Debemos entender las cosas como lo que son y Steel Panther son chanza y mofa de una época excesiva, con todos sus tics. La reacción de algunas personas, cegadas por la corrección política que rige nuestras vidas en la actualidad, es equiparable a la de los que no son capaces de entender una caricatura de Mahoma. Que enseñen las tetas. Siempre que ellas quieran.

Hace un par de años, cuando Steel Panther actuaron en la sala Razzmatazz 2 de Barcelona como cabezas de cartel, la sala se llenó -casi a partes iguales- por hombres y mujeres con ganas de ser partícipes del concierto de una banda de hard rock festivo como no se veía desde aquella época y lugar que ellos mismos caricaturizan, es decir, Los Angeles a mediados de los años 80. Hacia el final del concierto, el escenario fue invadido por chicas jóvenes a petición de la propia banda, quienes hicieron mofa, befa y escarnio de estas durante dos o tres canciones, tratándolas de ‘chochete’ en adelante. Vaya, algo que es muy español, aunque cuando dices ‘pussy’ parece que tengas estudios. La cuestión es que, ávido reportero que es uno, capturé una foto en la que se veía el escenario lleno de chicas junto a la banda y una de ellas enseñaba los pechos al público. Al día siguiente, esa foto -que en mi estimación resumía perfectamente el tono festivo y sardónico del concierto- era la que servía de destacada en la crónica del show. Sin más, cogí un AVE a Madrid para ver el show de la banda junto a Scorpions al día siguiente en Madrid.

STEEL PANTHER: "Cuando Tommy Lee me vio follándome duro a su novia se puso a llorar. No sabía que era su novia, solo era una guarra que quería polla".
A medio trayecto, recibí una llamada amenazante de un tipo que se identificaba como novio de la chica de la foto, el cual me instaba a retirar inmediatamente la fotografía de la web bajo promesa de acciones legales de algún tipo. Visto que este razonamiento no cuajaba me hizo saber que la vida de la pobre chica estaba destrozada desde que había subido esa foto en la que ella misma, voluntariamente, conscientemente, en público, ante cientos de móviles y cámaras digitales, mostraba feliz sus pechos al público. Finalmente, por humanidad y poniéndome en la piel de la chica, retiré dicha foto. No dejaba de ser una tontería y no hacía falta que alguien pasase un mal día por ello. Pero hablando a posteriori con gente de las primeras filas que presenciaron el momento de cerca, parece ser que el problema de la chica no era tanto el haberse mostrado y avergonzarse de ello como el ataque de celos que sufrió su pareja, el mismo que me llamaba, ante la escena. Es decir, el bienestar de la chica era lo de menos. Lo que importaba era que «su propiedad» no fuese amenazada.

Dos años después, tras el concierto de Steel Panther en el Leyendas del Rock, vi algunos comentarios y debates bastante encendidos en las redes sobre la manera en que el grupo cosifica a la mujer, como objetifica el sexo femenino haciéndolas salir al escenario para bailar y mostrar sus pechos. Todo ello bajo la premisa de que dichas acciones dan al traste con décadas de lucha por los derechos de la mujer, que pasan a ser una simple mercancía más cuando optan por acudir a la llamada de estos cuatro deleznables rockeros machistas.

¿Atenta Steel Panther contra toda esa loable lucha por la igualdad femenina? Probablemente no, pero son una gran excusa para sacar el cuñado que todos llevamos dentro y pontificar sobre el asunto, incluido quien escribe estas lineas. Así pues, emitimos opiniones progres, nos desmarcamos de esas actitudes cuestionables y nos sentimos súbitamente mejor con nosotros mismos. Mirad: que un montón de chicas suban de manera voluntaria, consciente y decidida a un escenario para bailar en lo que no deja de ser un vodevil moderno y rockero no es ni denigrante, ni negativo para la mujer. De hecho, no hay mayor libertad femenina que la de enseñar tus pechos cuando te venga en gana porque tu misma lo decides. A fin de cuentas, la diferencia entre subir a un escenario con Steel Panther o participar en un acto reivindicativo de Femen es que lo primero es menos solemne, pero el mensaje dista de ser machista. Si queremos centrarnos en la retórica de la banda («hey, aquí solo hay dieciséis chicas en vez de diecisiete» le decía el guitarra al cantante durante el show de Wacken, a lo que el vocalista respondió «bueno, pues nos follaremos a una de ellas dos veces») debemos partir de la premisa de que todo esto es un burdo montaje que exagera los rasgos principales de la lírica, imagen y actitud general de la época que refleja. ¿Era una cosificación de la mujer que Tawny Kitaen se revolcase sensualmente encima de un coche en un videoclip de Whitesnake? Pues bastante más que lo de Steel Panther: era un uso comercial de la imagen de la mujer para atraer machos machotes hacia la música pusilánime de los Whitesnake de finales de los 80. Una herramienta de marketing pura y dura.

Debemos entender las cosas como lo que son y Steel Panther son chanza y mofa de una época excesiva, con todos sus tics. La reacción de algunas personas, cegadas por la corrección política que rige nuestras vidas en la actualidad, es equiparable a la de los que no son capaces de entender una caricatura de Mahoma.

Que enseñen las tetas. Siempre que ellas quieran.