un disco así lo puede hacer él con un ventilador. Y es que con esto pasa como con el arte contemporáneo, te dirá: «Eso lo podría haber hecho un niño de 3 años». Pero no lo ha hecho.

Venga, ya que estamos con este tema, vamos a pasar a su deslumbrante conocimiento de esos géneros impuros que lo rodean. Porque para él cualquier cosa que no tenga mucha distorsión y guitarras de flecha al amanecer es cosa de modernos. Y ojo, que en este saco te lo va a meter todo, cuando en realidad su conocimiento sobre la música actual se situa entre poco y nulo. Vamos con un clásico: «la electrónica no se hace con instrumentos de verdad». Habría que preguntarle qué sabe del proceso de composición y grabación de ese tipo de música, pero mejor te ahorro tiempo: te va a contestar que «se hace con maquinitas, sólo hay que darle al botón». El pop te lo desprecia por ser simple y pegadizo, pero no le quites a AC/DC de su lista de reproducción habitual. El reggaeton es machista por sus letras, pero «Pleasure Slave» es un temazo. Además, en la música latina siempre salen tías buenas como reclamo en sus videoclips, en el metal estas cosas no pasan nunca y por eso Butcher Babies lo petan. El metalcore es genérico y repetitivo, pero a las bandas revival ochentero no les quites ojo de encima. Y así. Historias para no dormir. Lo mejor es que cuando le preguntas que él qué escucha, lo mismo te dice «de todo». De todo tipo de metal, quiere decir.

No me alargo mucho más. Concluyo diciendo que disfrutemos de la música que nos gusta, sea metal, boleros o extreme street rumbacore. Ningún estilo es superior a otro, y el que pide respeto debe ser el primero en mostrarlo. Porque aunque parezca mentira, lo aquí expuesto en clave de humor es algo que vemos más a menudo de lo que deberíamos. Que nos guste el metal no quiere decir que nos tengamos que creer los más especialitos del pueblo, o que tengamos que despreciar todo lo demás. Si os sentís identificados con mi indignación, eso me congratula. Si os habéis ofendido enormemente, quizá seáis un poco más cerrados de mente de lo que pensabais. Buenas noches y bendiciones.